Miguel Ángel Márquez Fernández.– No es nada fácil para alguien que nunca fue a pescar, montar de repente un aparejo coherente y suficiente como para que un solo pez se decida a morder el anzuelo. De la misma forma me resultará imposible hacer una buena crónica personal de lo que pude vivir y compartir ayer en Macondo, a partir de las ocho de la tarde. Sencillamente porque no soy cronista.
Sin embargo, aprovechando que aún siento los retazos de valentía que otorgan un par de copas de ron con coca cola (made in Macondo) que siguen destilándose en mi torrente sanguíneo, me voy a atrever a intentarlo antes de que se me pase el efecto, pues quien no se atreve es cobarde y quien no lo intenta; jamás consigue nada. Y si es cierto “in vino veritas”… en el ron ni te cuento.
En primer lugar; el lugar, el sitio elegido. Macondo es a Alianza Litterae lo que la abeja es a las flores. Ahí se presenta una relación en la que ambos simbiontes presagian una duradera historia en común. En dos palabras: Relación perfecta.
Aterricé en el lugar a la hora en punto, como el inglés que nunca fui, y ya me habían tomado la delantera todos aquellos a los que me alegré encontrar. Y a nadie sorprendería la colección de lienzos expuesta de la artista anfitriona; Teresa Sánchez, pues de todos es ya conocida su facilidad artística y gran calidad expresiva en distintas facetas del arte.
Tampoco a nadie sorprendería la exquisita improvisación del prescindible necesario Fran Barba, en dos versiones además, la pictórica, obra de Teresa Sánchez retratada perfectamente en un lienzo, y la del Fran de carne y hueso. He dicho “prescindible necesario” con toda intención, por aquello de que todos somos prescindibles, pero apunto que Fran Barba, bajo mi criterio, en este grupo y en cualquier círculo literario que se precie; es necesario.
Pudimos disfrutar y deleitarnos de la interpretación de quienes, a diferencia de un servidor, sí que saben recitar. Así gozamos, dentro de la diversidad que presenta el grupo Alianza, de los versos de un Mere de Frutos sencillamente pletórico, de la sencillez envolvente de un Toni Moro que llegó con sorpresa. De Concepción Téllez de la cual me llevo unos versos recitados al público y un par de libros, que me dejarán conocerla mejor. Decidido participó Manuel Sánchez, imprimiendo su personalidad en sus palabras y en unas cuerdas vocales que no temblaron. Recitó Teresa, nuestra Teresa, en su día y a su público, totalmente entregado. Recitó Eloy y contó, recreó escenas que nos mantuvieron embelesados. Y recitaron más personas que deben perdonarme por no conocerlas aún pero que todas captaron mi atención al máximo.
Pude conocer a Marcos Destrozo, (una máquina, un crack, un Cyrano de Bergerac al que hay que sustituir la nariz de aquél por la guitarra de Marcos). También a “Umbris” y a su límpida y cristalina voz. ¿Puede un hombre ser una máquina?, ¿Puede una voz ser de cristal?… Escuchadles y lo entenderéis.
¡Ah!, me olvidaba… la sorpresa de Tony Moro a la que hice antes referencia….
A Tony, va y se le ocurre presentarse con una de sus hijas… Elena… Les saludo y él me dice… “Es que mi hija canta”.
¡Ahí es nada!, al rato veo que ella habla con quien maneja el equipo de audio, se cuela en la barra hacia el pc que comanda el equipo de música, interactuando con el personal del local, convienen las posibilidades y se va para el escenario. Se aferra al micro y da rienda suelta a sus vocales que campan, a sus anchas, por los rincones del local. Cantar en directo un tema de Lady Gaga y Bradley Cooper, como lo es “Shallow” es arduo complicado. Pero… ahí queda, para los restos. Precioso. Y dice la chica “que está empezando en el mundo de la música”.
Al final, la hija de Tony, Elena Moro, se nos suelta con el tema de Mecano “mujer contra mujer”. En algunos sitios se diría que “ha nacido una estrella”. Aquí, en Alianza somos diferentes y no lo diremos porque las estrellas existen de antes, pero no teníamos el telescopio adecuado para verlas. Gracias Tony, gracias Elena. Gracias Mere, Concha, Manuel, Umbris, Marcos, Eloy, Fran. Gracias a todos y todas los presentes y, cómo no, gracias a la anfitriona; Teresa Sánchez.
Dicho esto, podéis estar tranquilos y tranquilas, no volveré a intentar pescar, pues no es lo mío.