Qué hermosas

Ramón Castro Pérez.- No hay semana ni mes en el que podamos descansar. Recientemente, hemos descubierto que, si gobiernas un país y este es invadido violentamente por fuerzas extranjeras, debes ceder los territorios sin oponer resistencia pues, de lo contrario, corres el peligro de convertirte en un dictador que condena a su pueblo a una muerte segura. Peor aún es que todo esto suceda muy cerca de un grupo de países que, años atrás, se unieron sin otro objetivo que perjudicar a una gran superpotencia que jamás ha atentado contra nadie y que lo único que desea es que la libertad y la democracia se hallen, cada vez, más fortalecidas, a lo largo y ancho de este mundo. Debe ocurrir que quienes mueven los hilos están completamente seguros de que creeremos cualquier cosa que digan, incluso si el mes próximo cambian de opinión.

Este malabarismo dialéctico no conoce límites y así lo hemos podido comprobar cuando, hace escasos días, nos aseguraban que condonar deuda autonómica es equivalente a perdonarnos el veinte por ciento de nuestra hipoteca. Es más, ni siquiera es necesario entender de financiación autonómica, pues lo que se nos trasladó directamente es que el partido de la oposición no desea que el Estado nos pague una parte de la hipoteca que contratamos para adquirir nuestra vivienda. Brillante. Será difícil de superar.

Sigamos buceando. No hay profesores. Por lo visto, los dos meses de vacaciones en verano y el mes restante entre puentes, navidades, semana santa y carnaval no son suficientes para atraer capital humano a las aulas. Tampoco el puesto de trabajo fijo ni las estupendas condiciones en las que se desempeña una labor sobre la cual todo el mundo opina despectivamente, indicando cómo debe enseñarse a los muchachos, siempre, eso sí, desde la comodidad que da saberse lejos del aula. Las bajas difícilmente se cubren y nadie entiende por qué ni desea explicaciones. Queremos culpables y son, cómo no, aquellos que han decidido trabajar allí donde se sienten mejor valorados y pagados, algo a todas luces ilógico. Profesores. Permitámonos el lujo de acabar con ellos.

En un mundo donde hay gente que afirma desconocer quién paga el piso de lujo donde reside y, al mismo tiempo, son muchas las personas que están dispuestas a mirar para otro lado, puede sobrevenir una epidemia que logre que, precisamente aquello que aseguramos combatir, sea lo que escondemos debajo de nuestras propias alfombras y que, una vez nos las levantan, afirmemos que la mugre que no se ve, simplemente no está. No hay que apartar. Sólo tapar. Qué hermosas tragaderas.

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