“Prometemos de acuerdo a nuestras esperanzas y actuamos de acuerdo a nuestros miedos”
FRANÇOIS DE LA ROCHEFOUCAULD
(Escritor, político y filósofo francés)

La palabra si, es una de esas expresiones de nuestro idioma que más acepciones tiene. Se usa como conjunción, —como condición y, entre otras, denotando aseveración o ponderación—. Puede emplearse como nombre común femenino —la si, correspondiente a la conocida nota musical—. Como forma reflexiva de los pronombres personales de tercera persona —de él, ella, ellos, ellas—, pero también como adverbio, aportando valor contrastivo a lo expresado por el verbo. En ambos casos lleva tilde, pero no en los anteriores.
En 1974, Gigliola Cinquetti representó a Italia en el Festival de Eurovisión celebrado en Reino Unido, con la canción “Sí”, que quedó en un digno segundo puesto solo por detrás de “Waterloo” del grupo sueco Abba. Menos conocido es que esta canción fue censurada en su país. Cuando se celebró el festival, había una campaña electoral para un referéndum en el que se iba a decidir si se abolía o no la ley de divorcio vigente. Se prohibió su emisión televisada hasta dos meses después, por considerar que el título tenía un mensaje subliminal.
La conclusión fue que aquel plebiscito lo ganó la oposición con su no, lo que permitió que la ley de divorcio que se quería derogar, siguiera estando vigente. Y el éxito fue para quienes exigieron censurar la canción y lograron prohibir su emisión en directo. Pero esta fue una de las pocas excepciones que se han producido, porque en la mayoría de los casos los referéndums se aprueben con el sí que es lo que proponen los poderes convocantes.
Más allá del estudio gramatical de esta palabra, debemos conocer alguno de los usos propios o impropios que se hace de ella en la actualidad por los hispanohablantes. Así se llama coloquialmente a la harto conocida ley del “solo sí es si”, tan popular como polémica y controvertida por carecer de la utilidad para la que inicialmente se elaboró y que solo parece haber servido para minorar las penas de la gran mayoría de los agresores sexuales.
Siguiendo con el uso de nuestros políticos de esta expresión, conviene recordar que a quien hoy se le llena la boca con aquello del si es si, no hace tanto tiempo era el adalid del no es no, para negar su colaboración con determinadas fuerzas políticas en la gobernabilidad del país. Para estos representantes públicos el tránsito lo han hecho sin despeinarse, cuando son ellos quienes encabezan un gobierno sin que su grupo sea el más votado por los ciudadanos españoles. Con ello se ha corroborado una falta de ética y de escrúpulos evidente.
Pero el sí tiene otras acepciones. Así, es el elemento esencial en la adquisición de un compromiso afectivo entre dos personas, lo que les obliga a futuro a quienes lo adquieren voluntariamente. En este caso se trata de una decisión personalísima de los miembros de una pareja. Lo pueden hacer en sagrado, contrayendo matrimonio religioso; o formalmente ante un juez, en matrimonio civil; o lo decidan como una relación afectiva de hecho, sin ningún protocolo formal que los vincule, pero cuya relación necesita regular algunos aspectos.

Pero ese primer si no será el único y, en algunos casos, no es ni siquiera el primero que se otorga. Aunque sí que abre el paso a otros muchos que vendrán después y, lo que es más importante, a seguir generando acuerdos casi diariamente entre sus miembros para conseguir mantener la sintonía entre sus integrantes. Es más, como decía Abraham Lincoln, “El compromiso es lo que convierte una promesa en realidad”. Nuestros deseos —a través de este compromiso—, nos permitirán alcanzar los objetivos que nos hayamos propuesto.
Sin embargo, los miedos o las inseguridades pueden jugar en contra de todo aquello que se desea y a lo que se han comprometido sus miembros. Sea en el ámbito personal o en otros entornos sociales o políticos.

Una obra de nuestra literatura es la conocida pieza de teatro de Leandro Fernández de Moratín, “El sí de las niñas”, en la que se retrata una España muy diferente a la actual: la de principios del siglo XIX, en la que los matrimonios de conveniencia eran muy habituales y en los que la excesiva diferencia de edad entre los futuros contrayentes, era casi una obscenidad. La obra critica estos usos y costumbres, proporcionando una solución práctica que permite una relación más equilibrada entre la joven y un chico de edad similar a la de ella.