Ramón Castro Pérez.- Lejos de ser el sueño húmedo de la población que maneja autos, el fin de las itv supuso el inicio de la peor de nuestras pesadillas. Ya no debíamos dirigirnos, con cita previa, a las estaciones de inspección, sufrir ansiedad mientras se chequeaban los gases emitidos ni afinar el oído para discernir si es el intermitente derecho o las cortas. Menos, aún, esforzarnos girando, de manera incansable, el volante hacia uno y otro lado, justo hasta el momento en el que se agota la paciencia del mecánico del foso.
La espera de cinco minutos, a la puerta de la nave, de pie, con otras personas propietarias de autos, dedicados, todos, a hablar del tiempo o de la pasta que se levantan los del negocio, tampoco. Eso, también, nos lo ahorramos. Hoy lo han anunciado en la rueda de prensa, tras el Consejo de Ministros y Ministras:
—Nos es grato anunciar que millones de ciudadanos y ciudadanas, conductores y conductoras, ya no tendrán que llevar sus autos a las itv. Los liberamos así, contribuyendo a que tengan más tiempo para ser felices y disfrutar del tiempo de ocio. Las inspecciones, tal y como las conocemos, pertenecen al pasado. Estas quedan sustituidas por los PECHA, los Procesos dE Chequeo Automatizado.
«Pechá» a llorar nos metimos, a partir de ese momento, los propietarios de los autos cuando descubrimos que, si nuestro utilitario no portaba el chip 4567EUE (como era el caso de los motorizados a combustión), deberíamos instalar el sistema de actualización que permitiría la inspección técnica continua. El sistema chequea, cada segundo, nuestro auto, monitorizando su estado integral y el de todas las piezas, incluida la emisión de gases si el auto es, aún, de gasoil o gasolina. La inversión necesaria para tal actualización sería fiscalmente deducible y, si no se realizaba en un plazo de un año, se retiraría el vehículo de la circulación, procediendo a su destrucción completa.
En «X» hubo debate, debidamente moderado por la FRS (Fiscalía de Redes Sociales), pues cualquier discrepancia podría ser calificada como delito de odio. De hecho, dado el estado mental de la población, dominada por la pereza y fácilmente influenciable, cualquier opinión en contra de lo legislado se consideraba, ya, un crimen de odio, sancionado por la vía del juicio rápido y pena mínima de prisión de 3 años y medio, sin posibilidad de fianza ni recurso a instancia superior. Por ello, en «X», la crítica más afilada fue la que emitió el usuario María Dolores Fuertes Sincrón, con DNI 01234567E, quien, a las 22:45 horas del 22 de agosto de 2045, escribió:
—Es el fin de las itv
Su cuenta se moderó a las pocas horas del post. Al margen de esta nota de color, lo cierto es que el fin de las itv nos trajo algún que otro disgusto más. El software del sistema no era del todo público ni transparente que digamos. Era el paquete informático que, desde la imposición de venta de vehículos eléctricos, imperaba en la industria. Su código formaba parte del «kernel» de las actualizaciones forzosas a los pocos vehículos de combustión que aún sobrevivían por lo que las bondades del programa incluían, para todos los autos, una localización exacta en cada instante del tiempo, el control total sobre el utilitario (acelerador, marcha, freno, parada, dirección, etcétera), varios terabytes de grabaciones de audio y vídeo de lo ocurrido en el interior del habitáculo y la copia de respaldo de todo el contenido de cualquier móvil que se detectara dentro del mismo. Básicamente, el fin de las itvimplicaba que el Estado sabía más de tu vida que tú mismo. Cuando esto se descubrió, nos hicimos, aún, más imbéciles pues sentimos pánico a pensar, por miedo a que el Estado también conociera nuestros anhelos, y así fue como dejamos, por tanto, de pensar. Ya no pensamos. Nunca. Menos aún en el coche.
A los dos meses de su total implantación, el Estado tenía las claves para que todos fuéramos felices. Lo sabían todo y el propio vehículo, incluso aparcado en el garaje, nos enviaba al móvil consejos psicológicos para pautar nuestra vida de mierda con las mejores recetas. Ni siquiera los españoles pudimos hackear estos sistemas para evitar el absoluto control al que la humanidad se hallaba sometida. Estábamos perdidos y la única solución consistió en dejar de conducir, de portar móvil y de relacionarnos con gente que los tuviera. Volvimos a las cuevas y a los caballos. Y ese, sí, ese sí que fue el fin de las itv y el comienzo de algo más grande.
???
Es una distopía, aunque no tardaremos demasiado en ver cómo las itv comienzan a ser sustituidas por sistemas informáticos conectados a nuestros autos.
Sí, si ya imaginaba Ramón.
Es solo que que no le veo mucho sentido, perdona. La distopia ya la tenemos, pero no porque el ‘Estado’ sepa todo sobre nosotros gracias a los coches. Sino porque ya lo saben empresas privadas como Meta (facebook), Alphabet (google) gracias a internet (y más todavía los móviles).
Un saludo.
Cierto, aunque preocupa que sea el Estado, único agente con poder de coacción, quien muestre derivas hacia el control de la opinión y la auditoría de redes sociales. Al fin y al cabo, elegimos si estamos en redes sociales o no (al menos, en cuáles). ¡¡¡¡Gracias por los comentarios!!!!