Emilio Martínez Muñoz, hijo de Almodóvar del Campo, ofreció anoche el pregón que da inicio a la Semana Santa 2025 en esta localidad, en una intervención de profunda carga emotiva basada en la experiencia personal más íntima sobre el dolor, el sufrimiento, la muerte y, sobre todo, la esperanza que emana del misterio pascual de Cristo.
Lo hizo ante el público que atendió, con el alma en un puño, en el Teatro Municipal que quiso la Junta de Hermandades de Semana Santa que estuviese presidido por un tapiz de san Juan Bautista de la Concepción, en el año en que se conmemora el quincuagésimo aniversario de la canonización del santo almodovareño.
Martínez Muñoz se presentó con sencillez, identificándose como “el hijo de Alberto, el que trabajaba en casa de Moreno” y agradeció el nombramiento como pregonero, que ejerció con un enfoque vivencial para subrayar, a lo largo de los poco más de intensos 25 minutos que empleó, las experiencias personales que han marcado su fe.
“Voy a abrir mi corazón de par en par para contaros cómo he vivido en primera persona el dolor, el sufrimiento y la muerte”, dijo en referencia a elementos que consideró esenciales para intentar comprender el insondable misterio de la Semana Santa y la entrega de Cristo.
Subrayó que la asimilación de la Pasión a menudo comienza en la infancia, a través de la familia, el colegio y la sociedad. Sin embargo, destacó cómo una experiencia personal le marcó profundamente y le “preparó para la vida”, ayudándole a vislumbrar el significado del sacrificio: el cuidado que, siendo niño monaguillo, prodigó al padre Ernesto.
De este carmelita relató la cercanía forjada, las “catequesis particulares” donde le comentaba el Evangelio y la Pasión, y el impacto imborrable de presenciar su muerte, permaneciendo a su lado por deseo del moribundo. “Me enseñó que no hay vida sin dolor ni muerte sin esperanza”, confesó.
El pregonero guió así a los presentes a través de los momentos culminantes de la Semana Santa, comenzando con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Resaltó la serena humildad de Cristo frente a la aclamación popular, plenamente consciente del doloroso camino hacia la cruz que estaba iniciando, un camino aceptado por obediencia y amor.
Desde ahí, se adentró en el núcleo de la fe cristiana, el Triduo Pascual. Evocó el Jueves Santo, rememorando la última cena donde Jesús, en un acto de entrega total, instituye la eucaristía y no olvidó su angustia en el huerto de Getsemaní, sudando sangre mientras oraba: “Padre, aparta de mí este cáliz… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Martínez Muñoz encontró un eco de esa entrega y humildad en el testimonio de su propia hija, Nieves, quien abrazó la vida contemplativa carmelita, renunciando a seguridades mundanas para, según sus propias palabras, “tenerlo todo” en Cristo.
Prosiguió con el Viernes Santo, invitando a mirar la cruz no como un mero recuerdo histórico, sino como algo que “nos toca hoy, aquí y ahora”, describiendo a un Cristo crucificado con “los brazos extendidos, sin reproches”, entregando su vida “por amor a todos”, incluidos los que le negaron y le hirieron.
Este día de contemplación del sufrimiento redentor lo conectó con el dolor presente en el mundo y con el ejemplo luminoso de su hermano Roberto, ‘Choco’, quien afrontó su enfermedad terminal “con una sonrisa”, mostrando una fortaleza que “inspira» y un amor a la vida que demostraba que “el amor es más fuerte que cualquier enfermedad”.
También en este día, destacó la figura de María, la madre Dolorosa, firme al pie de la cruz, cuyo sufrimiento ofrecido se une al de su hijo, convirtiéndose en “madre de la esperanza”, afirmando con rotundidad que el Viernes Santo, aunque oscuro, “no es el final, es el principio de la mayor esperanza”.
El Sábado Santo lo describió como el día del gran silencio, de la espera contenida mientras “el sepulcro guarda el más sagrado de los misterios” y Cristo “reposa en su tumba”. Es el día, dijo, de la fe expectante de María y los discípulos, un silencio preñado de futuro, “preludio de canto” y “víspera de la gloria”, que sostiene la promesa inminente.
Emilio culminó su recorrido pascual enfatizando que la Resurrección es la clave de la fe, que “confirma que su sufrimiento y su muerte en la cruz no fueron en vano” pues, sin ella, la Pasión sería solo una tragedia y, con ella, se convierte en “la victoria sobre el pecado y sobre la muerte”.
