Manuel Valero.- Un premio empresarial que va de Libros es más que una simple noticia algo insólito. Y no es porque una Librería no sea digna de ser reconocida y premiada por el propio sector sino por lo raro e infrecuente. Hay otros ramos que suelen acaparar más la atención de los dirigentes en este caso de la Federación de Empresarios de Puertollano (FEPU). Pero este año ha sido una librería, La Mancha una de las empresas que el próximo jueves recogerá un merecido premio. A uno le alegra triplemente el galardón, desde luego merecidísimo: por mi condición de cliente, por la de lector y por mi faceta de escritor. Si por un lado Javier Flores de Ediciones Puertollano ha sido y será mi editor hasta que lo haga rico o lo arruine o ninguna de las dos cosas que es lo que está pasando, Librería La Mancha, ha contribuido a la exposición y venta tanto de mis libros como los de otros autores locales. De modo que he tenido y sigo teniendo la suerte de conocer de primera mano a editor y a libreros porque lo que se vende fuera en lo tocante a uno -que se vende no se vayan a creer- es Javier Flores quien lo controla.
En casos como este que el reconocimiento es tácito y explicito se cae en la cuenta de la importancia de una librería y la suerte que tenemos los puertollaneros de contar con una como La Mancha en una zona absolutamente estratégica y céntrica de la ciudad: en el enorme vergel que oxigena la ciudad que es nuestro Central Park salvando las distancias pero no tanto porque quien quiera que haya visto el Paseo de San Gregorio desde una azotea aledaña sabrá que, al menos estéticamente, uno no miente.
De modo que hay que reconocerle a FEPU que esta vez hayan tenido la clarividencia de convertir en estrella del empresariado a un negocio familiar de vende libros y material escolar. Y es que estoy convencido de que un grandísimo porcentaje de libros afamados por estar firmados por autores/as rutilantes que se han vendido en Puertollano, lo han sido en el mostrador que atienden Eli y Pepe bajo la supervisión de Óscar, actual gerente e hijo de Isabel, fundadora en 1971. Para quienes somos asiduos y mantenemos una relación de amistad con todos ellos no nos ha sido difícil ver a Pepe en el escaparate de la Librería colocando las novedades sobre todo en fechas estratégicas como Navidades, los días del Padre y la Madre y la Feria del Libro en la que también participa La Mancha con una caseta que durante los últimos años ha sido la contigua a la que monta Ediciones Puertollano. También lo ves cuando toca colocar una buena ristra de Planetas– los premios más tongo de todo el circo betsellérico– o las ultimas novedades, ya digo, de los que se anuncian por la tele, Reverte, Posteguillo, Redondo y la tridimensional Carmen Mola que como ustedes saben son tres tiacos quienes escriben los libros bajo ese pseudónimo sin que uno haya alcanzado a dar con la razón. ¿Por convertir a una mujer en multiventas? ¡Anda que no tenemos mujeres de éxito editorial, entre ellas María Dueñas, que además es paisana.
En fin que todo un acierto. Acabo con dos anécdotas. Espero me disculpen la inmodestia por que se trata de dos de mis libros, editados por Javier Flores (desde aquí una mención a Julián Gómez que editó, Ultramar, el tercer libro de la tetralogía novelada de la historia de Puertollano: durante una feria del libro, digo, Pepe comenzó a leer Carla y el señor Erruz y no lo soltó hasta que lo acabó. Y en la Navidad de 2018, la Librería montó un árbol formado por El esplendor y la ira, el último libro de la tetralogía, y francamente era un placer ver como menguaba el arbolito y como crecía y volvía a menguar, lo cual para un escritor como el que suscribe que no hace rico a su editor pero tampoco lo arruina , insisto, es un consuelo frente a las cifras astronómicas que venden en España apenas una decena de betsellerianos, pues soy de la opinión que la Literatura con mayúsculas a la que llegamos a conocer los de nuestra generación en los últimos estertores, ha muerto.
Enhorabuena a la Librería La Mancha. Espero que este reconocimiento sirva para que vendáis más y mejor.
PD.- Otro negocio premiado ha sido Café Viena, uno de los dos cafés en madera y atabernado a lo irlandés que hay en Puertollano, y a cuyo dueño Alejandro tengo el gusto de conocer. Taberna y libros no son antípodas.