Juan Ángel Amador Fresneda. Exalcalde de Villanueva de la Fuente.– En los inicios de la Edad Media en España, los testimonios documentados entorno a la tauromaquia indican que las fiestas y juegos de toros ya estaban asentados en la Península ibérica procedentes de los antiguos rituales griegos mediterráneos. Sin embargo, desde el siglo xv las referencias sobre la tauromaquia son frecuentes con la celebración de los diferentes tipos de fiestas, religiosas o no, que tuvieron en este periodo un papel importante según la convivencia social de dicho periodo, momento en el que surgieron los modelos de fiestas dentro del concepto de nación que surge con los comerciantes que residían fuera del reino de la corona de Aragón. En este mencionado siglo es cuando aparece el término de burlar las reses a pie y aparece el término toreo y los llamados toreos que se practicaban en la península en diferentes formas, como el rejoneo, el salto a garrocha y correr los toros.
A partir del último tercio del siglo XVI y desde el momento que Villa Nueva adquiere el privilegio de ampliación de jurisdicción «tejas afuera» y la independencia de Alcaraz, sería en aquel contexto cuando el pueblo se extendía urbanísticamente hacia la parte llana, que a últimos del s. XVII y mediados del XVIII ya llegaban las casas hasta el edificio de la iglesia. No obstante, en dicho s. XVI podrían haber aparecido las “Funciones de Toros y pólvora” en las “Fiestas Patronales de la Virgen de la Paz”, anticipadamente a los documentos escritos; transcurrido un tiempo de instituirse la parroquia y cuando comenzaban los Mercados y las Ferias por San Lucas en Octubre en el casco antiguo. Luego seguían dichas actividades comerciales en el espacio que había, con apenas alguna pequeña construcción entre la Plaza Pública y la Ermita de San Nicasio-del Santo Cristo del Consuelo, hasta que se transformaron en la Feria de Septiembre en honor de la Virgen de los Desamparados con la autorización de Carlos IV.
Luego aparecerían las primeras noticias escritas sobre la fiesta taurina a comienzos del s. XVIII, referenciadas en varios documentos; uno de ellos era la descripción de bienes de la encomienda de Villa Nueva de la Fuente y de sus miembros; Gorgogí, Villafranca, Balazote y Cañamarejo, hecha por el administrador de dicha encomienda, el excmo. sr. don. Marciano Hoseph Fernández Pacheco, Marques de Bedmar y de Moya, por testimonio de Juan Gómez Lozano, escribano público de Villa Nueva de la Fuente el año 1731. Cuando el Marqués de Moya representado por don Matías García, vecino de la Villa de Horcajo, realizaba la toma de posesión en dicha fecha y se escribía: “Su Majestad por dicho Título ha hecho merced de la Encomienda de esta Villa, como Administrador con goce de frutos y pasaron a las Casas Principales que en la población de ella tiene la dicha Encomienda, que están linde de la plaza en que se corren la fiesta de toros y de casa de Thomas Clemente por la parte de abajo y de las dos Calles Reales y cerca de la Iglesia Parroquial, y estando en ellas hicieron comparecer ante mí, a Joseph León y Sebastián López, vecinos de esta Villa, maestros nombrados para su reconocimiento y tasación de reparos y habiéndole recibido nombramiento y juramento conforme a derecho por ante mí el escribano, se pasó a la visita y reconocimiento de dichas casas”.
El segundo documento donde se hacía mención a la fiesta taurina era el Catastro de la Ensenada de Villanueva 1753, y en la relación de casas, inquilinos y propietarios con sus profesiones y funciones que tenían los edificios se escribía; en la calle de la Encomienda había “Otra casa… propia de la Encomienda de esta villa, la que posee la exma. señora marquesa de Belmar (…) que linda con la casa antecedente y con la plaza donde se corren los toros (…). “Otra casa (…) propia de Juan Requena, Mengo, vecino de esta villa. Linda con la casa antecedente y con el callejón que va a la Plaza de donde se tienen las funciones de toros (….)”. Pues bien, en el casco antiguo, confluían varias antiguas plazas, hoy inexistente, entre el callejón del Aire, la antigua Iglesia parroquial y el lugar llamado popularmente “Los Toriles”, que al no existir una construcción específica, como coso taurino, el ruedo se formaba con carros y palos y tapando los huecos para asegurar el recinto hasta que se construía la plaza de toros.
