Enrique Ortega. Geólogo de Minas de Almadén entre 1982 y 1996.– El pasado sábado 4 de abril, se publicó en el periódico El Mundo un artículo titulado Cara y cruz de las superminas en ‘El Dorado’ de Ciudad Real: de los jóvenes prodigios reyes del wolframio al pueblo que no quiere el gran tesoro de las tierras raras, donde se describía cómo tuvo lugar el hallazgo del yacimiento de wolframio de El Moto, cerca de la localidad de Abenójar, en Ciudad Real. De acuerdo con el mencionado artículo, el hallazgo se produjo del siguiente modo: En los años 80, realizaron una campaña de exploración en esta zona. Buscaban plata y plomo, que era lo que les interesaba en ese momento. Fueron acortando una zona por anomalías que llevaban a la zona de El Moto. Finalmente realizaron una campaña de sondeos y cuando analizaron, casi de casualidad lo encontraron. Fue una sorpresa. Algo así como un «ostras, qué hay concentraciones muy altas de wolframio». Y claro, eso quedó registrado. Que habían encontrado ellos eso, pero como tampoco era el objetivo de esa exploración, porque iban buscando otra cosa, quedó como archivado.
Sin embargo, esa descripción no se ajusta a la realidad. El Moto nunca fue una zona seleccionada para prospectar plomo, el hallazgo del wolframio no fue una sorpresa ni la zona fue abandonada y lo que ocurrió realmente fue algo muy distinto. Es cierto que en la década de los 80, como consecuencia del descubrimiento del yacimiento de Navalmedio (plomo, cinc y plata), la empresa Minas de Almadén y Arrayanes (MAYASA) emprendió una campaña de exploración para esos metales en una amplia zona que incluía, entre otras, la comarca de Abenójar. Como parte de esa campaña, se recopiló toda la información bibliográfica disponible sobre los indicios mineros y yacimientos existentes en el área objeto de estudio, que fueron posteriormente visitados y reconocidos sobre el terreno.
Las primeras informaciones sobre la zona de El Moto procedieron de una antigua publicación, localizada en los archivos de la Sociedad Minera Peñarroya y datada en los primeros años del siglo XX, donde se mencionaba la presencia en el Arroyo de la Virgen de antiguas labores mineras sobre algunos filones conteniendo mispiquel (sulfuro de hierro y arsénico) e indicios de oro.
Como consta en los cuadernos de campo de los geólogos que hicieron el reconocimiento, la zona fue visitada por primera vez el 14 de febrero de 1984, comprobando la existencia de labores antiguas, realizadas sin explosivos (un pozo cegado, un socavón no practicable y un par de calicatas), sobre filoncillos de escasa potencia. También, se detectó la presencia de rocas graníticas, lo que no podía suponer ninguna sorpresa teniendo en cuenta la proximidad del granito de Fontanosas. Los análisis de las muestras recogidas (tanto en esas labores antiguas como en los arroyos del entorno), no ofrecieron valores significativos de los metales prospectados, por lo que la zona fue descartada como objetivo para la exploración de yacimientos del tipo Navalmedio.
Sin embargo, años más tarde, a finales de la década de los 80, MAYASA amplió los objetivos de exploración hacia mineralizaciones de estaño y wolframio asociadas a cuerpos graníticos. En este contexto , la localidad de El Moto y los antiguos datos recopilados adquirieron un nuevo atractivo. No fue fácil conseguir el permiso para realizar sondeos dentro de la propiedad donde estaba ubicada la zona de interés, pero finalmente fue posible realizar un par de perforaciones que detectaron la mineralización de wolframio. Este hallazgo no fue inesperado, era lo que se andaba buscando, pero si produjo una cierta sorpresa la relativa abundancia del mineral de wolframio respecto de otros metales como el estaño o el arsénico.
Los buenos resultados obtenidos en aquellos primeros sondeos animaron el interés para realizar nuevas perforaciones, pero durante varios años, al menos hasta 1996, fue imposible acceder a la zona por falta de permiso y la investigación quedó paralizada, pero nunca archivada, olvidada o abandonada. Debe recordarse que en aquellos momentos la industria minera estaba atravesando momentos muy difíciles. Los precios de los metales estaban muy bajos y la práctica totalidad de las minas de estaño y wolframio españolas cerraron por aquella época. El escaso interés económico que el yacimiento ofrecía en aquellos momentos hizo que la empresa titular decidiese, años más tarde, ceder los derechos a otro concesionario.
Afortunadamente, el alza del precio de los metales y el nuevo contexto geopolítico han permitido que la explotación de este yacimiento, con el apoyo de la Comisión Unión Europea al ser uno de los 47 proyectos recientemente seleccionados, sea una realidad inminente. Pero debe insistirse que su descubrimiento no fue una serendipia fruto de la casualidad, sino un significativo logro técnico, el resultado de un concienzudo trabajo geológico, utilizando las técnicas más avanzadas en exploración minera disponibles en aquellos momentos, incluyendo la teledetección y la integración de datos estructurales, geofísicos y geoquímicos en un Sistema de Información Geográfica.
Enrique Ortega, geólogo de Minas de Almadén entre 1982 y 1996. Una copia de este artículo ha sido remitida también a la redacción de El Mundo por si les parece oportuno rectificar la información publicada.
Lo de una serendipia en geología, en estos tiempos, es más complicado que ver un pingüino con pandereta. De hecho, y como cosa curiosa el Wolframio, en esa zona, fue reconocido (sin él saberlo, que fue un día de campo, según he leído en una vieja revista de la escuela de Minas) por Juan José Elhuyar Etxenike que, paradójicamente, fue el que lo descubrió y, según mis notas que tomé de la revista (eran años en los que no tenía un móvil para capturar, como ahora, imágenes) eso lo hizo hacia1782, en un viaje a esa zona. Parece ser que le resultó familiar porque en su tierra había algunos cristales muy parecidos.
Excelente puntualización, Enrique. Yo creo que el periódico debiera rectificar, no sea que eso de achacarlo todo a la casualidad acabe siendo costumbre y norma.
Buenos días a los zurdos cobra-paguitas! En 3, 2, 1…