En defensa del trabajo social

Vicente Rodríguez Montalvo.- Hace cosa de 2 años y medio, en el verano de 2022, me permití escribir un artículo que fue compartido y difundido gracias al Colegio. El mismo llevaba por título «La protección social como certeza frente a la incertidumbre del virus» y en él escribí lo siguiente a razón de la pérdida de un ser querido:

«Hoy, a más de dos años de aquellos tristes hechos, aún hay varios momentos durante el día en que la emoción me supera y alzo mi mirada hacia el cielo, en un gesto discreto e íntimo. Pero ahora he logrado mutar ese dolor en ilusión y fortaleza. Antes, en la oscuridad de mi duelo, era el deseo venganza el que exigía justicia. Ahora es la serenidad resultante del paso del tiempo, la que aboga por una sociedad más benefactora y más justa con los menos fuertes.»

En aquel momento intenté hacer una defensa de la protección social y de la dignidad de las víctimas desde el cajero de un supermercado dado que buenamente me ganaba la vida con ello. (Paréntesis: Nunca olvidemos la esencialidad del personal del supermercado, generalmente siempre y particularmente, durante la pandemia.)

En la actualidad, pasados casi 5 años de aquellos tristes hechos, el deseo de venganza sigue siendo inexistente y la serenidad se conserva íntegra y perene. Además, gracias a una llamada telefónica que recibí mientras ordenaba y abastecía los estantes de dulces, me gano la vida feliz y dulcemente ejerciendo el trabajo social en mi tierra que no es otra que Castilla-La Mancha. He tenido en más de dos años la oportunidad, fruto de los vaivenes de la interinidad, de observar y participar en realidades sociales tan dispares como el despoblamiento rural, la «masificación» demográfica fronteriza con la Comunidad de Madrid, pasando por los sinsabores del trabajo administrativo y la dicha de trabajar en una residencia de mayores. Toda esta modesta experiencia me ha hecho experimentar muchas sensaciones y provocado muchas reflexiones que terminan por desembocar todas ellas en la misma conclusión; la importancia de una profesión como el trabajo social. Somos verdaderos agentes de cambio en la vida de muchas personas. Podemos y debemos serlo, estableciendo como único límite el principio de autonomía de la gente. Por supuesto. Aquí no estamos para organizarle la vida a nadie porque esa no es nuestra función.

Creo sinceramente que son tiempos de esperanza para nuestra profesión y que debemos de enfrentar estos tiempos con una convencida defensa de la dignidad de la misma, haciéndonos valer ante quienes nos posiciona en roles y estructuras subalternas, exigiendo simple y llanamente respeto e igualdad. Nuestra mirada (observación) y nuestra mano (nuestra acción) son las que salvaguardan la dignidad de «pequeñas» personas frente a grandes estructuras de poder, cuando sus derechos sociales no son reales y efectivos.

La capacidad de defensa de nuestra identidad y nuestra profesión también incluye la colegiación y la máxima participación posible en los procesos de construcción, porque la unidad está demostrado que es garantía de éxito y la crítica por la crítica no es procedente si no se participa activamente. No tenemos derecho a pensar que de nada sirve si al menos no lo hemos intentado.

Después de 8 años desde mi graduación, siento que el trabajo social merece la pena. Adelante compañeras y compañeros.

Vicente Rodríguez Montalvo

Trabajador Social PRAS

Colegiado 13-2122

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