“Bailando sin límites”

El personaje principal de esta historia no es real, pero sí refleja la finalidad esencial de iniciativas tan bellas e inclusivas como la que promueve José Melgar de la mano de Castilla-La Mancha Activa, en colaboración con la Fundación “laCaixa”.

—Julián García Gallego—

Aún siento sus dedos sobre mi mano y no comprendo por qué mi cabeza sigue en bucle con la melodía de la última canción. Ha sido como una caricia sobre el pecho, tan sensual que cada parte de mi piel se ha erizado y, todavía, sigue excitada por la armonía, juntando las notas musicales para alargar todo lo que pueda la sensación de libertad que ha recorrido mi columna.

Sé que, cuando me lo propusieron, me reí y proclamé la absurdez de una iniciativa tan descabellada. Una de esas brillantes ideas que rellenan algún titular y que acaban olvidadas en un cajón. Quedan genial en el currículum de alguien. Ni siquiera asistí a las primeras sesiones. ¡Ya hacía bastantes tonterías en mi día a día como para ponerme a hacer monadas en un salón de baile improvisado!

He estado atado a esta silla de ruedas tanto tiempo que he ido enterrando la alegría y abonando el mal humor, reemplazando al chaval enérgico que fui en mi adolescencia por un tipo testarudo. No he ganado nada con esa actitud; al contrario, este no soy yo. Sin embargo, cada vez que las ruedas giraban siguiendo los pasos de mi compañera de baile, sentí cómo el muro de piedras y barro se resquebrajaba, abriendo una grieta por la que podía ver la luz del amanecer. El aire fluía en cada pirueta, algo mágico e indescriptible.

Recuerdo el primer día que José entró. Llegó tan motivado que no me dio ni la opción de dudar. Para mí, ya estaba etiquetado: «Otro artista, un bailarín, con ganas de salir en la tele. ¡Pues conmigo lo lleva crudo! No voy a servirle a nadie de trampolín al estrellato». Me dediqué a merodear, olisqueando como un sabueso, esperando su debacle. Pero ese momento nunca llegó; fui yo el que terminó viendo los rostros de mis compañeros llenos de algo especial. No sabría definir lo que sentí en esos instantes. Quizás fuera envidia, porque aquellas parejas de baile parecían ser realmente felices, y lo que más me dolió fue no ser una de ellas.

En mi juventud, antes del accidente de tráfico, amaba la música y el placer que me embargaba al dejarme llevar por una pieza, ya fuera pop, rock, tango, bachata… Mis pies sabían perfectamente cómo hacerme flotar por la pista, y yo les consentía todos sus caprichos. Todavía puedo imaginar la cintura de mi mujer rodeada por mi brazo, mientras le susurraba «te quiero» al oído. Estar en mitad de los focos de la discoteca o en el comedor de casa era como un faro que iluminaba y salpimentaba nuestro amor.

Esos mismos fogonazos de pasión los he sentido hoy cuando Mari Cruces, mi pareja de baile, ha tenido a bien elegirme como su consorte. Ella es maravillosa, viene como voluntaria, y se nota que lo hace de corazón. Eso es fácil de ver; hay personas que llevan los sentimientos en la mirada, y los suyos están bien nítidos. Me dejo llevar, y es agradable permitirle a mi mente deshacerse de las ligaduras de la realidad. Concentro mis pupilas en las suyas, y por momentos, la montura de cuero y hierro se desvanece, se esfuma con cada paso, hasta que solo quedamos nosotros dos, danzando en perfecta sincronía.

Después de haberme perdido algunas sesiones por mi testarudez, ahora me emociono con cada fecha en el calendario que me acerca a la próxima oportunidad de deslizar mi corazón sobre el suelo del aula. Esta silla de ruedas no es la cárcel llena de barrotes que yo mismo he permitido que sea. Y lo he descubierto gracias a las sonrisas de Rosa, Manuel y Paqui, que me acompañan en los pasos de baile; son lecciones de autoestima. Sea como sea, me siento genial y disfruto una barbaridad de estos encuentros.

«Bailar sin límites» ha transformado la oscuridad y la apatía en un objetivo, en una referencia en el horizonte para desterrar las limitaciones que yo mismo había sumado a mi tristeza. Un gesto tan sencillo como reproducir una canción y dejar que tu alma sienta esas vibraciones es algo maravilloso.  

¡No lo voy a dudar, en noviembre estoy listo para retomar las clases!

Firmado: un aprendiz de soñador.

Enlaces:

https://castillalamanchaactiva.es/noticia/apuntate-ya-nuestras-clases-de-danza-inclusiva

Danza Inclusiva: Curso Intensivo con José Melgar – CLM Activa y Fundación ‘LaCaixa’

-Inscripción abierta-

No pierdas la oportunidad de ser parte de esta iniciativa transformadora. Para inscribirte en las clases de danza inclusiva, simplemente contacta a través de los siguientes medios:

Teléfono: +34 621 07 16 60

Correo electrónico: proyectos@castillalamanchaactiva.es

Descubre el poder de la danza inclusiva. Libera tu cuerpo, baila sin límites y sé parte de una comunidad vibrante y acogedora.

Julián García Gallego —Sin palabras mudas—

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