Julián García Gallego.- El miedo a las enfermedades mentales es como un velo oscuro que cubre nuestra capacidad de comprensión. Nos asusta lo que no podemos ver, lo que no deja una marca visible, pero causa un dolor que atraviesa lo más profundo de nosotros mismos. La depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo o la bipolaridad son términos familiares, pero su verdadero peso nos resulta extraño. Es difícil comprender lo que no se percibe con los sentidos. Aquellos que no las padecemos solemos creer que estamos a salvo, como si estos trastornos fueran ajenos a nuestra vida cotidiana, pero ignorar esas luchas no hace que desaparezcan.
Nos cuesta ponernos en la situación de quienes viven con esos monstruos invisibles, porque tendemos a minimizar los síntomas sutiles. Sentimos la presión por alcanzar la perfección o el miedo al silencio como algo normal, pero muchas veces, esas sensaciones forman parte de una realidad compartida y más profunda de lo que pensamos. Lo desconocido genera rechazo y ese rechazo nos aleja de la comprensión, aunque no de la realidad. Lo que necesitamos es hacer visible lo invisible, abrir bien los ojos ante las luchas internas de aquellos que parecen llevar una vida como la nuestra, pero que enfrentan batallas que no alcanzamos a imaginar.
Durante siglos, las enfermedades mentales se han rodeado de misticismo, de una oscuridad incomprendida que les confería un aire de peligro o algo exótico. Sin embargo, detrás de esos mitos, hay personas que luchan diariamente contra un caos mental que no pueden controlar. Mientras nosotros, los mal llamados «sanos», las observamos como si fueran algo lejano, esas realidades se vuelven cada vez más cercanas. El miedo a que ese desorden mental nos alcance es, en parte, lo que nos aleja de la empatía. Pero, ¿cuántos de nosotros no hemos experimentado síntomas que ignoramos, creyendo que sólo personales y únicos?
Es revelador pensar en personas célebres que han pasado por estas luchas invisibles, como la escritora Virginia Woolf, que combatió con la depresión y la bipolaridad a lo largo de su vida, o el cantante Kurt Cobain, quien luchó contra la ansiedad y la depresión hasta su trágico final. También, actualmente, figuras públicas como el futbolista Álvaro Morata han hablado de su batalla con la ansiedad y la depresión, compartiendo el impacto que estas enfermedades tienen incluso en aquellos que parecen estar en la cima de su carrera. Además, la actriz Emma Stone ha hablado abiertamente sobre sus luchas con la ansiedad, mostrando que este tipo de problemas no nos distingue entre clases, talentos o fama. Todos somos vulnerables.
El amor y la empatía son el único camino para romper esas barreras. No podemos seguir mirando hacia otro lado. Es esencial invertir en la investigación, en desmitificar lo mental, en comprender que la mente también puede enfermar. El conocimiento es la única herramienta que puede aliviar esos miedos. Invertir en investigación y comprensión no sólo es una cuestión de salud mental, sino de humanidad. Porque, al final, todos somos vulnerables ante los laberintos de nuestra mente. Sólo con el cariño y el apoyo mutuo podremos sanar, como sociedad.
Julián García Gallego —Sin palabras mudas— 10-10-2024