Eduardo Muñoz Martínez.- «No tengo miedo de la libertad. No tengo miedo, Señor de la vida, me quiero entregar. Toma mis manos, mi voz y mi andar.» (Del canto litúrgico «No tengo miedo»)
Aunque bien es verdad que por cuestiones litúrgicas este año se ha adelantado el Día del Seminario al domingo, 16 de marzo, no es menos cierto que cada día 19, de este mismo mes, – desde 1935 -, no solamente es el día de San José, o el Día del Padre, sino también el Día del Seminario, en esta ocasión con el lema «Sembradores de Esperanza». Y es que con palabras de Juan Serna, rector del seminario Diocesano, «una de las claves de nuestra vida es la esperanza; son ella, dice, serían impensables muchas cosas cotidianas (…//…) Y así, de algún modo, la meta ya está en el primer paso del camino, ya que la esperanza es también aquello que justifica todos los esfuerzos, la fuerza que nos moviliza y que nos sostiene (…//…), porque en los momentos decisivos de la vida, cuando tenemos que tomar grandes opciones que nos definen, cuando queremos disponernos a la entrega a los demás, cuando queremos situarnos en nuestro lugar en el mundo, necesitamos una esperanza mayor, la gran virtud de la esperanza que es la certeza de que Dios cumple sus promesas y que lleva adelante su obra sin cansarse».
«Sembradores de esperanza». Para cualquier gran obra que nos proponemos hacer en y con nuestra vida, – ya sé que no diré nada nuevo -, necesitamos el apoyo, la colaboración, de los otros. También Dios, para cumplir sus promesas, para llevar adelante su obra sin cansarse…, necesita de nosotros, de personas que hagamos, que hagan pública su presencia en el mundo, en la sociedad que nos ha tocado vivir, en un tiempo, es así, que camina al «paso ligero» de la prisa, de la despreocupación, a veces, por los demás. Para seguir anunciando su mensaje, su Reino, su Verdad, su Vida, su Camino…, está pensando en estos momentos concretos, y en nuestra Diócesis, en chicos, en jóvenes, en adolescentes, como Saúl, Valentín, Junior, Jorge, Juan Carlos, Agustín, Jaime…, que en el silencio interior de sus vidas supieron escuchar, y tuvieron el valor de responder a ella, la llamada, la invitación, a «trabajar en la viña» y que hoy, cómo seminaristas, han logrado descubrir, con palabras de Saúl Calvo Sanz, «el decreto del Concilio Vaticano II sobre la formación sacerdotal «Optatam Totius», da una importancia capital a la dimensión pastoral de los seminaristas como futuros sacerdotes.»
«Sembradores de esperanza». !Y como siembran! Claro que son los seminaristas, los pequeños, los mayores, chicos, adolescentes, jóvenes…, de nuestro tiempo, y siembran esperanza participando de la oración «Estoy aquí», en la Parroquia de San Pablo de nuestra capital; presentando su vida, dando testimonio en otras comunidades parroquiales como, por citar algunas de ellas, Ciudad Real, Herencia, Bolaños, Moral, Porzuna, La Solana, Tomelloso, Villanueva de los Infantes, Malagón, Manzanares, Fuente el Fresno, Campo de Criptana, la Comarca de Los Montes, la Casa Reina de los Ángeles…; viviendo momentos especiales, cual es el caso de haber compartido con la comunidad de San Ildefonso, de Brazatortas; en los «Encuentros 12», organizados por el Seminario Menor con el objetivo de acercar su vida y misión a los niños, a los adolescentes…, que sienten inquietud vocacional, o convocando a las Hermandades de la Diócesis para organizar un campeonato de fútbol sala entre los diferentes grupos de jóvenes y los propios seminaristas.
«Sembradores de esperanza». A unos los llamó a trabajar por la mañana, a otros al mediodía, a otros al final de la tarde… «Nosotros queremos sembrar esperanza, dicen los seminaristas menores, pero no lo queremos hacer solos, nos gustaría que nos acompañéis y sembreis con nosotros (…//…) ! Contamos con vosotros, os esperamos!» Jorge Quintana del Sol, teólogo, se auto pregunta Para Quién soy? , y nos cuenta su experiencia en el Congreso Nacional de Vocaciones, en el que participó el mes pasado junto con otros compañeros seminaristas y formadores, titulado «Asamblea de llamados para la misión». «Un encuentro que nos hacía a todos, dice Jorge, la pregunta «Para quien soy?». Y apostilla él, «Quizás no hemos traído una herramienta concreta que aplicar para que aumenten las Vocaciones, pero sí traemos la alegría y la motivación para que los jóvenes descubran el sueño que Dios tiene para cada uno de ellos».
Cada año, con motivo del Día del Seminario, aparece «Semillero», una publicación, tengo que reconocerlo, que me ayuda muchísimo a escribir estos artículos. En su última página nos presenta un esquema de oración personal que empieza con la siguiente invocación: «Ven Espíritu Santo, ilumina mi corazón y mi mente para que pueda conocer a Jesús. Guíame en este rato de oración. Dirige mis pensamientos, mis sentimientos y mis acciones. Hazme dócil a Tu acción».
Este 19 de marzo será día de regalos a los padres, a los que celebran su santo, y también es día, todos los días lo son, para regalar a los seminaristas, a los formadores, nuestra oración por ellos, para que Dios les apoye y les fortaleza en los momentos de duda, de flaqueza. «Hacen falta obreros en la mies». Hacen falta chicos, jóvenes, que no tengan miedo de la libertad, que quieran entregar sus manos, su voz y su andar. Dios quiera que muchos de estos jóvenes, de estos adolescentes, de estos chicos, digan, más pronto que tarde: «Señor Jesús, te doy gracias por los propósitos que has puesto en mí durante este tiempo de oración. Te pido Tú gracia para poder ponerlos por obra. Qué la Virgen María, madre tuya y mía, sea mi maestra para que en todo pueda responder con libertad a la voluntad de Dios para mí. Amén.