Cada vez más muertos; cada vez más dolor; cada vez más estulticia: miren si no a quienes portan el báculo del poder. Pero también, cada vez más pueblo, más nación: Enjambres humanos cruzan los puentes, se agolpan en las carreteras para ayudar a los necesitados ¿Qué pasó? Ingenieros de caminos de cierta edad y mucha experiencia en asuntos hidráulicos no dudan en sus diagnósticos y, para hacerlo, eligen otra fecha, otra catástrofe y, simplemente, comparan.
La catástrofe de referencia nos lleva a 1982, año fatídico con un nombre que aún resuena en el inconsciente colectivo de quienes lo vivieron; entre ellos, los ingenieros autores del siguiente análisis. El nombre fatídico es Tous.
El agua caída en la catástrofe actual supone entre la tercera y cuarta parte de la que cayera en 1982 en la riada de Tous. En comparación con esta última, lo vivido estos días es mucho más intrascendente; por tanto, sus consecuencias deberían haber sido menores.
En 1982 se contabilizaron 7.500 m3/s.; en la tragedia actual, entre 2000 y 2500 m3/s. En 1982 las precipitaciones duraron 3 días, no unas horas. En 1982, entre Tous y la desembocadura del mar, el nivel del agua no dejaba ver los naranjos. Todo quedó arrasado; sin embargo, sólo hubo 8 muertos ¿Por qué esa diferencia?
La gente no muere porque llueva mucho. Se producirán catástrofes materiales, pero nadie morirá por la lluvia. El nivel del agua, aunque suba, lo hace poco a poco, dando tiempo a la reacción humana para buscar los espacios altos. Es lo que sucedió en 1982; se avisó a la población, dando oportunidad a que saliera de los pueblos hacia los cerros y colinas.
Ahora, a pesar de haber llovido mucho menos – 3 veces y pico menos- los cauces, barrancos y barranquillos, al estar abandonados, llenos de cañas, de arbustos, todos ellos consideradas especies protegidas y prohibida su limpieza -bajo pena de multa- desataron el furor del agua ¿Por qué?
Antes que nada, recordemos que el agua circula de arriba abajo; por tanto, la existencia de estos elementos reducirá su velocidad. Estos mismos elementos achicarán el ancho del cauce, su caudal. La consecuencia será que el agua se desbordará.
Asimismo, las cañas, la maleza, los arbustos producirán tapones en los propios cauces ya achicados y frenarán con su presencia la velocidad de bajada del agua, lo que producirá la subida de su nivel, y toda la riada retenida por los tapones, los sobrepasará, dando lugar a las olas. El efecto de los tapones formados aguas arriba y sobrepasados por la avalancha de agua es similar al reventado de una pequeña presa.
La ola es la que mata.
Esta riada, con la enorme fuerza que traía consigo, arrastró todo a su paso: Coches, personas, árboles, casas, etc.
La causa principal de la tragedia no fue la lluvia, sino la falta de mantenimiento de los cauces, consecuencia de la política criminal del falso ecologismo.
La acumulación de las cañas, etc., ya mencionadas, ciegan los ojos de los puentes, provocando que éstos hagan también de presa; los puentes no están calculados para soportar esfuerzos horizontales y reventarán, facilitando la aparición de nuevas y mortíferas olas.
En 1957 otra catástrofe parecida asoló la propia ciudad de Valencia; murieron 80 personas. El gobierno de entonces elaboró el llamado Plan o solución Sur. Se diseñó ese mismo año y su ejecución duró hasta 1973. Fue una obra magna de ingeniería. El Plan incluía unos elementos constructivos complementarios que nunca se ejecutaron en la llamada etapa democrática.
El desvío del río Turia por el sur de Valencia ha absorbido la crecida de estos últimos días. Sin esta fantástica obra, Valencia hubiera sido arrasada como en 1957, con unas consecuencias inimaginables, ya que la ciudad de hoy está mucho más poblada, es más extensa y atesora una riqueza y un parque automovilístico infinitamente superior.
Otra presa, la de Forata, construida en 1969, frenó 37.000 M. de litros de agua estos días pasados. De no existir, mejor no pensar lo que hubiera ocurrido. Hasta una presa de la época romana, con su capacidad de contención, demostró a un gobierno obsesionado con destruir el patrimonio hidráulico de todos los españoles, que cada embalse, cada presa, significa vida, y cada demolición, muerte: ¿o habría que decir homicidio? Se construyeron con el esfuerzo económico, con el sudor y la alta ingeniería de unas generaciones que nos legaron algo invaluable.
