Aquel día al fin llegó. Y vaya que si lo hizo. Sus consecuencias no pintaban nada bien para los que se encontraban implicados. Daba igual que fuesen hombres o mujeres, ancianos o niños, comerciantes, arrendadores o sastres. Allí se hallaban todos. ¿Por qué fue así? Uno de los suyos había sido el principal causante, pues a todos los incluyó en su propia confesión. Pero ¿qué había ocurrido meses atrás para que se alcanzase tan fatídica fecha?
Llegada la primavera de 1483, el mes de abril en concreto, el tribunal de la Inquisición llegó a la población de Ciudad Real.
Transcurridos los meses estivales de preparativos, un 14 de septiembre, domingo, en la iglesia de Santa María se daría lectura al Edicto de Gracia. Comenzó por aquel entonces un lapso de treinta días conocido como Período de Gracia que sería prorrogado por otro período de igual cuantía.
Por ello, allá por el 14 de noviembre se iniciarían los procesos contra la población conversa de la ciudad gracias al infame testimonio que había acontecido diez días antes. Era el 3 de noviembre de 1483 cuando el lenguaraz y poco amigo de sus correligionarios conversos, Fernán Falcón – hijo de Juan Falcón “El Viejo” –, había dado su testimonio implicando a la mayoría de ellos. Desde ese momento sólo pronunciar su nombre en cual proceso por los miembros del tribunal o sólo escucharlo por parte de los integrantes de su lacerada comunidad conversa, sería motivo suficiente para refrendar la acusación por la que se iniciaba el proceso de cualquiera de ellos.
Sin embargo, durante el transcurso del Período de Gracia que duró sesenta días, se dio pie a que muchos de los que tenían que ser interrogados confesasen antes de que finalizase este plazo. En el último día, 13 de noviembre, confesaría Leonor de la Oliva, iniciándose los procesos inquisitoriales a la mañana siguiente.
Pasado el final de año, el 7 de enero se harían públicos los testimonios de aquellos que atestiguaron en el primer proceso, el del conocido y relevante arrendador de alcabalas y tercias, Sancho de Ciudad, aunque él mismo y su esposa María Díaz hubieron de ser juzgados in absentia, al haber iniciado su huida lejos de Ciudad Real unos meses antes.
MANUEL CABEZAS VELASCO