El llanto trágico de noviembre en España es nuestro dolor inmenso

Natividad Cepeda.– Hace once, doce días… que el barro es una elegía de montón de escombros y nosotros, las gentes del pueblo, seguimos escuchando las penurias de los afectados y las zancadillas injustas de las primeras autoridades del país. Algunos opinan que es lo frecuente y que lo prometido no llegará con la celeridad debida. Los cadáveres de los desaparecidos siguen sin aparecer y el llanto por los fallecidos ha pasado a un segundo o tercer lugar Las calles están devastadas y las casas y establecimientos partidas en múltiples pedazos semejan ruinas de una batalla sin cuartel. Entre los coches agolpados hay una pequeña luz de esperanza a pesar de la derrota humana de quienes han perdido enseres y familiares porque está escrito en la Genesis humana que hay que continuar.

Lentamente se van dictando normas para pedir ayuda y sin embargo en el alma de la desolación el horror sigue presente porque es largo el viaje de carecer de todo. Los datos recogidos por los medios de comunicación muestran y explican retazos de vidas y no es cuestión de novedad, lo cruel, es que nos acostumbraremos a pensar que se les solucionarán las vidas desde los planteamientos legales y será mucho más penoso que lo que nos imaginamos.

Y es que la omisión de ayuda es grave falta por lo que se dejó de hacer y eso debería de angustiar a quienes lo hicieron.

El que se ahoga no puede demandar ayuda, tampoco el que se queda en mitad de la tragedia sin comprender porque le ha sucedido. Pedir, demandar auxilio, no es posible cuando faltan las fuerzas y hasta la voz, porque los sollozos ahogan la ahogan. Hay veces que dejar abandonados a su suerte es condenar a la muerte a los inocentes Nos lo seguimos preguntando muchos, muchísimos de nosotros ¿dónde están nuestros derechos constitucionales? Y hasta hoy nadie nos ha contestado esa pregunta. Los voluntarios siguen estando, y ayudando dando ejemplo a quienes no lo quieren ver. Hoy en día los desaparecidos son cifras terribles, personas con nombres y apellidos y con familiares en espera de que se les encuentren. Tenemos la sensación de que no importan, que el pueblo llano no importamos.

 Valencia nos duele y nos importa a pesar de sentirnos impotentes ante las culpas y disculpas vanas de las autoridades. A fecha de hoy son escasas las fuerzas enviadas parece que hemos ido hacia atrás en décadas. Es como si tanta comunicación actual no sirviere para nada. Es sentir que el pulso de la vida se ha dejado de escuchar. Y sin embargo si se escuchan los latidos de cientos, de miles de personas voluntarias echando un pulso en ayuda de ellos, de los que necesitan ayuda y se les dijo aquello de que, si la necesitan que la pidan.

Lacerante frase que se nos ha clavado en el corazón entre el oleaje embarrado de las calles de los pueblos destruidos. Porque no hay licencia alguna para desatender corazones rotos, como tampoco lo hay para un alto al trabajo de descombrar cuando después de días sentimos la derrota en el solar del cuerpo.  Ni tampoco pasar por alto la tragedia que estamos viviendo, aun persiste, no es pasado, es presente.

Deambulamos buscando explicaciones en los medios informativos, en los mensajes individuales, en los telediarios manipulados de falsedades y falacias mientras siguen a la deriva cuerpos sepultados de desaparecidos. Las márgenes del dolor no son solo de barro es de ese silencio de los muertos que nos interpela a los que estamos vivos. La indignidad no puede esconderse entre paredes de despachos oficiales porque a pesar de nuestra ignorancia todavía nos estremecemos ante tanto daño humano. El horizonte para miles de personas es un horizonte oscuro, hasta de exclusión por los vienes perdidos. Paso a paso tienen que volver a empezar con necesidad de hacer lo que se ha deshecho y solo ellos sabrán lo que les costará recuperarlo. Sin olvidar que la vida es única e irrepetible.  Por supuesto no es un frío número en mesas de despachos. Y no vale resignarse porque la vida es persistente y un privilegio recibido generación tras generación. Y porque es un llanto nuestro; es 

El llanto trágico de noviembre en España

Noviembre tiene ojos de tristeza

y un préstamo de horror en las miradas

trenes sin vías ni equipajes

porque la muerte a embarrado la vida.

Se cruzan en el espejo de los días 

lagrimas infinitas de pesares

ante un lugar de escombros apoyados

en esqueletos de coches desahuciados.

Caminan por las calles 

sombras fantasmales en busca de cobijo

son corazones rotos, masacrados,

entre barro, desaliento y sollozos;

en desorden, detrás del miedo

hay miles de pupilas perseguidas por jinetes

apocalípticos entre hileras de muertos.

Descansar los muertos, los que fuisteis  

 perseguidos por turbulencias de aguas 

desatadas sin piedad para los pueblos

que yacen abrumados de dolor inmenso.

Es tiempo de llorar y volver a empezar

por la lluvia caída a destiempo y extender 

las manos para construir   esperanza.

Sobre tanto dolor redivivo el deseo

tenaz de sentirnos unidos para volver a nacer  

 sin borrar la tragedia ni las vidas perdidas.

Natividad Cepeda

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