En este contexto las referencias taurinas seguían apareciendo en el tercer documento de la Encuesta del Cardenal Lorenzana de Toledo de 1782, que realizaba el cura párroco Francisco Romero Verdexo, cuando se decía el 14 de junio, en el Capítulo 2º “(…). La parroquial de esta villa, titular Nuestra Señora de la Paz, está situada en la parte superior de ella, mirando al levante y contigua a la plaza que en la antigüedad celebraban estos moradores las funciones y corridas de toros (…) este era el sitio más principal de la villa, pero ya casi ha quedado yermo o desamparado por haberse arruinado la vecindad en todo, que tenía por aquella parte con lo principal de la población”. Sin embargo, cuando transcurrían tres años, para 1798 la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Paz había quedado derruida por falta de conservación y se trasladaba el culto a la ermita del Santo Cristo del Consuelo.
La cuarta cita a la fiesta taurina figura en 1785 y 1786 en varios expedientes del Archivo de la Real Chancillería de Granada (A.R.CH.GR). Dichos expedientes se instruían por la autoridad competente sobre la celebración de espectáculos taurinos sin la preceptiva licencia. Esta se documenta con un resumen que acredita a las corridas de toros como una periódica fiesta de Villanueva. Uno de estos espectáculos y corridas “(…) en honor del enlace matrimonial entre una sobrina ahijada del Regidor decano, Francisco de la Dueña Armero, casado con Thomasa Catalán Capa, hermana del alcalde de Alcaraz, Manuel Catalán, donde la novia era sobrina de este alcalde que contraía matrimonio con un hijo del Alcalde de Villanueva Juan Inarejos (…). En seguida Fernando Ballesteros, vecino y diputado de abastos, oficial graduado de caballería, formulaba denuncia por los espectáculos taurinos celebrados sin autorización: “(…) dos funciones de corridas de novillos sin licencia superior, en la pascua de Mayo y día de San Juan, del año pasado 1785 con otras imprudencias que de este proceso resultan (…) “Como mejor proceda en derecho y puesto a disposición de vuestra excelencia con el debido respecto: le haré presente que hallándose prohibido por las disposiciones de S. M el que no se celebren fiestas públicas de toros ni novillos en las ciudades y villas del reyno por ningún pretexto ni motivo que sea, a no ser que para ello proceda un examen previsto de la causa a que se le dirigen, y el permiso correspondiente y a de S.M, como presidente de esta Real Chancillería en su caso: sucede que y único de la expuesta villa don Francisco de la Dueña Armero consuegro de este y Jesús de Cano y Manuel Catalán cuñado del alcalde ordinario también único de aquel pueblo y Ayuntamiento (…) que entre si tienen así por el parentesco, que entre ellos media como por la unión de sus sufragios gobiernan por si el pueblo con un entero nepotismo siendo absolutos dueños de la jurisdicción, están determinados y embriagados todos los vecinos que no se atreven a reclamar cosa alguna (…) pues con este motivo se han casado un hijo de este Alcalde Juan Inarejos con la sobrina de Francisco de la Dueña Armero (Regidor decano) y también sobrina del mencionado Catalán (…).
Tanto en 1731 en la relación de bienes de la Encomienda de Villa Nueva como luego en 1753, posiblemente, ambos documentos se estaban refiriendo a las formas del toreo de rejoneo, salto a garrocha y correr los toros de los s. XVI, XVII y XVIII, cuando se escribe sobre “funciones y corridas de toros”. Pero en la Encuesta del Cardenal Lorenzana de 1782 y en los citados expedientes de la Chancillería de Granada de 1785-86 creemos que en ellos ya se están refiriendo también a las corridas de a pie con toreros. Y resulta creíble e indiciario que desde sus inicios a mediados del s. XVI hasta últimos del XVIII, los espectáculos taurinos se celebraron en el casco urbano antiguo en sus placetas; una de ellas, “(…) de donde se tienen las funciones de toros y la otra, que llaman de doña Margarita (…)”. Lugares cercanos a los “Los Toriles” donde se situaban los chiqueros y donde se encontraba la casa propia de la Encomienda, que poseía la Marquesa de Belmar, María Francisca de la Cueva y Acuña, en la calle con dicho nombre, cerca del Osario-Cementerio de la antigua Iglesia de Ntra. Sra. de la Paz.
