Jesús Millán Muñoz.- Visitar un pueblo es como mirar muchas veces a lo mismo y a lo distinto. Cuándo una ciudad o lugar o barrio se ha estado pisando diversas veces, el recuerdo es una mezcla de todos los viajes.
Se va a una ciudad, lugar, localidad, pueblo, aldea, barrio por diversas razones, causas, finalidades y fines. A Alcázar de San Juan, el sujeto escribiente le ha sucedido también lo mismo, unas veces, acompañado de la media naranja, otras veces, solo, la última para presentar un cuadro al concurso de pintura de dicha localidad, otras para sumergirse como buceando en algunos de sus museos, otra detenido en la estación, esperando otro autobús con ruedas de hierro que besa dos raíles de la primera revolución industrial. En definitiva, ver transcurrir la vida.
Toda la Mancha está rellena de esos recuerdos, quizás, el problema profundo de la Mancha es que lo que habitamos o hemos nacido en ella, los que estamos en su seno o los que están alejados por los vuelos demográficos, no la quieren lo suficiente, no la valoran lo suficiente, no la estiman lo suficiente, no la aman lo suficiente, no son conscientes que desde ese rincón o esos rincones de estos trozos de viñas y olivos y quijotes y sanchos y dulcineas y teresas panzas debemos tener nuestro lugar en la Piel de Toro, en Europa y en el mundo. Que no somos más que nadie, “naide”, pero tampoco menos que “nadie”. Si alguien es capaz de fabricar cohetes con hilos de seda, nosotros también deberíamos intentarlo, según nuestras posibilidades. Que debemos dejar nuestra mentalidad medio somnolienta o eternos soñadores para despertar, que debemos despertar.
Esta última vez, el viajero, esta vez solo, atravesó los muros del ayuntamiento, lo/le trataron muy bien y correctamente, realizó los trámites pertinentes. Paseó por el centro, la plaza del ayuntamiento, que como todas tendrá nombre, pero que para todos es eso la plaza del ayuntamiento, la antigua plaza mayor de todos los pueblos de Castilla medieval, dónde dicen se tenían que reunir todos los caballeros y todos los ciudadanos con sus armas para caso de emergencia, realidad que se transmitió a América del Sur, por eso, en todas las ciudades de ese gran continente que busca su futuro, en todas existen plazas muy grandes, también llamadas plazas de armas, quién sabe, si con orígenes como casi todo en la vieja Roma, dónde se cruzaban las calles, y en el centro siguen estando, casi siempre las mismas realidades: el poder civil, el poder ciudadano dónde se reúnen los corazones para llegar de un lado a otro, el poder religioso, el mercado, la justicia, y, algunas realidades administrativas. Vayan a un pueblo grande o pequeño, casi siempre se sigue el mismo esquema urbano.
Nos ha caído, diríamos la suerte o el azar o el lamento, que en verano que casi todo el mundo se mueve y remueve y conmueve, hace un calor abrasador en estos territorios, pero tendremos que luchar contra ello. Quizás, quizás pequeñas ideas. Cuando era niño, Madrid, en casi toda plaza existía una fuente, pública y con agua, dónde se apretaba un artilugio, existían distintos tipos de grifos y surgía el agua, dónde el viajante y viajero podría refrescarse. Volvamos a esa idea. Volvamos a tener fuentes, en todas las plazas de España. Dónde cualquier persona se pueda echar agua y sumergir la cabeza, especialmente en verano. Hemos visto como se han ido quitando de las ciudades, grandes o pequeñas o medianas. Solo han dejado, salvo excepciones, las fuentes decorativas y estéticas con grupos de personajes, que representan trozos de la historia o de las leyendas o de los mitos. Pero incluso el grifo ha quedado clausurado, se ha secado por cerramiento la fuente de la vida, el agua. Esta pequeña medida, créanme hacen a las ciudades más habitadas y habitables. Al centro de esta península del que emerge calor de sus suelos, sería una ayuda.
Otra medida, expongan o estudien situar parasoles, sea de una manera o sea de otra. La sombra permite, rebajar la temperatura… La sombra es hacer más viable el semidesierto de la Mancha en verano. Otra realidad, es que no traten al viajante extranjero o foráneo diferente al autóctono. Porque el verdadero turismo y fama es el de la propia lengua: el concepto de boca y oído. Lo que dicen y expresan las personas a sus vecinos y amigos. Pasan millones de vehículos por nuestras carreteras y caminos cada año, en todas las temporadas y estaciones. Tenemos que invitar a que se queden unos minutos, a que visiten algún museo, a qué tomen un aperitivo, a que se sientan bien tratados, y, quizás, en la próxima vez, ya sabrán dónde estar de descanso dos horas. He entrado en pueblos a tomar algo, y, no he encontrado un bar o restaurante abierto a las cinco de la tarde. Ya sé, que todos y todas las almas y cuerpos están dentro sus madrigueras, es lo que hacemos aquí todos, todos los que podemos y los días que podemos. A no ser, que sea necesario respirar el aire que atraviesa el calor al pulmón.
No entraremos en la diatriba, si Cervantes, ahora que tiene tantos valedores, no cuándo respiraba aire real, es de aquí o de Alcalá de Henares. No se ofendan, creo que es de Alcalá, pero sea de aquí o de Alcalá, visiten algunas cuevas-monumentos de esta ciudad, empezando por los habituales de la misma Mancha: Museo de la Alfarería de la Mancha, Museo Municipal, Museo Casa del Hidalgo, El Torreón de Don Juan José de Austria, Iglesia de san Francisco, Convento de Santa Clara… y, más, degusten sus quesos y sus vinos y sus tortas de Alcázar y su bizcochá…
Alcázar gran nudo ferroviario en otros tiempos. Alcázar en las autovías que pasan por sus cercanías, podrían poner un cartel a la luz de los ojos, de millones de ojos que atraviesan esta comarca, una pancarta grande que lo permita la DGT. Pasar a Alcázar es comprenderse mejor uno mismo, es como estar en una obra de teatro, en la cual los actores somos nosotros, toda ciudad nos enseña algo de nuestro corazón y de nuestra carne y de nuestra alma. Venga, venga al menos una vez a Alcázar de San Juan, al menos, al menos una vez en su vida, si pueden ser dos o tres. Paz y bien.