¡Aquellas Navidades de entonces!

Eduardo Muñoz Martínez.– Cuando uno ha nacido poco después de la Mirinda, – que lo hizo en 1956 -, y no mucho antes que la Fanta, – o su comercialización en España allá por 1961 -, para que no piensen demasiado les diré que en 1958, vive las Navidades, cual dice Juan Diego García – Abadillo, como un tiempo de muchos y grandes recuerdos. Y es que la Navidad en mi pueblo, Miguelturra, y en aquella segunda mitad del siglo XX, que por entonces comenzaba, realmente era un tiempo, una fiesta…, profundamente marcada por la Religión y las Tradiciones Locales. Las calles, en general poco iluminadas, vibraban con los villancicos, que por entonces sí eran los auténticamente populares, aprendidos y transmitidos de generación en generación; no sé si en todas las casas se ponía el «belén», pero sí afirmo que no en todos los hogares se montaban con el mismo lujo de detalles y calidad de las figuras; es verdad que la «Misa del Gallo», que por entonces no reemplazaba a las Eucaristías vespertinas, cómo parece ser que quieren conseguir ahora y que como marca la tradición, actualmente da la impresión de que no tanto, comenzaba a las 12 de la noche, obligaba a que la cena, sencilla pero familiar, no fuese demasiado tarde, – por aquello del ayuno eucarístico…, eran unas Navidades, también, en las que las ciudades, los pueblos…, no ostentaban tanta iluminación como ahora; en las que Papá Noel, apenas conocido, no tapaba el protagonismo de los Reyes Magos…, ! menos mal que todavía permanecen las cenas, los dulces típicos, – de ahora más que de antes -, el sentido de la comunidad…, que a fin de cuentas es el alma de la celebración.

Eran unos tiempos, al menos en el seno de las familias donde el padre era albañil y la madre criada, – que todavía no se hablaba tanto de las empleadas de hogar -, en los que él «belén» cabía, – junto con un pequeño árbol -, encima de aquellas mesitas de madera, con tres patas, conocidas como «veladores»; eran unos años en los que, en este tipo de familias, se iluminaba el «Nacimiento», mitad artesano, – con cartón -, mitad figuras de plástico, compradas en la tienda de «Los Coloraos», o de Carmen, «la de los trapos, – porque tenía mercería -, o con casitas de corcho, si no eran muy caras, con una bombilla roja, – ya ha prescrito el delito -, sustraída en alguna obra, que se utilizaban como señales de peligro; eran tiempos en los que, por ser más baratos, solían comprarse los»mantecados de hojaldre», de «Casicas», las «perrunas» de Antonio Ramos, los churros de Simona, para tomarlos con chocolate…, aunque a veces los churros se cambiaban por rebanadas, por ser más baratas, tomándose estos productos tras regresar de la «Misa del Gallo», y cantar algunos villancicos en el monumental «Belén», este sí, que se colocaba por donde hoy está el monumento a la «Mujer Trabajadora», junto a la Parroquia. Y, !cómo no!, para regar y hacer «pasar» estas ricas «golosinas» estaban los anisados, los licores (mistelas, brandys, cremas…) de Dominico, igual que ahora, o de Hervás.

En Nochevieja, salvo la ausencia de la Misa, los cambios eran inapreciables, aparte de las tradicionales «uvas de la suerte» que, como no había tantos televisores ni receptores de radio, se tomaban al ritmo que cada uno se ingeniaba terminando todo, como ahora, en la Noche de Reyes. Aquí, porque la economía en casa era muy ajustada, los protagonistas eran los abuelos paternos, – a los maternos no los conocimos ni mi hermana ni yo -, y mis tíos Eustasio, hermano de mi madre, e Iluminada, que cada año se encargaban, unos y otros, de hacer realidad la visita de Los Magos. Eran unas Navidades sencillas, ya lo han podido comprobar, en las que no había mucho, es verdad, pero no nos faltaba de nada. ! Cuantos recuerdos acuden ahora, amigo Juan Diego García – Abadillo, a nuestras memorias, en estas vísperas de Navidad!

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