A partir de la referidas fechas de últimos del s. XVIII, de hecho la fiesta taurina se ubicaba fuera del antiguo casco urbano, siendo habilitados los espacios en la plaza Pública, actual plaza de España o la placeta del Hospicio o algún otro lugar más cercanos a la Iglesia y finalmente “El Corral de la Feria”, como nuevos lugares para la celebración de las corridas que seguían siendo preparados con carros y maderas para habilitar el ruedo, los tendidos y los corrales para las reses. La fiesta taurina se había extendido a otras celebraciones, coincidiendo con algún evento de importancia de alguna familia importante o hidalga, para la Pascua y San Juan, y al poco tiempo coincidiendo con la Fiesta del Corpus, en julio con la Fiesta de la Virgen del Carmen y para la Feria de Septiembre en 1797. Representando en Villanueva una de las más importantes actividades lúdicas con resonancia en los pueblos y villas de los alrededores.
En 1855 el Ayuntamiento de Villanueva y su alcalde Francisco Antonio de la Vega, al mismo tiempo que suspendía y trasladaba la Feria a San Lucas en octubre, debió suspenderse la corrida de feria por el Cólera; “(…) suspensión de la Feria que se celebra en esta villa todos los años el día 1º de septiembre, este Ayuntamiento ha dispuesto que aquella se verifique en los días 15, 16 y 17 del próximo octubre, con todos los medios de publicidad posibles para que la concurrencia no desmerezca en nada a su primitivo tiempo (…)”. En este período la aparición de toreros de fama andaluces, ajustándose y toreando con más facilidad por toda España se incrementaba con el inicio del ferrocarril. Cuando este medio de transporte se instalaba en septiembre de 1866 y comenzaba a funcionar el último tramo de la línea de ferrocarril que unía puntos de Andalucía con el resto de Estado. Su paso por Despeñaperros hacía acercar a las figuras del toreo a Valdepeñas, Manzanares, Córdoba hasta Madrid. Ahora desde las paradas del tren de Valdepeñas, Manzanares, etc, los diestros andaluces serían recurrentes y tendrían más facilidad para ser programados para las corridas en las fiestas y ferias de muchos pueblos de la provincia de Ciudad Real, entre ellos Villanueva de la Fuente y otras latitudes del resto de España.
En cuanto a los ganaderos y criadores de reses bravas en Villanueva y sus alrededores, decía la revista ilustrada “Pan y Toros” el día 18 de mayo 1879 en su número 7 del año 1: “que la ganadería del sr. Badillo y Chacón en el término municipal de Villanueva de la Fuente ahora era propiedad de don José Fiero, vecino de Madrid”. Unos años más tarde, en diciembre de 1893, decía don José Velázquez y Sánchez en “Agenda Taurina” en Anales del toreo y lidia de reses bravas, “que en la Mancha había diez criadores de toros y novillos; uno de ellos era Baillo, don Vicente en Alcaraz, que poseía dicha cría de reses en Villanueva de la Fuente.
Treinta años habían pasado y la réplica de la Pandemia del Cólera azotaba la localidad, siendo alcalde de Villanueva de la Fuente Manuel Román. La “Revista Nueva Lidia”, editada en Madrid el 12 de octubre, escribía sobre la suspensión de dos corridas programadas en Villanueva de la Fuente; una, para la Feria de Septiembre y la otra para junio para la Fiesta del Corpus o en julio en la Virgen del Carmen. Se decía en la mencionada revista que se anulaban o suspendían, entre otras, las corridas del diestro “Mateito” esta temporada, una en Zaragoza, tres en Tudela, dos en Albacete, dos en Villanueva de la Fuente, tres en Almería y dos en Cádiz. En total habían sido 17 espectáculos taurinos, para supuestamente cumplir dichos contratos en la siguiente o siguientes temporadas pasada la réplica del cólera de 1885.
