Jesús Millán Muñoz.- Quizás, no existirá ningún oficio o profesión, que alguien dedique dos o tres o cinco horas al día, a producir algo, durante años y décadas y no se le pague salvo los artistas…
Citemos a Samuel Johnson: “Ningún hombre, a menos que sea un perfecto idiota, querría escribir nada, salvo que se le pague por ello”. Cita entresacada y sacada o obtenida de un artículo periodístico de Simon Leys, nombre Pierre Ryckmans (1935-2014), titulado: Los escritores y el dinero, I, II y III.
Bueno, pues usted dirá… cientos, miles, decenas de miles, cientos de miles de escritores cada siglo, se dedican a estos oficios, esperando que les otorguen dinero, fama, notoriedad, incluso pasar a la historia de dicha especialidad, o, incluso cambiar o dar un nuevo rumbo a esas creación o autorías, incluso quién sabe si sueñan que les otorguen letras de oro en Premios Internacionales. Esta es la realidad y esta es la verdad. Pero no solo ocurre solo en los escritores, también, en el resto de los géneros artísticos, también en la Filosofía, en las Ciencias, en la Teología, en la Tecnología en los Empresarios, en todos y cada uno de los campos…
Pero la realidad es que según el oficio o el arte o la profesión o el tiempo, así se obtienen unos beneficios u otros. Así, existen más personas que obtienen dineritos de una manera o de otra, así, se abren unos campos o se cierran otros… Esta es la realidad…
Pero la realidad real y empírica y experimental, es que la inmensa mayoría de escritores y escritoras, obtienen muy poco, tanto de fama o notoriedad, como de dineros, sea en dólares o en rupias. Quizás, algunos los compatibilizan con otras actividades, derivadas de estos oficios, como la enseñanza, o algún oficio cultural, y, obtienen un complemento, por ejemplo, publicar artículos de opinión.
Pero la mayoría, se pasan diez o treinta o cincuenta años de su vida, esperando que se les abra una oportunidad. Y, esa oportunidad-puerta-palacio, jamás se abre, a lo sumo entran en la entrada, en una pequeña sala de después de la puerta. Pero nada más… Esta es la real realidad. Y, llega, llega incluso el momento que se dan cuenta, que después de cinco décadas o seis o cuatro de trabajo, su producción cultural, la mayor parte se perderá –hoy, con Internet, se puede publicar en este mar, y, parece que puede tener más tiempo de futuro…-.
Es más, muchas personas que han dedicado años bisiestos a esta actividad, apenas son conocidas, apenas algo de sus obras y apenas algo de sus personas, y, esto en ámbitos muy locales, incluso otros, ni siquiera eso, si sus vidas o sus circunstancias han sido otras. Es cierto, que muchos son los llamados y pocos los escogidos, quizás, muchos tienen ese deseo y vocación, y, tienen pocos talentos, pocos ingenios, pocas agendas, pocos teléfonos, pocos mentores y, los contenidos de sus obras, y, de sus relaciones con otros y con otras son débiles o deficientes o muy limitadas. No es lo mismo un lugar que existan tres panaderías que otro que existan cien. Pues en provincias las panaderías culturales son pocas, y, las voces son muchas, en proporción…
Cada uno, como en el refrán popular. “cuenta la feria según la haya ido”. Pero es bueno, se hace, ya en casi todas las regiones de esta Piel de Toro, dar un homenaje y una pequeña medalla, a los artesanos, que han estado en el tajo cincuenta o sesenta años, una forma de agradecimiento, artesanos de la madera, de la cerámica, del vidrio o de cualquier otro oficio. Incluso, también a tenderos y empresarios, grandes o pequeños, que han estado detrás de esos oficios y profesiones y negocios, durante cincuenta o sesenta años… Creo que lo merecen, creo que se merece, un agricultor que ha estado cincuenta años detrás del arado, de mulas o de motor diesel, se le merece, al menos, elevar ese oficio a toda la importancia que tiene. Creo que merecen las personas mayores, que han estado décadas en sus trabajos darle una medalla, también a las mujeres que no han trabajado fuera pero si dentro, y, han estado en sus casas, y, también aquellas que han estado en el trabajo exterior y en sus casas, también, sí también…
Pero también me digo y me pregunto a mi mismo, esas entidades que otorgan esos premios a los artesanos ya longevos, como reconocimiento de sus personas y de sus oficios, no habría que hacerlo también, a tantos que se dedican a las artes, a algunos de los oficios de las artes, y, también a la escritura, que se pasan treinta o cincuenta o sesenta años, que llegan a los setenta u ochenta años, toda la vida dedicándolas a ese oficio, a ese oficio de la escritura, y, que posiblemente, no hayan obtenido, apenas nada, nada de fama, nada de notoriedad, nada de dineros… nada de nada, esos que llamaba al gran crítico anglófilo, el que nos descubrió a Shakespeare como genialidad, el que decía: “Ningún hombre, a menos que sea un perfecto idiota, querría escribir nada, salvo que se le pague por ello”.
¡Pues señor Johnson, existen y existimos muchos idiotas, lamentable o triste o trágicamente…! ¡Paz y bien…!