Enrique Ortega Gironés. Geólogo de MAYASA entre 1982 y 1996.– Durante las últimas semanas han sido publicadas en la prensa diferentes informaciones sobre la próxima puesta en explotación del yacimiento de wolframio y oro de El Moto, situado en los alrededores de Abenójar, provincia de Ciudad Real. Sin duda alguna se trata de una magnífica noticia, no sólo por los impactos de este proyecto minero sobre la economía y el empleo de la comarca, sino también por sus implicaciones a nivel nacional y europeo.
Según las declaraciones de la empresa titular de la nueva mina (Abenójar Tungsten S.L.), las reservas del yacimiento ascienden a 91millones de toneladas de mineral de wolframio con una ley media de 0,44% WO3 y 1,2 millones de onzas de oro, lo que a la fecha de hoy representa el mayor yacimiento de Europa de este mineral. Debe tenerse en cuenta que el wolframio está ahora considerado como sustancia estratégica y crítica por la Unión Europea, ya que se trata de una materia prima indispensable para la industria aeroespacial, la defensa y la producción de tecnologías limpias. En un momento especialmente delicado por el actual contexto geopolítico, Europa es dependiente de los suministros externos de este mineral, que en su mayor parte provienen de China, el mayor productor mundial, que durante los últimos meses ha iniciado una preocupante política de restricciones a sus exportaciones minerales.
El inicio de la explotación de El Moto no sólo supone una excelente noticia para el menguado sector minero español, sino que además permitirá reducir significativamente el grado de dependencia de la industria europea para el suministro de este mineral crítico. Sin embargo, lo publicado sobre este yacimiento ha ignorado detalles importantes sobre la historia de su hallazgo, de la que deben extraerse importantes conclusiones, especialmente aplicables al contexto actual del sector minero español.
Se ha afirmado que el yacimiento de El Moto fue “descubierto por primera vez durante la exploración de oro por la empresa estatal española MAYASA”, lo cual no es del todo correcto. Es cierto que el hallazgo fue realizado por MAYASA (Minas de Almadén y Arrayanes S.A.), pero no dentro de un proyecto focalizado en el oro, sino dentro de un plan sistemático de búsqueda de metales en las concesiones que dicha empresa poseía a finales del siglo XX. Entre los objetivos de aquel plan de exploración, se encontraba la búsqueda de mineralizaciones de estaño y de wolframio asociadas a cuerpos graníticos escondidos, es decir, que no llegaban a aflorar por encima de la superficie, quedando ocultos bajo el suelo. También, por ser noticia de actualidad y por su importancia estratégica, debe recordarse que MAYASA, como resultado de aquel plan sistemático de exploración, localizó en la zona de Montes de Toledo (como también lo había hecho otra empresa estatal, ENADIMSA, en otras áreas) mineralizaciones de tierras raras.
Para el desarrollo de aquella actividad exploratoria, gracias a un proyecto internacional subvencionado por el Programa de Materias Primas de la Unión Europea (Raw Materialas Program), MAYASA pudo contar con el apoyo de sofisticadas herramientas como la teledetección y los Sistemas de Información Geográfica. El carácter novedoso de aquella metodología, pionera en aquellos momentos, quedó reflejada en la prensa de la época. Así, en la edición del 15 de mayo de 1990 del periódico económico CINCO DÍAS), además de detallar la tecnología utilizada, se mencionaba textualmente que el yacimiento de El Moto ya había sido localizado a una profundidad de 70 metros, gracias a los primeros sondeos de reconocimiento, describiéndolo como un “yacimiento de wolframio y arsénico con oro asociado, cuya riqueza era similar a la de los depósitos explotados en nuestro país”.
En aquel momento, con tan sólo los datos de las primeras perforaciones, era imposible conocer las reservas existentes, y aunque era indudable su potencial, desgraciadamente el proyecto no pudo tener continuidad. En primer lugar, hubo muchas dificultades para acceder a la zona, ya que el propietario de los terrenos, durante años, no permitió la entrada a la finca donde se encontraba el yacimiento, impidiendo así la continuación de los trabajos.
En segundo lugar, debe recordarse que por aquellos años no soplaban vientos favorables para la minería. Los precios de los metales estaban muy bajos y la práctica totalidad de las minas de wolframio en España y Europa habían cerrado. La competencia que llegaba de China, emergente en aquellos años de globalización como proveedor de materias primas a precios muy bajos, era imbatible. Además, era creciente la presión medioambiental contra la minería, en parte alentada por las políticas de la misma Unión Europea que ahora intenta revertir esa tendencia. Este cúmulo de circunstancias negativas hicieron que el proyecto quedase congelado y que, unos años más tarde, la concesión quedase caducada, dejando el área libre.