Nuestras autoridades, por muy votadas que hayan sido, están deslegitimadas para gobernarnos. Voy más allá. El Régimen del 78 está corrompido; en realidad, ya nació así. No olvidemos que surgió gracias a la entrega de soberanía a todo el que se lo pidiera. Esto no va de izquierdas y derechas. Esta falsa dicotomía ha funcionado a la perfección para enfrentarnos unos a otros. Son igual y trabajan para los mismos intereses foráneos. Los separan pequeños matices para aparentar una diferencia inexistente. Desconocen lo que es el bien común. Nuestra partidocracia dominante rinde pleitesía a esa entente luciferina que se enseñorea en Bruselas y cuya jefa de aquelarre es Úrsula Von der Leyen, quien no desaprovechó la oportunidad de invocar al cambio climático para explicar lo sucedido. Esta pazguata diabólica, habría echado la culpa de la catástrofe de 1957 a los Seat 600 que comenzaban a runrunear por las carreteras españolas. Entretanto, Feijoo respaldaba al incompetente de Mazón, descalificándose de por vida para aspirar a algo más en la política. De Sánchez, Marlaska, la ministra de Defensa ……., no hace falta decir nada.
Qué pena, ya no existe el juicio de residencia por el cual, en los reinados de los Austrias-Trastámara e, incluso de los Borbones, se juzgaba a todo alto funcionario del Estado después de cesar en su cargo. Más de uno acabó en la cárcel y despojado de sus bienes. Los ciudadanos de las democracias liberales actualmente existentes soportamos los saqueos y la traición disfrazada de incompetencia sin que pase nada, ya que, según cuentan, los votó el pueblo.
Esto no puede terminar así. De una vez por todas debemos reaccionar; olvidarnos de las diferencias ideológicas y acabar con la podredumbre política que nos asfixia y no queremos ver. Hay que pedir responsabilidades penales a todas las administraciones involucradas: la General del Estado y la Autonómica, por supuesto; y entender de una vez que Europa nunca fue la solución de nada, por más que lo dijera un Ortega hipnotizado por la filosofía idealista alemana, de la que abrevó el III Reich.
¿No se dan cuenta de que la falsa reacción de las autoridades se produjo después de que el mal ya no tenía solución, y todo lo que hacen es poner trabas a la comunidad movilizada o a los militares y miembros de los cuerpos de seguridad que actúen en favor de sus compatriotas? Nuestras autoridades actúan como infiltrados de los enemigos de España y, ojo, de toda la Hispanidad, porque son los mismos.
Debemos prepararnos para la insubordinación. La <insubordinación fundante>, según la doctrina de Marcelo Gullo, capaz de sacudirnos tanta inmundicia, que no es otra cosa -permítanme que insista- que traición disfrazada de incompetencia. Eso sí, después de impulsar un procedimiento penal contra toda esta chusma que se cree intocable.
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com
Magnífico, don Marcelino. Claro y preciso.
Siento rabia cuando escucho que lo sucedido es culpa del cambio climático. ¿Se puede ser más malvado? Por favor, espabilemos. Que el horror sucedido tiene responsables. España es un estado fallido. Y eso se nota en situaciones como esta.
Al mismo tiempo que se conocía la tragedia, nuestros diputados «de todos los partidos» se dedicaban a subir el impuesto al diesel, eliminar el impuesto a las energéticas y aumentar y repartirse los cargos de RTVE. «Los diputados no estamos para achicar agua», contestaron cuando les reprocharon su comportamiento. ¿Se puede tener menos vergüenza?
A todos esos falsos ecologistas y aquellos que se tragan el discurso del cambio climático, decirles que la Naturaleza es cruel. La Naturaleza no protege al débil, se lo come. La Naturaleza no cuida al viejo ni al enfermo, los condena a la muerte. Ya saben la moral que adorna a todos estos defensores de la Naturaleza y sus intenciones.
Adjudicar lo acaecido al cambio climático es la profecía autocumplida. Si nos dedicamos a volar presas y dejar libre a la Naturaleza, tiene como resultado la muerte. Lo peor de todo es que el clima cambia y cambiará, como sucede desde el origen de los tiempos, y no se hará una planificación del territorio como exigiría un sociedad moderna y organizada. Lo que se viene denominando civilización.
Termino. Lo más importante de su artículo, en mi opinión, es acabar con esa pantomima de izquierdas – derechas, buenos y malos; con esa división y enfrentamiento de la sociedad, que es buscado y promovido intencionadamente. No vayamos a unirnos y pedir responsabilidades, se les acabaría el chollo, se descubriría el pastel.
En fin. Como siempre, un placer leerle, don Marcelino. Un recuerdo muy sentido a las víctimas y sus familiares. Y perdón por la extensión del comentario.