Panorama desde el puente

Manuel Valero.- Cuando la crisis financiera de 2008, negada por el ministro Solbes, azotó el mundo, y el hoy mediador errante, José Luis Rodríguez Zapatero bajó la pensiones (menos las mínimas y las no contributivas), y el sueldo a los funcionarios por imperativo telefónico del mismísimo Barak Obama, el sistema político español se tambaleó y de aquella ebullición surgió una nueva forma de hacer política que señalaba a los vetustos partidos tradicionales como una casta decadente que se había repartido el poder practicando un sibilino y negociado bipartidismo.

La caída de la actividad económica y del PIB, el colapso del sector de la construcción y el aumento del paro generaron un descontento social que se visualizó en las plazas de las ciudades como una espontánea  revolución pacífica sin firma identificativa. Canalizada esa decepción que provocaba hastío por unos políticos que se dedicaban más a especular que a resolver los problemas de la gente, apareció en el horizonte una pléyade de jóvenes que venían para quedarse, decían, y practicar otra política basada en la defensa a ultranza de los  derechos sociales, la economía planificada, antiatlantistas, una política feminista radical y la ampliación ad infinitum de las alternativas sexuales. Porque querían y porque Podían.  En Ciudad Real, como en otras ciudades, acamparon en plazas, se pasaban comida, en una solidaria performance que llamaba a un nuevo tiempo político en el que hasta el lenguaje oficial iba a ser trastocado  por sexista y machista.

Y así surgieron las mareas, los comunes, los podemos, los compromis, etc.  IU ya estaba allí con un glorioso pasado pero fue aniquilada y absorbida por los morados con el visto bueno de un líder inocuo,  Alberto Garzón, cartera ministerial a cambio.

Al otro lado de la barra estaban los cow-boys de Vox que advertidos por el auge de los nuevos comunistas y ante la pasividad del PP, decidieron avivar la vieja derecha en los nuevos tiempos y se erigieron en los abanderados de la derecha valiente para equilibrar el avance del otro extremo.

Antes, en Cataluña y para catalizar el voto no indepe había surgido Albert Rivera  un chico joven, valiente, de verbo ágil, desacomplejado  y probada inteligencia (hasta que se negó a pactar con el PSOE en abril de 2019) y creó Ciudadanos que apareció en el proscenio como un candidato serio, tan serio, que se creyó adelantar al PP, por el centro.

Antes, también, una veterana socialista ninguneada por el aparato, llamada Rosa Diez creo el partido Unión, Progreso y Democracia (UPyD) con el que probó suerte en un par de elecciones… hasta que desapareció del mapa.

En apenas diez años el resultado tiene pinta de acabar de forma muy distinta a la que concibieron los nuevos chicos y chicas que trajeron un aire tan fresco que hicieron del Congreso una suerte de Aula Magna.

La UPyD de Díez ha quedado en el olvido,  donde le ha hecho un hueco a Ciudadanos de Rivera.  Unidas Podemos o Podemos a secas, vivió sus años de vino y rosas con vicepresidencia y cinco carteras pero ya no, Sumar y su ilideresa de boutique no parece tirar… No se ve buen panorama desde el puente sobre todo, tras las denuncias por acoso sexual contra dos de los dirigentes de la nueva política  Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, más feministas ellos que ellas.  Héroes de papel. Vox  entra en turbulencias. Pacta con el PP, luego le retira su apoyo y por esas cuestiones internas de los partidos se le empiezan a fugar los cerebros.  Y luego va Santiago Abascal y se pone a alardear al lado de Donald Trump y su bufón plenipotenciario Elon Musk que sostienen que fue el irresponsable Vlodimir Zelenski el que se empezó  la traca.

Un puñado de partidos que al cabo de una década no suben sino que desaparecen o bajan. Y ya se sabe que si los pequeños de un signo u otro bajan, quienes son los que recogen las almendras. Exacto. Esos. Los del bipartidismo.

El bipartidismo que fue el objetivo a batir por los nuevos cerebros de la neoizquierda española hoy fuera de línea o encausados por acosadores, por los socialdemócratas de Diez hoy evaporados, por los centristas puros de Ciudadanos, hoy  licuados, por los de la Vox  genuina de la patria al lado de uno que se parece al de la matanza de Texas…  el bipartidismo digo, no solo no ha caducado sino que puede salir reforzado si continua la tendencia a la baja o la insistencia en despropósitos y alianzas estrambóticas. Salvo que surja un nuevo partido como parece ser entre antiguos y destacados dirigentes de Ciudadanos y de Vox.

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