Bibliotecas

“En Egipto, a las bibliotecas se las llamaba el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”
JAQUES BENIGNE BOSSUET

                Las bibliotecas son instituciones que cuentan con libros y documentos impresos, gráficos o audiovisuales, que ponen a disposición de sus usuarios para préstamo o para su consulta. Son viveros de lectores y, de posibles futuros escritores, que se organizan en torno a clubes de lectura, promocionando sus actividades en colaboración con las administraciones que las gestionan, como las presentaciones de libros o los encuentros con escritores.

                Según nos cuenta Irene Vallejo en “El infinito en un junco”, los egipcios llegaron a disponer de un ejército que se encargaba de buscar y de confiscar libros por todo el imperio, para proveer de fondos a la biblioteca de Alejandría, que quería contar con cuántos libros se hubieran publicado. Esta biblioteca fue la más grande y apreciada de la antigüedad. En 2002, se inauguró una nueva en la ubicación de la antigua, aunque parece haber perdido el carácter ecléctico y universal que había tenido antaño.

                Junto a las bibliotecas tradicionales, —que cuentan con volúmenes en soporte físico—, las hay que disponen de grandes fondos bibliográficos a los que se accede a través de la red. Como la conocida Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que atesora y ofrece la mayoría de las grandes obras clásicas de la literatura española. Recuerdo haberla utilizado durante el confinamiento por la pandemia para leer obras del escritor canario, Benito Pérez Galdós.

                Pero, a veces no se conocen todas las posibilidades que ofrecen estas entidades a sus usuarios. Por mi experiencia puedo hablar de tres casos que me han sorprendido. El primero es el que recogí en un artículo reciente publicado con el nombre de “Desiderata”, —en este mismo periódico—, en el que cuento como participan los usuarios a la hora de hacer los pedidos de las nuevas publicaciones que llevan a cabo estas instituciones.

                El segundo caso me sucedió cuando hace años buscaba el libro, “La vida en una maleta”, del pintor Cristóbal Toral. Estaba agotado en las librerías y no lo encontré en ninguna biblioteca. Pero en la web de las bibliotecas de Castilla-La Mancha, vi que había un ejemplar en una de sus sedes de Guadalajara. Hablé con un bibliotecario de la Biblioteca Pública del Estado de Ciudad Real y él consiguió que, en unos días, lo enviaran y lo pusieran a mi disposición.

                El tercer caso se produjo en enero de 2020. Yo tenía prestado un libro de la biblioteca de El Toboso. Se trataba de “Calles de El Toboso”, del profesor de la Facultad de Periodismo de la U.C.M., Antonio López de Zuazo Algar. Cuando tenía que devolverlo me encontraba hospitalizado y me dirigí a la bibliotecaria contándole mi situación. Aunque renovó el préstamo, yo seguía ingresado, por lo que me dijo que lo entregara cuando pudiera. Y a través de un familiar lo pude devolver, aunque fuera de plazo.

                Hay bibliotecas especiales y únicas que, en ocasiones se transforman en algo diferente a lo que es su uso ordinario. Una de ellas es hoy un museo singular. Me estoy refiriendo al Museo Cervantino de El Toboso, en el que podemos ver ediciones del Quijote en más de 80 idiomas diferentes. El origen de este museo era la Biblioteca Cervantina, que se creó por el que fuera alcalde de este pueblo, —hace ahora cien años—, don Jaime Martínez Pantoja.

                En él se alberga el que es considerado el Quijote más grande del mundo. Un ejemplar donado por la localidad de Piera en Barcelona, cuyas medidas son 226X105X11. Entre los más llamativos está el escrito, en dos volúmenes, por los internos del Centro Penitenciario de Ocaña en 1926. Y otro es “El Quijote Poliglota”, editado por el Ayuntamiento de El Toboso con motivo del cuarto centenario de la segunda parte del Quijote, escrito en más de 70 lenguas.

                La idea de quien fuera su fundador, era conseguir ejemplares firmados y dedicados por personajes ilustres, sobre todo por mandatarios de sus respectivos países. Así encontramos ediciones firmadas, entre otros, por Nelson Mandela, François Mitterrand, Benito Mussolini, Ronald Reagan o Margaret Thatcher. Pero hubo dos líderes que no firmaron ediciones del Quijote. Adolf Hitler remitió un ejemplar dedicado y firmado del “Cantar de los Nibelungos” y Muamar el Gadafi hizo lo propio con el “Libro verde de la revolución”. 

                Hay otras ediciones suscritas por personalidades públicas de renombre como la de Sara Montiel o la de Rafa Nadal, aunque las hay también de personas menos conocidas que de forma filantrópica las han entregado. Y cuenta con una edición firmada por el actual rey, Felipe VI. Toda esta colección de libros ha sido donada por sus titulares, de forma altruista.

                Decía Miguel de Cervantes: “En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. Y esa frase, seguramente, la encontraremos en algún valioso y sorprendente volumen en una de estas excelentes bibliotecas.

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