Eduardo Egido Sánchez.- De cuando en cuando aparece una noticia local de importancia menor que, sin embargo, nos causa una emoción singular. Así ha ocurrido con la buena nueva de que Puertollano va a recuperar el cine de verano que perdió hace ya casi 30 años. En ese periodo de tiempo ha nacido mucha gente que, salvo que lo haya hecho en otro lugar, no ha tenido ocasión de sentarse al aire libre en una plácida noche veraniega y entregarse al disfrute de vivir historias que enriquecen nuestra experiencia. Ahora, por fin, esos jóvenes podrán recuperar el tiempo perdido.
El mérito de la iniciativa radica en la eficaz colaboración entre el Ayuntamiento de Puertollano y la empresa Multicines Ortega, el complemento de la administración pública y la iniciativa privada, un tándem que suele dar buenos frutos. Merced a esa unión, la ciudad contará con proyecciones veraniegas los sábados 13 y 27 de julio y 10 y 24 de agosto, siempre a las 22,30 horas. También es afortunada la idea de abrir las puertas una hora antes para dar ocasión de tomar un aperitivo o cenar en el local, que dispondrá de bar, cocina, mesas y palomitas cinematográficas.
Las películas estarán encuadradas en el género juvenil y familiar, aptas para todos los públicos y recomendadas para el sector senior por sus efectos rejuvenecedores. Un aliciente de peso es que la entrada a la sala será gratuita, con el único requisito de conseguir previamente la invitación en los propios Multicines Ortega o en el Centro de Juventud, situado en la calle Malagón, junto al Hospital. El aforo se limitará a 600 personas, que no son pocas, pero obligará a estar listo para no quedarse sin invitación. El acceso se efectuará por la calle Cañas, el habitual de los Multicines.
Hay que recordar que nuestra ciudad cuenta con una larga tradición en cines de verano, que alcanzó su época dorada en la segunda mitad del pasado siglo. Entonces, un domingo sin cine, tanto en verano como en invierno, era similar a no santificar las fiestas, dicho sea sin ánimo irreverente. Un domingo sin cine era una pantalla en blanco y un altavoz mudo. La vida en blanco y negro se teñía de tecnicolor con las aventuras, viajes exóticos y amores eternos de los héroes y heroínas de la pantalla, que personificaban las ansias de abandonar nuestras anodinas existencias y sumarnos a la corriente maravillosa que conducía al Séptimo Cielo.
A ver los veteranos, seguidme en el itinerario de los cines de verano que estuvieron diseminados por la ciudad:
1) Plaza de Toros, actual Edificio Tauro, frente al Mercado de Abastos, contaba con las sillas del albero (similar al patio de butacas) y el graderío (equivalente al anfiteatro o “gallinero”). Se proyectaban programas dobles y hasta triples, que terminaban bien entrada la madrugada.
2) Cine Calatrava, ubicado en la calle Goya, donde actualmente se encuentra Hacienda; luego se llamó Cine Rosanty. Inolvidables el frescor de las enredaderas recién regadas y el olor de los pericones.
3) Cine Goya, en la esquina de las calles Goya / Gran Capitán, donde ahora está Repuestos Valencia.
4) Cine San José, en la barriada Abulagar, cerca de donde estuvo el Centro de Adultos. Permanece el solar con las taquillas tapiadas y la pantalla.
5) Cine Avenida, situado en la entonces Avenida de los Mártires y ahora Avenida 1º de Mayo. Actualmente ocupa el espacio el establecimiento de Mercadona.
6) Cine Córdoba, su nombre parece provenir de su situación en la calle Córdoba, en el actual aparcamiento de Multicines Ortega.
7) Cine Imperial Terraza, ubicado en el paseo de san Gregorio, acera de los pares, entre la calle Velázquez y la plaza Mariana Pineda. Ahí se instalaba la caseta de ferias de la empresa Calvo Sotelo y más tarde la caseta municipal.
8) Cine Montecarlo, en la carretera de Almodóvar, a la altura de la calle Joan Miró, donde luego estuvieron las cocheras del Servicio Urbano de Autobuses (SUA).
9) Cine de la alpargata, en la barriada del Carmen, calle Bañiz Bajo, donde ahora está el Centro de Salud Nº 4.
Estos fueron los escenarios donde el cine de verano mitigaba los calores del estío y ponía alas a nuestros deseos de volar.