La última tempestad

Ciudad Real, Enero de 1755. En el Convento de Carmelitas Descalzos ,  Bernardo Burgos -hermano lego de 17 años- a media mañana ha terminado su labor en el huerto, y  se dirige a sus otros quehaceres en la cocina.    Procede de familia humilde ,y desde pequeño ha acudido con ella a los cultos principales celebrados alli: especialmente en las festividades de Nª. Sª. del Carmen y Santa Teresa de Jesús.   Atraído por la religiosidad que allí se vive, entró hace unos meses en el Cenobio para desarrollar tareas de laicado, pero contemplando la posibilidad de en su día, profesar.    A la tarde ,por el Claustro, departe con el Prior -Fray Alonso de Jesús- acerca de su proclividad vocacional, manifestándole que no obstante, le preocupan algunas crisis de Fe.  Fray Alonso le  aconseja en torno al compromiso que debe  haber en tal decisión y  el aspirante queda reflexivo. 

12 de Febrero, Miércoles de Ceniza.  En el convento,  Fray  Diego de S. José, imparte Ejercicios Espirituales a los frailes y novicios: a tal fin ha venido desde el Monasterio de Pastrana , donde ejerce su Ministerio.    Este  día ,  la meditación es  acerca de los principales milagros del Maestro.   Refiere la narración evangélica que lo sitúa en  la barca de Pedro:   “  Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:  ¡Vamos a la otra orilla! . Dejando a la gente, se lo llevaron en barca. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la embarcación, hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Le despertaron, diciéndole:  Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Se puso en pie, increpó al viento y al lago: ¡Silencio, enmudece! El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? Todavía llenos de temor , se decían unos a otros: ¿Pero quién es éste que hasta el viento y las aguas le obedecen? “ .   Fray Diego explica la asociación del relato con las “tempestades” personales que a diario perturban las convicciones de muchos cristianos.    Bernardo, que había pedido asistir también a los Ejercicios, escucha atento y  al terminar la charla, en privado le  pide consejo al Carmelita ,acerca de su personal tesitura. Así lo hace y el predicador se manifiesta en idéntico sentido a como ya lo hiciera el Prior, resaltando que si la Fe está fuertemente enraizada , vence a cualquier adversidad que la vida depare. Luego de un rato, con una sonrisa le agradece su atención.

1 de Noviembre del mismo año de 1755. Los frailes terminan en la iglesia la Oración de  Tercia, y de pronto se escucha en las bóvedas del crucero un fuerte crujido. Miran hacia arriba atemorizados: se ha producido una grieta en el transepto, que baja hasta el arranque de los muros. El suelo del templo comienza a temblar y las pechinas de la  cúpula se desmoronan .Parte de éstas caen sobre el  tejado del claustro . Los monjes, horrorizados, salen al exterior huyendo de los efectos de lo que claramente es un terremoto. Se une a ellos Bernardo , que se encontraba en el huerto.  Fray  Alonso de Jesús trata de tranquilizar a los religiosos. Después de unos pocos minutos , los temblores cesan y aún con miedo vuelven a la iglesia, de cuya fachada principal se ha caído destrozándose, la imagen de Nuestra Señora del Carmen. Agrupados al comienzo de la nave ,contemplan desolados los efectos del seísmo: además de los daños en la construcción, yacen en el suelo destrozadas las imágenes del Ecce Homo  y Santa Teresa. Ante tal catástrofe, el Prior pide disponerse  a orar dando gracias por no haber ningún fallecido y  pidiendo por los que pudiera haber en la ciudad.

Poco después se dirige al Convento de las Madres Carmelitas, para ver en qué situación  se encuentran.  A su paso , contempla cómo se ha derruido también gran parte de la muralla y Puerta del Cármen. Los ciudadanos de intramuros están las calles, pues también sus casas han sufrido desperfectos.  Una vez en el Convento femenino, comprueba que los daños han sido importantes, principalmente también en la cúpula de la iglesia, pero la Abadesa le comunica que no  ha habido ninguna pérdida humana.  A la espera de que se tomen medidas a raíz de lo sucedido por parte del Corregidor, Fray Alonso regresa a su convento.    A media tarde, se presenta aquél a ver los daños y les comunica que los templos de la ciudad han acusado bastante el seismo; especialmente la Catedral, San Pedro, Santiago, los conventos de Dominicos, de Franciscas, Carmelitas Descalzas, Dominicas, San Francisco, Ermita del Santísimo Cristo del Refugio, numerosas casas de la ciudad ,  lienzos de murallas y torreones.   Sin embargo, no ha habido fallecidos ni heridos de consideración.   A los pocos días,  a través de las postas, se sabe que el terremoto tuvo su núcleo en una zona próxima a Lisboa.

Febrero de 1756. Con mucho esfuerzo, el convento vuelve a presentar el aspecto anterior al temblor en el día de Todos los Santos.  Es la hora de Recreación, y el Prior se encuentra departiendo con  Bernardo , quien con gesto triste  le pregunta por qué Jesús permite que ocurran aquéllas cosas. Fray Alonso hace alusión al episodio evangélico del temporal calmado, que meses atrás comentara Fray Diego de S. José:” las tempestades son nuestras crisis de Fe, y ante ellas hemos de tratar de que se impongan nuestras creencias, aunque para ello tengamos que clamar a un Jesús que creemos dormido…Fíjate en el terremoto: sentimos pánico , y ante nuestra debilidad los hechos fueron claros: no hubo que lamentar ningún fallecido. Ahí tienes un claro ejemplo . Por cierto – continuó- lo que tú experimentas en este sentido, son eso: tormentas , que si tienes confianza en Jesús, no deben influirte en tu decisión de integrarte a la Congregación.  Ojalá y esta sea tu última tempestad “.      Bernardo agradeció al Prior sus palabras y continuó sus cotidianos quehaceres como hermano lego, pero un mes después y como consecuencia de sus crisis, abandonó el Convento, con mucho sentimiento propio y de los frailes.

            15 de Abril  de 1756. Jueves Santo.  En el Convento se celebran los Santos Oficios, presididos por Fray Alonso, y dos Profesos Cantores. Como es la costumbre en la Orden Carmelitana, al término de la Liturgia, se formaliza el ingreso de los novicios, conforme a las peticiones previas realizadas por ellos y de acuerdo a las normas eclesiásticas. Desde el nártex de la iglesia, una fila de once jóvenes portando velas, se dirigen al Presbiterio, donde el Prior la va encendiendo, para después , colocados en torno a él, ir realizando el rito de la admisión.  Se trata de los futuros frailes , una vez que superen el periodo de formación, y no exista ninguna circunstancia que lo impida.      Fray Alonso pregunta a cada uno sobre su intención , y después de la oración con la Comunidad, van siendo declarados novicios de la Orden. Con el denso ambiente aún del incienso y cuando es demandando el último aspirante, la puerta de la iglesia se abre y alguien entra en dirección a donde está el Abad . Éste, extrañado al igual que todos los presentes, puede entrever  a una persona con las manos en actitud de oración. Ahora frente a él , comprueba que se trata de Bernardo Burgos.

                                                                                              Francisco Blanco Mena / Semana Santa de 2025

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