Así todo, “La Fiesta Taurina” iba tomando fuerza construyéndose recintos taurinos en pueblos importantes de la Mancha y en España. La afición taurina se fomentaba en Villanueva. Ahora se estaba pensando en la necesidad de un coso taurino permanente y abandonar los lugares y otros espacios de la localidad. Se trataba de realizar un proyecto de mampostería, con material económico rápido y abundante en el término con de piedra tosca y mortero de cal y arena, pero la Plaza no llegaba nunca a estar enfoscada o enlucida. Con anterioridad se había constituido “La Sociedad o Agrupación Taurina”, que junto al Consistorio debieron ponerse de acuerdo para que este cediera algo más de una hectárea de suelo para la construcción de la Plaza de Toros. Se trataba de los terrenos o los ejidos pertenecientes a los bienes de propios municipales, en el paraje de “Las Eras”, catalogados de realengo, antigua propiedad de la monarquía durante la Edad Media y la Moderna, que no habían pertenecido a la Iglesia ni a la nobleza sino a la corona siglos atrás.
Por los comentarios recogidos de la transmisión oral, la naturaleza y la lógica de la edificación de dicha obra fue un plan, un proyecto que se desarrollaba entre las carreteras de Montiel e Infantes, en casi tres años, a partir de 1885, vista la fecha del plano adjunto, de fecha 20 de mayo de ese mismo año, donde la Plaza todavía no se dibujaba en este documento oficial de cartografía de Villanueva. Su construcción se debió llevar a cabo en dos etapas, la primera, el ruedo y las gradas que finalizada el año 1888, coincidiendo con su primer espectáculo taurino donde toreó “Frascuelo”, llamado Salvador Sánchez Povedano, el granadino de Churriana, con 46 años y casi al final de su carrera, y el anillo exterior circundante poco tiempo después.
La finalización de las obras del ruedo, las gradas y chiqueros coincidía con el final del debate parlamentario en las Cortes sobre el cambio de alcalde. Ello no impediría, meses más tarde, al verse como una treta administrativa del alcalde y corporación cesante, que se llevara a cabo el nombramiento y la toma de posesión del alcalde José Manuel Cantos. Éste era hijo del médico y cirujano que activamente había intervenido en la pandemia del cólera de 1855. La estructura de la plaza originariamente tendría proyectados dos anillos de piedra exteriores de unos seis metros de altura, no llegando a finalizarse el último. Tenía un redondel de unos 35 metros de diámetro, sin callejón, 10 gradas de piedra, con un aforo de 4000 plazas. La puerta principal estaba orientada al Este, frente a la carretera de Infantes y Ciudad Real, otra puerta al Norte con entrada al palco de sombra y la presidencia, y otra puerta al Noroeste. La plaza disponía de cuatro burladeros de madera sustituibles y remplazables, chiqueros, toriles, corrales. Así mismo, se escavaba un pozo en el centro geométrico del recinto taurino a ras del suelo con unos 3 metros de ancho, poco profundo con 5 metros en su origen. El objeto era drenar el suelo de la lluvia en el ruedo en los cercanos eventos taurinos, también utilizar la arena y obtener agua bajando hasta el nivel freático, más alto en aquellos tiempos, para sacar agua y utilizarla para la construcción. Disponía de una enfermería a mano derecha de la entrada principal y dos taquillas. Por la puerta principal se producía el arrastre de las reses y la entrada de las cuadrillas, y con antelación al comienzo de las novilladas y corridas se cubría el pozo con rollizos, ramas y arena para así evitar el peligro a los protagonistas del festejo.
En la construcción de la Plaza participaron activamente los destacados miembros de “La Sociedad Taurina”, que ya debía de estar constituida con bastante antelación, con el trabajo y esfuerzo de aficionados, jornaleros, peones y carreteros, que realizaban el acercamiento de los diversos materiales a pie de obra a los maestros y peones de albañilería. El proyecto culminaría en varias etapas. Unos hacían la cal en las caleras que tradicionalmente se montaban en el “Galindo”, otros sacaban la arena de “Los Tobares” cercanos a “La Huerta de la Fuente” y otros la piedra que abundaba en los alrededores del término municipal. Las jornadas de trabajo debieron abonarse y compensarse a cambio de entradas para los festejos que se celebraban varias veces al año, por el Corpus, la Virgen del Carmen y la Feria. Para la venta de entradas el recinto disponía de dos taquillas que abrían en la tarde de los festejos, aunque era tradicional que durante el día anterior y en la mañana de los espectáculos se instalara la venta anticipada en el centro del pueblo, en una de las ventanas de la casa de la familia “De la Vega”, en la plaza de España.
