Cubanos

“El temor de que alguien se vaya de Cuba en cualquier momento siempre está presente.”
LEONARDO PADURA FUENTES
(Escritor cubano)

                La revolución castrista de finales de los años cincuenta causó en la población cubana una situación rupturista. Algunos se quedaron porque no tenían más remedio o porque eran fieles al régimen. Muchos se marcharon pronto temiendo lo peor de la dictadura que se implantó. Y unos pocos decidieron esperar para ver cómo evolucionaba aquel régimen y de qué manera les afectaba a ellos, a sus familias y a sus intereses.

CREATOR: gd-jpeg v1.0 (using IJG JPEG v62), quality = 100

                Hoy, por mi experiencia con la gente que he conocido de aquel país, he podido intuir un poco de lo que es su pensamiento, su sentimiento y el modo de vivir del cubano. Los hay quienes viven en el país —como Padura— estando más o menos adaptados allí. Algunos se han visto obligados a dejar su tierra por sus ideas. Pero también hay quienes han decidido vivir fuera del país, sin renunciar a volver esporádicamente.

                Para ilustrar todo esto voy a contar lo que me transmitieron tres cubanos que vivían cada uno de ellos en una de las situaciones indicadas. 

                En Cuba había un joven que vivía en la zona rural próxima a uno de los cayos más visitados por los turistas. Disponía de un taxi que contratamos para llegar al Aeropuerto Internacional José Martí. El recorrido lo hicimos en unas tres horas, por lo que nos dio tiempo a hablar de casi todo. Y él nos contó muchos detalles interesantes de la vida en la isla. Estaba casado, tenía dos hijos y vivía honradamente de su trabajo.

                Tenía familiares en Miami, algunos eran marielitos, —emigrantes que salieron del puerto de Mariel en 1980—, y otros de tiempos más recientes. No descartaba salir de la isla, pero sabía que era arriesgado. Le preocupaba que hubiera un peso para los cubanos y otro para turistas extranjeros, con mayor valor. Tomamos café en un bar para residentes por dos pesos, cuando a los turistas nos hubieran cobrado diez veces más.

Nos contó la historia de dos jóvenes de un pueblo cercano. Ellos iniciaron la fabricación de piezas que exportaban a una empresa mexicana. Como el negocio iba bien, emplearon a más trabajadores y aumentaron su producción. Luego los visitó la policía y les dijo que su actividad era capitalista. Ellos les respondieron que daban trabajo a la gente y divisas al país. En ese momento, aunque estaban muy vigilados, seguían fabricando.

Hace años conocí en Madrid a un cubano refugiado. Estuvo exiliado, pero consiguió la nacionalidad española. Le convalidaron sus estudios y preparó oposiciones a los TICS —Cuerpo Superior de Sistemas y Tecnologías de la Información—. Aunque hacía otros trabajos, por la tarde y por la noche estudiaba con empeño sin separarse de una buena botella de ron. Pero sacó sus oposiciones y trabajaba como empleado público en la AGE.

Estando en Madrid, según contaba, recibió una visita discreta de los servicios secretos cubanos. Le dijeron que no se excediera en sus críticas al régimen cubano y que se abstuviera de participar en grupos anticastristas, muy activos en España en aquellos años. Y le recordaron que en la isla seguían viviendo su madre y su hermana. Llevaba más de veinte años en España, pero Cuba siempre estaba en sus recuerdos y en su corazón.

Contaba la miseria que había en su país. Cómo hacía llegar algunas cosas a su familia a través de españoles que iban a la isla por turismo o en busca de pareja. Decía que cuando estuvieron allí los norteamericanos, la prostitución era un grave problema. Ahora, además de eso había mucha hambre y todo tipo de carencias en la población. Nos han igualado a los cubanos por abajo, en la miseria, contaba con mucho pesar.

En una delegación que recibimos en el Ministerio, conocí al tercer cubano del que quiero hablar. Acudió a Madrid una representación angoleña. El jefe de la misma iba acompañado por un amplio séquito de personas. Directivos, miembros de la embajada, técnicos, personal de seguridad y asesores. Completaba la misma, una joven atractiva que era, —según nos decían—, la amante del líder de aquel variopinto grupo de trabajo. 

Entre ellos había un cubano que hacía de intérprete, que decía ser técnico en materia agropecuaria. Me contó que llegó a Angola con un contingente militar que envió Fidel, en la Operación Carlota, para apoyar a los revolucionarios del Movimiento Popular de Liberación de Angola. Cuando los soldados cubanos abandonaron el país, en 1991, él se quedó, y allí formó su familia. Pero, en ese momento viajaba poco a su país.

Contaba que las clases privilegiadas que había en su país, eran los líderes del Partido Comunista, los altos mandos militares y los médicos del régimen. Ellos conseguían las mejores viviendas en las zonas más exclusivas. De los médicos decía que lo de la sanidad de calidad era un mito del gobierno. Ya que ni disponían de medicamentos ni de material actualizado ni de las últimas técnicas para ejercer su profesión.

Al final de aquella revolución romántica parecían quedar pocos éxitos. Si acaso, como decía Carlos Carnicero, el de la educación. Pues eso.

Relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img