Hay veces en que es conveniente contener la urgencia de hablar, antes que tener que comerte tus propias palabras; porque la opinión propia no solo se fragua desde el sesgo propio, sino sobre todo desde la información que nos va llegando, y donde a menudo se cuela la desinformación. Cuando la desinformación cala en alto grado, resulta bastante preocupante, y el caos es el mejor terreno para abonar bulos, como diría Felipe VI. Demos tiempo al tiempo para poner las cosas en su sitio. No tardaron en culpar a la ministra Ribera por la destrucción de pantanos que hubieran evitado la catástrofe de la DANA en Valencia, sin tener ni puñetera idea de cuantos, cuáles o de qué tipo de pantanos se trataba; por no hablar de las decenas de muertos que había en los garajes subterráneos, la ocultación de cifras de muertos o desaparecidos, o -mucho peor por tratarse del presidente de la Comunitat Valenciana, Carlos Mazón, y no un mindungui parlanchín en internet- culpar de su inacción al Ejército español, a la Confederación Hidrográfica del Júcar; o -como hizo Feijóo- sembrar dudas sobre la AEMET.
Van pasando los días después de la catástrofe en el área metropolitana de Valencia, y no hay día que pase en que conozcamos algo más sobre lo que sucedió. También van apareciendo relatos contradictorios sobre las actuaciones de los actores y responsables en la gestión de la alerta roja del día 29 de octubre. Bueno, es obvio que donde hay verdad no caben versiones ni dilación en el relato, y que cada vez se va sabiendo más sobre muchas cosas. Pero tengamos paciencia, mucha paciencia. Al final, en un estado de derecho la verdad no se dilucida con urgencias, sino con sentencias judiciales, qué determinará las responsabilidades conforme a derecho en este caso (de momento, el TSJCV ha iniciado pesquisas). Ya sucedió con los atentados del 11-M de 2004, donde la intoxicación no fue urgente, sino constante durante todo el proceso de instrucción y el juicio, con un juicio paralelo contra la representante de la asociación de víctimas de aquel atentado, Pilar Manjón, y contra el juez Bermúdez. Cerca de cuatro años durante los cuales el diario El Mundo, entre otros medios, jugó un papel estelar en su intento por atribuir los atentados a ETA, sembrar dudas sobre las actuaciones judiciales y de las fuerzas de seguridad del Estado, y exonerar de culpa y falsedad al Gobierno de José Mª Aznar. Si hace veinte años no hablábamos de post-verdad, ni de trumpismo, ni de la amenaza que ejerce la extrema derecha sobre la democracia, ni de los bulos, hoy en día la proliferación de pseudo-medios desinformativos y la incitación al odio forman parte del paisaje cotidiano con tanta fuerza destructiva como la que ha tenido la DANA. No interesa la verdad, sino el pim-pam-pum.
Estos fenómenos meteorológicos no son nuevos, la Comunitat Valenciana los sufre con mayor o menor intensidad con bastante frecuencia, determinados tanto por la geografía como por las condiciones del clima en la zona. La Albufera surge justamente de ese contexto, una zona que recoge las aguas que provienen de los barrancos y ríos próximos, que fueron formando sedimentos hasta crear una barrera frente al mar, y que con el tiempo se ha ido domesticando, o sea, como contaba Blasco Ibáñez en su novela Cañas y barro, ganando terreno al agua para cultivar. En 1957 una grave inundación dio lugar a que el cauce del Río Turia fuera desviado de su curso natural atravesando la ciudad por el Norte; gracias a aquello la capital se ha salvado esta vez. Por eso, no dejo de preguntarme por qué no se toma en serio que se haga también en esta zona algo similar a lo que se hizo con el Turia: obra pública para contener o canalizar grandes riadas al Sur del Río Turia, a medida que se ha ido colmatando el territorio y transformando el mapa.