Como se ha dicho, en 1888 empezaban a celebrarse las corridas en la Plaza de Toros, después de siglos celebrándose espectáculos sin un recinto permanente. Se presume por los datos reflejados que, por lo menos, se hubiera terminado lo que era el ruedo con las gradas, corrales y chiqueros, y probablemente es que no se hubiera finalizado totalmente el proyecto para la corrida referida donde toreaba “Frascuelo”. Este diestro y primer espada era una de las grandes figuras de la tauromaquia del momento. Dicho torero había tomado la alternativa estoqueando por primera vez en la novillada de la plaza de Madrid el día 27 de febrero de 1887. El espectáculo taurino de Villanueva debió ser el de la inauguración del coso taurino, de acuerdo con la corrida que menciona la Revista Ilustrada “Pan y toros”. Aquella tarde sucedía que “al pasar de muleta al cuarto toro se rompió la clavícula”. El torero fallecía a los 56 años en Madrid habiendo sido uno de los artífices de la “primera revolución del toreo”.
Casi con toda la infraestructura taurina terminada y con el auge de la Feria moderna las corridas se celebraban también en el Corpus y la Virgen del Carmen. La Plaza de Toros multiplicaba la actividad taurina durante todo el año. El Ayuntamiento y la afición trataban de dar utilidad al coso taurino, dando ambiente a la población, reuniendo a muchos aficionados de pueblos limítrofes de las comarcas de Alcaraz e Infantes y de otras ciudades de importancia más alejadas. Así mismo, como ejemplo; la Revista de Toreo Cómico decía del torero Antonio López Megía “(…) que después de haber tomado la alternativa, el día 28 de diciembre de 1889, por primera vez estoqueaba un novillo en la plaza de toros de Alcalá de Henares (…)” y en 1890 fue contratado para la corrida del día 2 de la Feria en la plaza de Villanueva de la Fuente (…)”.El diestro “Megía” practicaba la suprema suerte, de tal modo, que no hubo ocasión propicia que no aprovechara para llevarla a cabo, efectuándola con bastante lucimiento la mayor parte de las veces; esto le dio ánimos para procurarse algunos contratos como matador de novillos (…)”. Por el buen resultado que obtenía en los primeros años, conseguía aumentar un buen número de ajustes o contratos poco a poco, para que su nombre se abriese paso por entre los muchos que entonces figuraban como estrellas de la tauromaquia.
López Megía había estoqueado por aquellos años en las importantes plazas de Alcalá de Henares, Aranjuez, Burgos, El Escorial, Madrid, Noblejas, Palencia, Talavera de la Reina, San Martín de Valdeiglesias, Valdepeñas y Villanueva de la Fuente. En todas ellas mostraba que era de los matadores de novillos que sabían manejar la muleta y el estoque. Tan buena maña se dio en la práctica de esta suerte, que pronto fue buscado por matadores de alternativa para trastear a su lado, unas veces formando parte de su cuadrilla, como sucedió con el Gallo, Pepete, el Ecijano, y toreando junto a Mateito, Bonarillo y otros espadas de cartel, y otras para torear aliado con otros diestros, dejando en todas partes bien sentado su nombre. También en la Revista Ilustrada “Pan y toros” se decía, el 18 de mayo de 1896, que los diestros “Manene” y “Coquinero” mataban el día del Corpus en Villanueva de la Fuente cuatro toros de la ganadería de Atanasio Linares. A partir de ahora era muy común la celebración de novilladas y corridas durante algunos años en las dos fiestas mayores referidas, el Corpus y la Virgen del Carmen, aunque a partir del siglo XX quedaba solo la fiesta de la Virgen del Carmen o en el domingo más próximo al 16 de julio, en la plaza de toros de Villanueva.
En las primeras décadas del siglo XX apareció la ganadería de “La Familia Flores” y el 15 de mayo de 1928 llevó sus toros por primera vez a la Plaza de Madrid. Los encargados de lidiar esa corrida serían Miguel Espinosa Armillita, Fausto Barajas y Gabriel de la Haba «Zurito». Esta Familia había comenzado a ser propietaria de bastantes fincas en Andalucía y en la Mancha como la de “El Palomar” en el término municipal de Povedilla, en el límite de la provincia de Albacete, lindando con el término de Villanueva de la Fuente. Esta referida finca había pertenecido en el siglo XIX al Duque de Alba.
