Ricardo Chamorro. Diputado Nacional de VOX. Portavoz de Agricultura, Pesca y Alimentación, y de Transición Ecológica en el Congreso de los Diputados.– Las crecientes tensiones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea no son una anécdota más en la larga lista de desencuentros transatlánticos. Son el síntoma claro de que el modelo económico globalista, basado en un libre comercio desregulado y anárquico, así como en la cesión de soberanía a instancias supranacionales, está agotado.
Durante las últimas décadas, este modelo ha sometido a nuestros sectores estratégicos —como la agricultura, la ganadería, la pesca o la industria— a una competencia desleal frente a productos importados que no cumplen los estándares europeos ni en lo social, ni en lo ambiental, ni en lo fiscal.
Marruecos, Egipto, la China Comunista u otros países emergentes han entrado por la puerta grande en los mercados europeos, mientras nuestros productores han sido asfixiados por normas cada vez más exigentes, con el mantra del cambio climático como soga de nuestros productores, y por una política comercial dictada desde Bruselas sin tener en cuenta el interés nacional y muy perjudicial para el bloque occidental.
Es necesario recordar que Europa construyó su unidad económica sobre principios hoy olvidados, como la preferencia comunitaria, uno de los pilares fundacionales de la Política Agraria Común. Este principio defendía la producción agrícola y ganadera del Espacio Económico Europeo frente a las importaciones desleales de terceros países, garantizando una seguridad alimentaria estratégica y protegiendo la rentabilidad de nuestros productores.
Sin embargo, en las últimas décadas, la Unión Europea ha traicionado esos principios, firmando acuerdos comerciales desequilibrados con países que no respetan nuestros estándares sociales, laborales o ambientales. El resultado es claro: balanzas comerciales que evolucionan negativamente para las naciones occidentales con respecto a potencias donde se produce bajo condiciones inaceptables, mientras sufrimos una pérdida progresiva de competitividad y empleo en nuestros sectores estratégicos.
Curiosamente el balance comercial con EEUU ha sido siempre positivo económicamente para Europa, es normal que EEUU se esté cansando de que ese balance lo usen los políticos europeos para fortalecer potencias anti occidentales como la China Comunista. De hecho las políticas comerciales de las últimas dos décadas han potenciado una asociación alternativa al G7 llamada BRICS que aglutina a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y que está confrontando comercialmente con el bloque occidental y a la que se unen nuevos socios de naciones emergentes con dudoso respeto por la libertad y los derechos que tienen las naciones occidentales.
Desde VOX llevamos años denunciando esta deriva. Hoy, cuando incluso Estados Unidos prioriza su soberanía industrial con medidas proteccionistas y plantea aranceles para reconducir un comercio que aboca a EEUU al abismo, es hora de que Europa reaccione también. No podemos seguir siendo un bloque que abre su mercado sin reciprocidad, que tolera el dumping social y que sacrifica su tejido productivo en nombre de un mercado global ficticiamente libre, pues la diferencia de costes, de normas sociolaborales, de concepción del Estado o de la libertad, hacen inviable la libre competencia.
Los aranceles son defensas comerciales. La guerra no la hace quien se defiende, sino quien invade. Siempre se han usado aranceles para la defensa de producción propia, los aranceles han sido una constante por ejemplo en la formación del mercado común europeo, la clave es establecer cómo se usan esas defensas comerciales, si para fortalecer un bloque económico de libertad o para favorecer un plan global que no distingue las dictaduras o los Estados Comunistas de los países con libertad.
España tiene ante sí una oportunidad única. Como miembro de la Unión Europea, puente hacia Hispanoamérica y socio natural de Estados Unidos, debemos liderar una redefinición del comercio internacional en términos de soberanía, justicia y sentido común. No se trata de levantar muros, sino de exigir condiciones justas. No se trata de rechazar el comercio, sino de ponerlo al servicio de nuestras naciones occidentales y no de oligarquías transnacionales corruptas.
Ahí están los casos de corrupción de la clase política europea. Huawei, involucrada en escándalos de corrupción y espionaje, ha sido utilizada como herramienta política del régimen comunista chino para captar favores y vulnerar la seguridad europea. Gazprom, el gigante energético ruso, ha comprado voluntades en las instituciones europeas con el mismo fin. Con un competidor directo para España como Marruecos, hemos visto cómo el Moroccogate ha destapado una red de sobornos a eurodiputados socialistas y populares para promover los intereses del régimen marroquí a costa de los intereses de españoles y europeos.
Lo verdaderamente interesante sería el fortalecimiento de un verdadero Espacio Económico Occidental: un área donde el comercio se base en la defensa de la producción nacional, complementando las carencias con países que aporten positivamente al bloque occidental, en normas compartidas y en el respeto mutuo entre naciones libres. Esto implica limitar acuerdos con regímenes autoritarios que compiten con ventaja gracias a sus bajos estándares. Implica también exigir transparencia y posibilidad de veto en cualquier tratado que atente contra nuestros sectores estratégicos.
Porque no hay transición ecológica sin soberanía energética y mucho menos alimentando la voracidad de la China comunista que es la mayor contaminadora del planeta. No hay sostenibilidad si se sacrifica nuestra pesca o nuestra agricultura para contentar a Marruecos. No hay justicia social si abandonamos a nuestros agricultores mientras importamos cítricos de Sudáfrica tratados con pesticidas prohibidos aquí.
La reconstrucción del orden económico occidental debe comenzar desde el respeto a nuestros intereses, a nuestra soberanía y a nuestros pueblos. Y España, con VOX, debe estar en primera línea de esta transformación histórica que va a redefinir el comercio y ordenarlo.
La partitocracia corrupta española y europea se echarán a corto plazo en los brazos de la China Comunista, y de otros países gobernados por sátrapas y totalitarios, pero esa clase política corrupta que hemos sufrido en España y en Europa también tiene que desaparecer para recobrar la normalidad en el bloque occidental.