Una concatenación de azarosa semántica me ha impulsado finalmente a escribir estas líneas y a tomarme un poco más en serio la posibilidad de que exista un nivel esotérico en el devenir de la Historia. No se me espanten. Si han llegado hasta aquí les prometo un poco de divertimento que es éso, y no otra cosa, el objetivo final de estos párrafos.
Hace mucho tiempo que caímos en la cuenta del sarcasmo: el dueño del primer banco de España se apellida Botín, pudiendo acceder a una copiosísima galería de posibilidades. Pero la deriva genealógica del red man fue convergiendo hacia un apellido del cual, salvada la acepción de zapato fino, el diccionario ofrece toda una galería de los horrores. Si quedara la cosa en el señor de rojo sería una pérdida de tiempo este empeño articular. Pero, ay, husmeando por esos mercados del diablo, descubro que el presidente del Banco Central chipriota se llama Panicos Dimetríades. Vale pongan el acento prosódico en la sílaba neutral, pero ni con esa benévola intención. Ya van dos. Lo olvidé al poco, ni sin antes despejar con una leve sonrisa la inquietud que siempre nos embarga cuando las coincidencias se tornan impactantes, como si esa contradictoria conjunción ocultara un mensaje críptico de comprensión retardada. Botín, Panicos… tiene guasa. Y a otra cosa.
Pero como si todo se hubiera confabulado contra mí, va y se me aparece otro apellido que me hizo respingar y distanciar unos metros la silla del ordenador. Luego me fui acercando poco a poco para constatar lo que estaba leyendo. ¿Y qué era lo que descifraba mi ya captada y cautiva voluntad de escéptico descreído? Una palabra que era un apellido. Otro. Beato. Contextualicemos. ¿Saben cómo se llama la nueva vicesecretaria general del Consejo de Administración del Banco de Sabadell? María José Beato. Y ya está, no pasa nada. Botin del Santander, Panicos del Banco de Chipre y Beato del Banco de Sabadell.
Fue un incendio asociativo lo que se propagó de un hemisferio a otro de mi atormentado cerebro. Y así, por mor de unos cuantos nombres, apellidos para ser más exactos, se me activó una reacción en cadena con una fuerza helicoidal sin frenada humana posible. ¿Como se apellida la número dos del PSOE que ejerce la oposición espinosa? Espinosa. ¿Cuál es el apellido de la versión germana de dama de hierro? Merkel. Teniendo en cuenta que estamos bajo la vigilancia de los mercados, la cercanía fonética cobra un tinte más siniestro que el de la mera casualidad. ¿A que sí?
Sigamos. ¿Cuántas veces hemos oído hablar en los últimos tiempos de que la eurozona se fragmenta, se distancia, es decir, se rompe… que es lo mismo que si se rompiera Europa? Vayamos al apellido. El del presidente del Consejo Europeo es Rompuy. Como a estas alturas los considero tan alelados como el que suscribe pues no les digo nada. El vicepresidente de la Comisión Europea se apellida Tajani, que ya puestos a uno le suena a tajo, a corte, a sima insondable, incluso. Como el apellido del presi comunitario que atiende a Barroso, que es lo que hoy parece Europa por los mismos pies.
En Castilla-La Mancha tenemos a Dolores enmendando la plana con dolor. Curiosamente Cospeda (l) y Barreda, casi hacen pleno en la última sílaba de sus apellidos que en otro contexto es el verbo cristiano por atonomasia: dar.
Menos mal que en España hay un tipo capaz de ponerse los mercados, los euros y las paradojas por montera y de rajar al primero que incordie con la prima cuando el incordio con la prima se haga intolerable: Rajoy.
Yo aún sigo buscando apellidos paradójicos que te llevan de la mano hacia una sorprendente resultante por el arborescente y ramificado mundo. La crisis nos está volviendo locos.