Ramón Castro Pérez.- Antaño, la música se empleaba para distinguir tribus y se convertía en la religión que estos colectivos adoraban en antros oscuros, entre alcohol y vatios de sonido descontrolados. Punkies, rockers, mods, heavies y pijos se congregaban en zonas lo suficientemente próximas como para motivar encuentros que no se saldaban, precisamente, con abrazos.
Hoy, los prejuicios son tan absurdos que ni requiere de la música. Los garitos se han sustituido por gimnasios, hoteles, centros médicos y cualquier otro negocio que permita agrupar a sus clientes por creencias, sexo, raza u orientación política. La confrontación, por otro lado, ya no ocurre en la calle, sino en las redes sociales y los bares han quedado para comer y echar las cañas a golpe de «selfie».
Hoy tenemos tribus virtuales, campando a sus anchas en X, tik tok y similares. Fascistas, neoliberales, católicos, comunistas, anticapitalistas y ateos se dan de hostias en estas plataformas, desde el móvil, con netflix de fondo, a base de gigas de tráfico provisto por millones de servidores dedicados a intercambiar sopapos y estupideces a todo tren, eso sí, en casa.
¿Hasta qué punto es esto realmente cierto? ¿Qué relevancia tienen, realmente, las redes sociales y las cómodas trincheras desde las que se disparan, entre sí, los indignados de cada uno de los colectivos? ¿Son tan importantes? Lo ignoro, porque no veo bofetadas a mano abierta en los bares, ni discusiones a voces que no sean de fútbol, ni tampoco quedadas en algún callejón para inflarse a tortazos. En eso, parece que hemos avanzado. Claro que, si el remedio es verter en una red social toda la bazofia, incultura, odio, asco y lástima que uno lleva dentro, tal vez hayamos retrocedido o, peor aún, involucionado.
Supongo que, cada día que pasa, somos un poquito más gilipollas, en general. Sigamos así, encerrándonos en nuestros dogmas y reafirmándonos en ellos, excluyendo al resto, incluso cuando sus argumentos coinciden, de base, con los nuestros. Y, todo ello, sin que la música sea la excusa. Somos gilipollas, sí. Vaya que sí lo somos.
…Pero gilipollas de verdad
Nunca será lo mismo el dialogo cara a cara q x redes, y es q la gente se crece mucho x red y si, suelen ser los mas gilipollas los q mas ruido dan , aquellos que cara cara callaban mucho…
En fin antes eran tiempos de rock n roll y ahora …