Los ciudadanos contamos mucho

Eduardo Muñiz Martínez.- Me viene ahora a la cabeza una anécdota vivida en Portugal, – concretamente en Lisboa -, en el mes de mayo, si no me falla la memoria, de 1987. Una persona de las que iban en mi grupo le preguntó al conductor del autocar que nos llevaba a las excursiones, por las cualidades, cómo político, del Presidente de la República lusitana, a la sazón Mario Solares. La respuesta del conductor, con cierta socarronería, fue: «está bien, cómo no hace nada».

Los ciudadanos contamos mucho…, y es verdad. Tanto que, democráticamente, – al menos de momento -, somos quienes con nuestra decisión ante las urnas elegimos a nuestros regidores, tanto municipales, provinciales, autonómicos, o nacionales, y por esta misma razón les obligamos, cuando nos sentimos defraudados por su forma de gobernar, cómo diría el castizo, a quedarse «de patitas en la calle», porque cómo asevera el refrán, aunque por desgracia, no siempre se cumple, «la primera se la dan al galgo, y a la segunda esconde el rabo».

Por otra parte, lamentablemente, a veces por falta de empatía con los ciudadanos; a veces por una desmesurada parquedad a la hora de cumplir con sus promesas; a veces por empoderamiento y engreimiento; a veces por cierto pasotismo en el ejercicio de sus responsabilidades; a veces…, pierden nuestro favor, nuestra confianza…, y es que, desde luego, los ciudadanos no somos tontos, aunque a veces alguien lo crea.

Ciertamente aquellos concejales, o concejalas, que han llegado a militar en dos grupos políticos al mismo tiempo, o que en una misma legislatura cambian de colores de la noche a la mañana; aquellos Alcaldes, o Alcaldesas, que intentan enmascarar el trabajo, bien hecho, por parte de sus antecesores, o antecesoras; que se «cuelgan medallas inmerecidas»; aquellos regidores que no tienen la humildad de reconocer que «viven de las rentas» de quienes les han precedido…, manifiestan, demuestran…, un exacerbado protagonismo, una extremada falta de consideración y respeto a quienes les han elegido creyendo en ellos, en ellas, aunque luego se den cuenta de su error.

No, no voy a dar nombres, aunque lo haría con sumo gusto, porque considero que su «Pepito Grillo» les puede hacer recapacitar, que no duden, más vale tarde que nunca, haciendo mías las palabras puestas en boca de Don Quijote, en desfacer tan tremendos entuertos.

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