Poco después se decía en la Revista Toros y Toreros, editada en Barcelona, que dicha ganadería suministraba la corrida en Villanueva: “Villanueva 4 de Flores para “El Tato” y “Castrelillo” día 20 de julio de 1930”. Esta fecha era el domingo de celebración de la Fiesta de la Virgen del Carmen, que era importante desde mediados del siglo XIX, hasta los últimos años de la década de los sesenta. Esta fiesta era un anticipo de la “Feria de Septiembre” pero con identidad propia, instalándose puestos de turroneros y otros tenderetes en la calle de la Feria, además de los actos religiosos y la corrida o novillada correspondiente. Había comenzado el siglo XX donde las corridas y novilladas seguían siendo el eje central recurrente en la Feria en Septiembre, añadiéndose siempre una becerrada o suelta de vaquillas el día 3. Como ejemplo, en el año 1935 con la II República, en la Feria los días 2 y 3 de septiembre se celebraron dos espectáculos taurinos, el primero, la tradicional novillada del lunes día 2, siendo Narciso Estero el Alcalde. Se lidiaba la corrida de novillos-toros procedentes de la ganadería del Duque de Veragua de Villamanrique, con la intervención de los toreros; Justino Mayar “Saleri” y José Vergara “Moreno de San Bernardo” y como sobresaliente del espectáculo “Antonio Álvaro Alvarito”. La corrida comenzaba a las 16:30 horas. El precio de las entradas era: el palco de 6 por 60 pts, barrera-sombra 6, general-sombra 4 y general sol 2,50 pts. El segundo, el día 3 se celebraba uno de los tradicionales espectáculos cómico taurino-musical desde décadas. Estos festejos comenzaba a las cuatro y media de la tarde y eran amenizados por una banda de música y las entradas en la sombra costaban en palco 6,25 pts, en barreras 3,50, la general 2,50 y la general 1,50 en sol.
Al siguiente año y durante toda la Guerra Civil, no se celebraría ningún espectáculo taurino porque el alcalde Pascual Cantos había suprimido los eventos taurinos y la Feria; el Ayuntamiento por acuerdo del día 29 de agosto de 1936 decía; “(…) Igualmente se acordaba, en vista de las circunstancias actuales producidas por el movimiento sedicioso y hasta tanto se aplaste el fascismo, se suspenda la celebración de las Ferias y Fiestas que, anualmente, se celebran en esta villa durante los días 1, 2 y 3 de Septiembre”. Sin embargo, en Albacete el 7 de septiembre se abría su feria con ciertas precauciones y timidez, como consecuencias de los bombardeos de la aviación franquista a la ciudad durante el verano.
Finalizada la Guerra Civil española, la Gestora Municipal del Ayuntamiento de Villanueva del año 1939 organizaba el cartel de feria taurina. La corrida era un mano a mano entre los novilleros Juan M. Rosa (Serranito), la revelación taurina del momento por su arte y su valor, y Vicente Molina, el novillero de los grandes éxitos en toda España. La novillada se celebraba el día 2 a las 17:30, con novillos procedentes de la ganadería de don Aniceto García, del pueblo cercano de Villamanrique. Los precios de las localidades fueron de 8 pesetas en palco, sombra 5, la general de sol 4, la media entrada de sombra 2,5 y 2 la media de sol. Los carteles de toros a partir de mediados de los cuarenta, que presentaba el Ayuntamiento de Villanueva, se reiniciaban con la colaboración de la familia Flores como tiempo atrás. Se trataba del cartel de feria del año 1946 para el 2 de Septiembre, que comenzaba a las 19 horas, con la celebración de la gran corrida, con las cuadrillas de los diestros “Ángel Soria” y “Gallito de Dos Hermanas”. El ganado pertenecía a la acreditada ganadería de Samuel Hermanos, de Albacete.