El PATRICOVA (Plan de acción territorial de carácter sectorial sobre prevención del riesgo de inundación en la Comunitat Valenciana) recoge los mapas de riesgo por inclemencias del tiempo, que afectan muy particularmente a esta zona. Tragedias como las ocurridas en otras partes de España, como la riada en Badajoz en 1997, o en el camping de Biescas en 1996, también nos recuerdan que las zonas inundables, en cualquier parte de España, deberían respetarse y evitar su urbanización. Sin embargo, según Datadista.com, la DANA ha afectado a más de 75.000 viviendas en 47 municipios, donde el 30% se construyó en zonas inundables.
Pero los planes urbanísticos que consienten la ocupación del territorio en zonas inundables dependen de las comunidades autónomas y los ayuntamientos; y es evidente que aquí se han obviado por intereses de todo tipo por un crecimiento desmedido de los municipios de estas áreas próximas al puerto de Valencia, principalmente a comienzos de este siglo, por la maldita creencia en la bondad de la expansión y el crecimiento desmedidos. Esta sobreexplotación urbana del territorio, además de sufrir un daño patrimonial considerable, ha contribuido a hacer más dañina la riada con el arrastre de vehículos. La información sobre el volumen de agua de las riadas actuales no admite comparaciones con otras anteriores: el cambio climático ya no es una promesa de futuro, está aquí para quedarse. En la foto de DATADISTA, se aprecia muy bien una línea gruesa al sur de la capital que corresponde a la canalización del Turia, así como la colmatación actual del área metropolitana y el área recientemente inundada.
Hace tiempo que la gente, y muy especialmente el sector hostelero, se queja de que los informes meteorológicos sean alarmistas con respecto a las lluvias, porque retraen la actividad económica. A mi modo de ver, seguramente ésta sea la razón de fondo por la que el Presidente Mazón anunció en rueda de prensa, hacia la una del mediodía, que la tormenta iba a amainar hacia las 18,00 h. restando así importancia a la alerta roja que ya se anunciaba desde primera hora de la mañana y no tomando ninguna medida ni comunicación con los pueblos afectados.
Pero dejando el barro, y volviendo al fango, poco han tardado los de siempre en culpabilizar al Gobierno central de Pedro Sánchez de no tomar el mando. Vamos a ver: ¿Si en Letur no hizo falta sustituir al Gobierno de CLM de García Page, por qué sí habría de suceder en Valencia? ¿En qué circunstancias establece la ley que sea el Gobierno central el responsable de gestionar una catástrofe humanitaria en una comarca de España, y no el autonómico? ¿Y en qué momento se procede a aplicar el 155 de la Constitución en un caso así, quitando competencias al legítimo responsable, sin contar con la aprobación del Parlamento? ¿y por qué? ¿Porque ha estado inoperante el gobierno valenciano y su presidente durante horas? ¿Porque enviaron la alarma cuando ya no tenía remedio, ningún sentido, ninguna función? ¿Porque podrían haberse evitado muchos riesgos y seguramente muchas muertes? Por otra parte ¿No ha quedado suficientemente claro que el Gobierno central puso desde el primer momento toda la información y todos los medios necesarios a disposición de la Generalitat, sin restricción alguna? ¿Tampoco sirve la presencia de organismos del Estado en la reunión del comité de emergencias que se convocó a las 17,00 h., o es que ya tenían que estar allí los ministros en esa reunión, antes que el propio Mazón? No creo que sea necesario hacer leña del árbol caído. Aunque eso sí, sospecho que en su afán por quitar culpas a Mazón, se propiciará la caída de algún alto cargo, tal vez alguna consejera. Pero sí me parece importante denunciar a los medios y a los partidos políticos que se dedican a sembrar mierda y responsabilizar a Pedro Sánchez de esta catástrofe, por obra u omisión, haga lo que haga. Y denunciar a gente aparentemente inteligente, como Pérez Reverte, que desde su poltrona de la RAE se dedica a sentar cátedra sobre cosas que, tiempo al tiempo, ponen de relieve su alto nivel de ignorancia en temas que no son de su incumbencia, insultando a los políticos (que eso siempre anima al graderío), y sin hacer alusión alguna a los propagadores profesionales de bulos, a los negacionistas climáticos, y a los que abogan por colgar a Pedro Sánchez por los pies porque solo es el pueblo quien salva al pueblo.