“Cuando las arañas tejen juntas, pueden atar a un león”
PROVERBIO ETÍOPE
Cuando se produce algún acontecimiento especial en nuestro país, solemos recordar la fecha, el lugar en el que lo vivimos, con quien estábamos o que hacíamos. Un acontecimiento deportivo extraordinario, —como que gane un campeonato alguna de nuestras selecciones nacionales o un gran jugador a título individual—, son un ejemplo de ello. Así el 11 de julio de 2010, la selección española ganó el campeonato del Mundo de Futbol, en Sudáfrica.
Recuerdo que ese día iniciaba mis deseadas vacaciones en Turquía. Llegamos a la Capadocia a media tarde y casi todos los españoles, al llegar al hotel, le preguntamos a nuestro guía que dónde podíamos ver el partido. Él era un militar en excedencia, que nos dijo, con suficiencia y autoridad castrenses, que el hotel contaba con un salón amplísimo y que había dispuesto que lo tuvieran preparado para la hora del partido.
Después de dejar el equipaje nos bajamos al salón, que era una dependencia muy amplia, con capacidad para más de doscientas personas en la que había mesas y sillas suficientes para los españoles que queríamos ver el partido. Yo estaba con una pareja de Zaragoza, cuando echamos en falta la televisión para ver el partido. La encontramos en un rincón, sobre un soporte de pared. Era un aparato muy pequeño.
Al ver su tamaño y la elevada altura a la que estaba, les dije a mis acompañantes: ¡sí se parece al Torico de Teruel! Su diminuto tamaño y mi comentario, hizo que se rieran mis compañeros maños. Vaya que sí se parece, dijeron ellos. Aunque luego nos olvidamos del televisor y vimos el partido con toda la emoción más de ciento cincuenta españoles. Faltaron dos catalanes a los que, aunque no dijeron nada, parecía que no les apetecía ver el partido.
Como hubo prórroga, el espectáculo se prolongó hasta después de las once y media de la noche y como en Turquía el horario oficial es de una hora más, —aunque la diferencia de la hora solar eran tres—, se nos hizo muy tarde. Además, para el día siguiente teníamos programado viajar en globo y había que madrugar. Salimos del hotel, casi sin dormir, a las cuatro de la mañana para aprovechar la calma del viento del amanecer.
Recuerdo la satisfacción de casi todo el grupo que hicimos aquel viaje y la psicología que utilizaron con nosotros algunos vendedores turcos. Una semana después de ganar el campeonato, cuando llegamos al Gran Bazar de Estambul, los comerciantes, si oían que se hablaba español, nos felicitaban efusivamente por el título conseguido y, de paso, para ablandar nuestro ánimo y así poder regatear mejor a la hora de vendernos.
El pasado 14 de julio, se produjeron algunos de estos acontecimientos para recordar. Por la mañana se celebró el último y más temido de los encierros de Pamplona, el de los toros de la ganadería de Miura. Después, nuestro joven campeón de tenis, Carlos Alcaraz, se coronó con su segundo torneo consecutivo en Wimbledon, tras vencer a Novak Djokovic. Y luego, nuestra selección de futbol, en un partido épico, se proclamó campeona de Europa.
Hablando de nuestra selección de futbol, el equipo demostró tener la solvencia suficiente para ganar este campeonato. Y más allá de los récords conseguidos, —como el de acabar el torneo con pleno de victorias—, la selección ha acreditado ser un equipo conjuntado, cuyo objetivo ha sido asumido por todos y, con su denodado esfuerzo, lo han conseguido.
El equipo estaba compensado. Había jóvenes brillantes, —Nico Williams o Lamine Yamal—, junto a veteranos como Navas o Carvajal. Aunque todos contribuyeron al resultado final, yo destacaría al cerebro del equipo, Rodri, reconocido como el mejor jugador del campeonato; o a Dani Olmo, que fue uno de los mejores jugadores y el máximo goleador del torneo; sin olvidar la seguridad proporcionada por Unai Simón en la portería.
Lo que comenzara Luis Aragonés, prescindiendo de algunas estrellas de los grandes equipos, lo continuó con su inteligencia y sabiduría un Vicente del Bosque que consiguió ganar un mundial y otra Eurocopa. Y, Luis de la Fuente, ha seguido esa misma línea manejando a un equipo, en el que, aunque han brillado algunas individualidades, lo principal es que ha conseguido coordinar a un conjunto de jugadores de muy diversa procedencia.
Pero la selección siempre ha tenido detractores. Hace años un expresidente autonómico reconocía que, en los años sesenta, cuando jugaba la selección contra la URSS, él, —por su fervor ideológico—, iba con los rusos y en contra de España. En la Eurocopa conseguida en 2012, unos niños le preguntaron a su profesora soberanista por el resultado de la final y ella les dijo que la selección había perdido.
Este año se han producido situaciones parecidas. Algunos fervorosos separatistas, han negado la colocación de pantallas en varias ciudades o han insultado a algún jugador.
Pero aquel simbólico torico del año 2010, ha crecido y se ha convertido en estos años, alegóricamente, en un morlaco como los Miuras que ha arrasado a los mejores equipos de Europa, y en la final a la todopoderosa selección inglesa.