Con todo lo anterior, habiendo llegado la Feria del año 1956 y con motivo de la celebración de la Coronación de la Patrona la Virgen de los Desamparados el 1 de septiembre, para el 2 se había programado por el Ayuntamiento de Villanueva la tradicional corrida de toros, donde intervenían, en un mano a mano, los entonces famosos diestros de Albacete; “Pedrés” (Pedro Martínez González) y Juan Montero Navarro, también conocido con el mote familiar de “Potaje”. Pedrés había hecho un alto en su primera etapa de retiro del año anterior, pero a solicitud de la familia Flores de la finca “El Palomar” decidía mostrar su arte en aquella tarde en Villanueva. El diestro se había formado, en parte, como novillero irrumpiendo como maletilla en algunas plazas y en capeas de Albacete y Cuenca; Ledaña, Minglanilla, San Antonio, Yeste, incluso en las de Valencia, donde les echaban novillos de Samuel Flores que en realidad eran toros apropiados con alguna ayuda para la exhibición. En Albacete vistió el primer traje de luces en 1950 y debutó con picadores y con Juan Montero que está considerado, junto a Pedrés y Chicuelo II, como el cimiento del toreo en Albacete que cristalizaría años después con Dámaso González.
Aquella tarde, para refrescar el ambiente y fijar el albero, se regaba la plaza de Villanueva, sacando agua con cubos del histórico pozo situado en medio del ruedo, cuando entonces el nivel freático del acuífero se encontraba a poca profundidad. Comenzaba el espectáculo con las faenas recurrentes y enseguida se ponía en juego la célebre “pedresina” que exhibió aquella tarde en la corrida. Potaje hizo lo propio con sus faenas en sus dos toros, en el mano a mano, como su compañero, con Pedrés arriesgando para disfrute del tendido con su toreo pegado a la pared (a las tablas) mirando a la barrera, con la muleta plegada como para iniciar un natural y sin abrirla, quieto, se giraba cuerpo y brazos, abría la muleta por la espalda y se pasaba por el pitón derecho. Así quedaba reseñado lo que aconteció aquella tarde en Villanueva, con el palco repleto de autoridades y con un lleno hasta la bandera.
Casi como colofón de aquella década, hacer alusión a la emblemática corrida de la Feria del 2 de Septiembre de 1957. Un espectáculo digno de reseñar con el diestro “Juanito Coello”. La afición venía motiva de la anterior temporada y se celebraba una excelente tarde de toros con el despliegue de arte y faenas propias del diestro merecedoras de los máximos trofeos. Terminaba el espectáculo casi al filo de la noche con un final apoteósico, saliendo el torero por la puerta principal a hombros de una buena parte de sus admiradores y una multitud que lo llevaría en volandas durante más de un kilómetro, por la “La Cuerda” hasta el ferial, casi por el centro del pueblo y por el barrio de la “La Venta”.
“Un recorrido por los últimos 800 años de Villanueva de la Fuente” (Capítulo 4, I parte) Juan Ángel Amador Fresneda
Gran historia de cuando el ser humano no tenía la evolución a la que hemos llegado en el actual siglo XXI. Ya es hora de que la evolución humana deje únicamente en el recuerdo semejante «tradición» tan denigrante para cualquier humano que se sienta como tal.
Es de agradecer, no obstante, que en el presente siglo este tipo de pseudoespectáculos tan denigrantes de tortura animal gratuita vayan desapareciendo como corresponde a una ciudadanía que ha evolucionado, culturalmente sobre todo…., divertirse con el sufrimiento de animales ya no es de recibo en una sociedad moderna y culta…., aunque todavía queden resquicios sueltos, por suerte la susodicha tradición de divertirse a costa de la sangre y muerte de toros va de culo, cuesta abajo y sin frenos,…como no puede ser de otra manera. Siempre se podrá acudir a los libros para recordar lo que era la «tradición taurina»…como cualquier otra tradición histórica abolida por crueldad.
…Sr. Amador, escriba sobre el «superpisto» que se hace allí para fiestas…. que ahí nos apuntamos todos sin excepción y se lo pasa uno muchísimo…..no me diga que no.
Aún estando de acuerdo con los argumentos en contra de la fiesta taurina hay que reconocer lo que significó y significa ahora.
El recuerdo de la historia de los pueblos se reconstruye con el pasado en el presente. Y para que este sea de progreso necesitamos la cultura y el conocimiento del pasado. Ambos tiempos se necesitan y no hay uno sin otro!!