Ciudad Real. 20 de mayo de 1943. El primer número del diario Lanza reporta una bacanal del horror bajo el escudo de Falange, despatarrado sobre el papel como una monstruosa araña negra. Superioridad aérea japonesa en el Pacífico. Cien toneladas de bombas arrojadas sobre Birmania. El vapor General Bonaparte es torpedeado en el Mediterráneo con 192 pasajeros a bordo. Londres arde bajo los bombarderos alemanes. El editorial de Carlos María San Martín proclama que Lanza nace como arma ofensivo-defensiva del interés nacional. El discurso sombrío de Franco advierte de los peligros del bolchevismo destructor.
Han pasado casi 70 años. ¿Qué son 70 años? Apenas un latido para los parámetros de la centuria pasada, pero una rotación cósmica para un siglo XXI que cambia sus coordenadas cada seis meses. Sí. Nuestro capitalismo desorientado va a conseguir en un lustro lo que en cien años no pudo el “bolchevismo aniquilador de civilizaciones”. La revolución del comunismo ruso es una nenaza al lado de la rebelión tecnológica. La Guerra Mundial es una aventurilla sociológica en comparación con la crisis global. Los bombardeos del Eje ha sido sustituidos por las exigencias del FMI, que son como bombas de neutrones; y la conspiración judeo-masónica es una paparrucha ante la alianza de los mercados, la hipocresía, la deshumanización y la incompetencia.
De todo esto hay en la crónica crepuscular del diario Lanza, propiedad de la Diputación de Ciudad Real y uno de los dos últimos periódicos públicos de España. Como tantas cosas ahora cuestionadas, Lanza está condenado a perecer tal y como hoy lo conocemos, víctima de su inviabilidad agravada por los recortes en la Administración, la revolución tecnológica y la crisis de recursos y valores del periodismo. El ajuste, pues, es inevitable, pero las tribulaciones de este medio de comunicación, que afronta ahora una reducción de plantilla para evitar el inminente síncope, conforman los capítulos de una novela ejemplar sobre los males del periodista como garante de libertades, y una prueba de cargo de la desprotección del trabajador frente a la hipocresía política.
Lanza ha sido históricamente un medio deficitario, con una gestión económica errática, aunque manejado eficazmente desde el punto de vista informativo por gobiernos de uno y otro signo. A los cuales, dicho sea de paso, les ha importado un pepino eso de la independencia periodística. En consecuencia, los trabajadores de la casa, la mayoría excelentes profesionales, han tenido que bregar con las presiones políticas para salvaguardar su integridad en ese difícil equilibrio entre el poder y el oficio del que el informador no siempre sale airoso. Y precisamente son ahora los trabajadores, sean o no periodistas, las primeras víctimas de una gestión política exclusivamente centrada en el control de los contenidos y jamás preocupada ni en garantizar la independencia del medio ni en prevenir la enfermedad que lo consume.
Ahora la paradoja es doble, y los actores se traspasan desvergonzadamente sus papeles. El Gobierno socialista de la Diputación se acoge al despido por causas objetivas consagrado en la reforma laboral de Mariano Rajoy, hasta el punto de que empleados con más de 40 años de antigüedad han sido echados a la calle con lo puesto. El PSOE quiere evitar que se hable de ERE, pero despidiendo barato, rápido y por la puerta de atrás. Mientras, en la entrada principal, el presidente de la Diputación, Nemesio de Lara; el presidente de la Entidad Pública Empresarial Diario Lanza, Ángel Caballero; y el secretario general del PSOE ciudadrealeño, José Manuel Caballero, jalean la huelga general en protesta por una reforma laboral de la que ellos mismos han sido ejecutores.
Como en la oscura introducción ciberpunk de la película Blade Runner, los políticos propagarán que estos despidos no son “ejecuciones”, sino “retiros”. Pues en mi pueblo, oiga usté, hay personas a quienes no llamaríamos políticos. Les llamaríamos hipócritas y cínicos.
En Twitter: @santosgmonroy
santosgmonroy.blogspot.com