Salvado por la trumpeta

Manuel Valero.- Estados Unidos, los USA, Norteamérica, simplemente América, siempre me ha parecido un país a punta de pistola. A punta de pistola relató la conquista del Oeste que es como la Edad Media europea pero sin catedrales, a punta de pistola emuló a don Quijote con el jinete solitario que cabalga sin destino, a punta de pistola dirimió los contenciosos entre bandas y clanes, y a punta de pistola acababan las partidas de póker cuando en la vieja Europa el millonario arruinado por el juego se suicidaba elegantemente asumiendo su derrota. Y, ay, a punta de pistola le ha dado matarile a gobernantes que no llenaban el ojo a la oposición, a un exaltado lobo solitario, a los otros lobos, o sea, los lobbies, o no satisfacía a las cuerdas infinitesimales de la conspiración profunda. Es verdad que EEUU no es la excepción en darle boleto sin retorno a sus mandatarios pero sí el primero de la clase. En España sin ir más lejos tenemos a Prim, Cánovas o Dato que fueron despachados expeditivamente, o al mismo Aznar que casi estuvo a punto de irse al barrio de arriba con el salvoconducto de ETA.

Pero los EEUU son diferentes. Para empezar un señor bien armado de pistola pero desarmado de humanidad, actor para más  inri le pegó un tiro a Lincoln por haber ganado la guerra al Sur y por abolir la esclavitud, en plena función teatral.. Luego le seguirían tres más: James E. Garfield, William Mackinley y, sobre todo, John F. Kennedy.  El asesinato de Kennedy llegó incluso a impactarme en plena infancia sin que a mis nueve años tuviera la más mínima noción de lo loco que estaba el mundo porque el mundo ha estado y está loco de remate. En la obrita que dediqué a la memoria de mi madre-Rafaela- relaté una anécdota cuyo significado descifré años después. Una peluquera vecina le dijo a mi madre que se iba a acabar el mundo. Mi madre le preguntó que a qué hora y la peluquera le contestó con inexplicable certeza que a las 6,30 de esa misma tarde. Era la crisis de los misiles, de ahí la interpretación popular, siempre sabia y temerosa de tan trágico final, de no haberse llevado la URSS los misiles nucleares a otra parte lejos de Cuba. Yo no lo sabía y el último minuto que anunciaba el Apocalipsis lo pasé con uno ojo cerrado, lleno de miedo, y con el otro abierto mirando a mi madre que indiferente a la profecía, tiraba de aguja como si el fin del mundo le importara un bledo. O dos. 

La lista de presidentes que han sufrido atentados aunque salieron de ellos ilesos o heridos es interminable, prácticamente todos. El último más sonado fue contra el mismísimo Ronald Reagan. Otros candidatos a presidentes como Robert Kennedy también sacaron boleto para el otro lado. Y algún que otro líder de causas justas como Luther King o Malcom X corrieron la misma suerte

A punta de pistola es la imagen de los EEUU de América del Norte. Algo habrá tenido que ver la leyenda en torno a la épica conquistadora de colonos y ejército, exterminio sistemático incluido, y no lo de España por mucho que se empeñen en ello los neoloquesea expertos en leyendas negras. Y las películas, por supuesto. Las hay a centenares.

El actual presidente Joe Biden ha dicho que EEUU no es espacio para la violencia en una más de sus idas de olla. EEUU es una sociedad con todas las bondades de la democracia pero con tanta permisividad a la hora de sacarla que allí la policía dispara y luego pregunta, o es rutina que un estudiante cabreado acuda al colegio a escribir su nombre entre los putos locos asesinos. Normal en un país que hace de la posesión de armas un derecho y por eso te las vendes en la botillerías, normal en un país que si bien ayudó a Europa a librarse del anticristo austriaco tuvo la incomprensible chulería de disparar primero y dos veces balas atómicas para decirle al mundo que a partir de ese momento se erigía en sheriff indiscutible de medio planeta y del otro medio, si preciso fuera.

Así que no me ha extrañado lo de Trump. Es muy raro lo que pasa en EEUU cuya presidencia se la disputan ahora un impulsivo, descarado y lenguaraz y un olvidadizo que tropieza y tropieza.

Trump se ha salvado porque una bala le ha rozado y ha pasado tan cerca de su cabeza que le ha bruñido la oreja con sangre tan roja como el último paria de la tierra.

PD.- ¿Y a quien hubiera beneficiado su muerte? La solución en el siguiente capítulo. O no.

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