Invitó a los presentes a reconocer la fuerza de Cristo Resucitado actuando hoy día en cada acto de perdón, en la superación de las crisis, en la caridad, en la fe que persiste ante la adversidad, en la celebración de cada misa y en la propia pervivencia de la Iglesia sostenida por Él.
En la recta final de su pregón, se dirigió con afecto a todos los que hacen posible la Semana Santa en las calles de Almodóvar: cofrades, nazarenos, mantillas, costaleros, portadores y las distintas bandas de música. Les animó a vivir estos días santos “con humildad”, buscando la “devoción” por encima de otras consideraciones mundanas y recordando que portar un hábito o una imagen debe ser reflejo de un “sacrificio interior”.
Elogió el valor de las “imágenes extraordinarias” que procesionan, considerándolas emblemas que tocan el corazón y provocan una “experiencia espiritual única” y felicitó al municipio en general por tener a lo largo del año otras iniciativas en torno a la Semana Santa, tal y como es la Feria Cofrade-Arte Sacro.
Concluyó Martínez Muñoz su intervención con un fervoroso deseo, que esta Semana Santa “no sea sólo una tradición, sino un verdadero encuentro con Cristo”, por lo que instó a salir “con el corazón renovado, dispuestos a ser testigos de su luz en el mundo y peregrinos de esperanza”
Tras esta sentida intervención, el pregonero, que previamente había recibido la carpetilla ornamental donde poder guardar las hojas de su pregón, recibió del presidente de la Junta de Hermandades de Semana Santa, la inscripción conmemorativa de su intervención, felicitándole Jaime Rosa por un pregón que “ha sido un reflejo de su fe profunda y su integridad espiritual”.
Aprovechó para contextualizar el acto y señaló el cartel oficial de 2025, protagonizado por la Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, felicitándola por su “gran labor” en la noche del Viernes Santo y explico la presencia de una colgadura de san Juan Bautista de la Concepción, cuya obra trinitaria sigue viva.
El presidente se refirió a la capilla provisional de la Plaza Mayor, como una “ocasión única” para contemplar todos los pasos expuestos según la cronología de la Pasión, permitiendo la veneración y oración ante las imágenes sagradas, expresando su esperanza de que “esta muestra de arte y devoción nos ayude a vivir la Semana Santa”.
Distinciones 2025
Otro momento destacado de la noche fue, precisamente, la entrega de la tradicional distinción de Nazareno de Honor, que este año recayó en Isidro de Gregorio Romero. El encargado de entregarle el reconocimiento fue el hermano mayor de la Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, José Castillo.
Castillo justificó la elección de Isidro resaltando una trayectoria de “aproximadamente unos 30 años como secretario”, su paso por la Junta de Hermandades, y su papel clave como “uno de los muchos que intentaron que tuviésemos un guardapasos” y como “uno de los promotores de que tengamos en el Colegio de los Carmelitas la sede de cada hermandad”. También su labor “a la sombra”, pero “fundamental”.
De Gregorio, por su parte, recordó sus inicios junto al pregonero en una asociación juvenil y cómo, casi sin querer, asumió el cargo de secretario en su hermandad cuando un grupo de jóvenes se hizo cargo de ella. “Como yo era escribiente, pues, el cargo de secretario. O sea, justificado”.
Y confesó con humildad que, aunque participó en la creación de esta misma distinción siendo miembro de la junta directiva, “nunca pensé que iba a ser yo candidato a ella, sobre todo por no pasar este buen momento de cara al público, que nunca me gustaba”.
Reconoció y quiso dedicar el premio “a las labores de muchos cofrades que luchan cada año para que salga adelante nuestra Semana Santa”, especialmente a aquellos “que no serán nunca mencionados, no habrá ocasión. Pero ahí queda mi recordatorio para ellos” y tuvo también palabras de agradecimiento para su familia.
Pero la Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad tenía reservado un reconocimiento más. Tal como anunció su hermano mayor, se decidió instaurar este año una segunda distinción para homenajear a sus miembros de mayor edad, que lo encarnaba Ramón Lara Prieto.
Éste, visiblemente agradecido, dio las gracias a la cofradía por “acordarse en entregarme este año el título de Hermano Honorífico”, añadiendo con humildad tras “tantos años en la hermandad”, que “siempre estaré orgulloso de ser parte de ella”.
La solemnidad y emotividad del acto, conducido por Maribel Garrido, se vieron realzadas por último por el recital que ofreció la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús Rescatado. Sus interpretaciones de marchas procesionales como ‘Cristo viejo’, ‘Virgen de la Salud’ y ‘Madre y maestra’ envolvieron el evento en la atmósfera propia de la Semana Santa.