Para comprender bien lo que ocurrió después, debe tenerse en cuenta la idiosincrasia y las particularidades de la actividad minera, donde la búsqueda de nuevos yacimientos implica inversiones muy costosas y de alto riesgo. A título informativo, baste decir que, como promedio, a escala mundial, tan sólo uno de cada 100 proyectos, después de la fase de exploración, localización del yacimiento, reconocimiento, cubicación y estudios de viabilidad, llegan a alcanzar la condición de minas explotables. Por eso, las empresas mineras están muy atentas a la aparición de zonas donde la mineralización ya ha sido descubierta y están disponibles para ser solicitadas (como ocurrió en el caso de El Moto), reduciendo así de forma muy significativa los tiempos, los costos y los riesgos asociados a las fases de exploración e identificación del área.
Tampoco debe olvidarse que la viabilidad económica de una explotación minera no depende solamente de la cantidad y concentración del mineral, sino también de su precio, frecuentemente vinculado a ciclos de medio o largo plazo. Esta es la razón por la que las empresas titulares de yacimientos que no alcanzan el umbral de viabilidad en el momento del hallazgo, suelen mantener vigentes las respectivas concesiones durante dilatados periodos, a la espera de la evolución del mercado de metales.
En el momento actual, los vientos contrarios que soplaban a finales del siglo XX han rolado a favorables brisas de popa, gracias a la evolución de los precios asociada al desarrollo tecnológico y a la presente situación geopolítica. A estos cambios, deben sumarse las nuevas directivas europeas que, como ya se ha mencionado y al contrario de lo que ocurría hace décadas, tratan ahora de incentivar la autosuficiencia en materias primas minerales. Gracias a este nuevo contexto, el proyecto de El Moto ha podido desarrollarse en consonancia con la riqueza de su subsuelo y ofrecer las magníficas perspectivas que está presentando, tanto a la comarca de Abenójar como a la minería española, no sólo por la explotación del yacimiento, sino también por la cadena de valor que lleva asociada.
Pero este reconocimiento, que debe incluir una felicitación a Abenójar Tungsten S.L. por su éxito, no debe permitir que quede en el olvido el esfuerzo que en su día realizó el equipo geológico de MAYASA. Tampoco debe ignorarse el logro técnico que supuso descubrir un yacimiento totalmente virgen, oculto por una espesa capa de sedimentos, en una zona alejada de los dominios tradicionalmente asociados a la minería del wolframio, aunque las circunstancias de la época impidieran culminar el éxito con su puesta en explotación.
Por otra parte, el justificado optimismo por la apertura de la nueva mina, no debe impedir que se aprendan las lecciones que la historia enseña. Es muy cierto que el final del siglo XX y el inicio del siglo XXI fue un periodo muy difícil para la minería en España, y muy especialmente para Minas de Almadén, cuando quedó abortada su actividad principal, que había estado durante milenios centrada en el mercurio. Bajo aquellas circunstancias, fue muy complicado mantener vigentes las concesiones que la empresa poseía en aquellos momentos. Pero las decisiones sobre temas mineros deben tener siempre una visión de futuro a largo plazo, y si se hubiese conservado la titularidad sobre la zona de El Moto, la situación actual de la empresa podría ser ahora muy diferente.
En cualquier caso, no tiene sentido, como en el cuento de lechera, lamentarse por la leche derramada y mucho más importante que juzgar lo ya ocurrido es analizar correctamente el presente y sus posibles proyecciones hacia el futuro. Porque, ¿es El Moto un caso único o puede haber otras zonas con un potencial similar, cuya exploración fue paralizada por las perspectivas desfavorables del momento, y que ahora podrían ser diferentes? Y también, cabe preguntarse, ¿por qué este proyecto de wolframio cuenta con el beneplácito de la Administración, mientras que, en áreas geográficamente próximas, proyectos focalizados en materiales estratégicamente aún más importantes, como son las tierras raras, no parecen contar con el mismo apoyo?
Además de lo anteriormente mencionado, desde el punto de vista técnico, debe tenerse en cuenta el formidable desarrollo experimentado por las técnicas de exploración minera a lo largo de las dos últimas décadas, abriendo nuevas posibilidades en terrenos previamente explorados o incluso en los considerados como estériles. Y desde el punto de vista administrativo, no debe olvidarse la nueva legislación europea, específicamente diseñada para establecer un marco que garantice el suministro seguro y sostenible de materias primas fundamentales.
Por todo ello, esta nueva situación ofrece excelentes posibilidades para aprovechar, explotar y reinterpretar, a la luz de las nuevas perspectivas y mediante las últimas tecnologías, el enorme volumen de información geológico – minera, millones de datos almacenados y disponibles sobre el potencial de nuestro subsuelo, que duerme el sueño del olvido en estantes de bibliotecas, litotecas, mapas y bases de datos subutilizadas.