Juan José Rubio Guerrero. Catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Castilla-La Mancha.- En un momento en que la política arancelaria se está utilizando como arma arrojadiza entre países, a partir de las decisiones injustas y disparatadas que está adoptando la Administración Trump en Estados Unidos, es preciso poner en contexto lo que significan medidas de esta naturaleza a nivel del comercio global. Una política arancelaria restrictiva, que implica el aumento de los aranceles a las importaciones, tiene diversos efectos económicos que pueden ser positivos o negativos según el contexto y la economía de un país. A continuación, vamos a pasar revista a sus principales impactos:
Sobre los efectos potencialmente positivos, destacaremos los siguientes, con matizaciones:
1. Protección de la industria nacional: Al encarecer los productos extranjeros, se favorece la producción local, lo que puede impulsar el empleo en sectores estratégicos. Esta es la razón que se esgrime desde la Administración Trump como objetivo fundamental de este tipo de medidas, bajo el lema de “American first”. Potenciar sectores como el siderurgico, construcción o automoción en Estados Unidos están en el “core” de esta decisión.
2. Aumento de la recaudación fiscal: Los aranceles generan ingresos adicionales para el gobierno, que pueden destinarse a programas sociales, de infraestructura o deuda pública. Conviene no olvidar que los aranceles son formas de imposición sobre el comercio exterior y que la elevación de sus tipos impositivos supone, a corto plazo, incrementos recaudatorios, aunque la contracción de este comercio puede generar, a medio plazo, incluso perdidas recaudatorias dependiendo de la contracción de las importaciones como consecuencia de la elevación de precios internacionales.
3. Reducción del déficit comercial: Al desincentivar las importaciones y fomentar la producción local, se puede reducir la dependencia de bienes extranjeros y mejorar la balanza comercial. Este efecto dependerá, en última instancia, de la propensión marginal a importar, es decir, de la necesidad de una economía de tener que recurrir a bienes intermedios para mantener la producción nacional. Si se necesitan materias primas o elementos incorporables a los procesos productivos nacionales y los precios, debido a los aranceles, se incrementan podemos asistir a un incremento del déficit comercial.
Pero los efectos negativos, pueden ser mucho mayores que los presuntos beneficios:
1. Aumento de precios para los consumidores: Los productos importados serán más caros, lo que puede generar inflación y reducir el poder adquisitivo. Si una economía es muy dependiente del comercio internacional, particularmente, en sus inputs de producción, unos aranceles elevados pueden suponer una espiral inflacionista de imprevisibles consecuencias si se ajustan los salarios a esa presión para no perder poder adquisitivo.
2. Eficiencia reducida y menor competitividad: Las industrias protegidas pueden volverse menos eficientes, ya que no enfrentan suficiente competencia externa. En economías con problemas de eficiencia productiva y escasa competitividad pueden generar una falsa idea de funcionamiento normalizado y acomodaticio cuando la protección arancelaria distorsiona la eficiencia real de las industrias protegidas y merma su capacidad de adecuarse a las nuevas necesidades de innovación tecnológica al beneficiarse de mercados cuasi cautivos. En definitiva, la protección excesiva puede llevar a una mala asignación de recursos, favoreciendo industrias menos productivas en lugar de aquellas con mayor potencial de crecimiento.
3. Posibles represalias comerciales: Otros países pueden imponer aranceles a las exportaciones nacionales, afectando la competitividad de las empresas locales en mercados internacionales. En nuestro caso, Bruselas ha venido avisando que, si Estados Unidos impone aranceles a las importaciones de productos comunitarios, la UE responderá con medidas similares y proporcionadas a las aplicadas allí. La pasada semana, la Comisión Europea respondió a las tarifas del 25% americano sobre acero y aluminio procedentes de la UE, con medidas de retorsión que afectarán a las importaciones americanas, por valor de 26.000 m€, que incidirán sobre productos como ciertos alimentos, ropa, motos y alcoholes. Frente a esta acción, la Administración Trump ha anunciado nuevas acciones tarifarias contra productos comunitarios que pueden afectar gravemente a productos regionales como el vino o el aceite de oliva, entre otros.
En general, si bien los aranceles pueden ser útiles en ciertos casos (protección temporal de industrias nacientes, corrección de déficits comerciales), una política arancelaria restrictiva prolongada suele generar más costos que beneficios, afectando la competitividad y el bienestar de los consumidores. La dinámica de aplicación del principio de acción y reacción en política arancelaria conduce a una contracción del comercio internacional y a un empobrecimiento relativo de todos los países afectados. Y especialmente se suelen volver contra aquellos países que la inician, ya que las medidas de retorsión ante una protección arancelaria indiscriminada, se focalizan en aquel país que aplica medidas unilaterales de incremento de aranceles debido a la respuesta en bloque y selectiva, de aquellos países afectados dirigida contra ese país. Es decir, todos los afectados contra el generador de esta dinámica.