La perla del Otún

Siempre habrá gente que te lastime, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y sólo ser más cuidadoso en quien confías dos veces.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

                En nuestra nueva misión visitamos Pereira, conocida por los indígenas como Purrira, lugar de aguas. Ubicada en un valle entre dos cordilleras, la ciudad se encuentra a más de 1400 metros sobre el nivel del mar, entre Medellín y Cali, muy cerca de Manizales. Goza de excelentes condiciones meteorológicas. Las temperaturas oscilan entre los 16 y los 26º C, todo el año. Y la precipitación anual media alcanza los 2400 litros por metro cuadrado.

                El vuelo salió con retraso, como nos ocurría habitualmente. En este caso fue debido a una huelga de celo del personal de AVIANCA, compañía aérea con la que hicimos el viaje. Según nos contaron, de esta ciudad hay muchos emigrados en España. Se marcharon huyendo de la guerrilla, por los problemas con los cárteles de la droga, por las catástrofes naturales o por la caída del precio del café y de otros productos agrícolas.

Muy cerca de esta ciudad se encuentra el Parque Nacional de los Nevados, conocidos desde la erupción volcánica del Nevado del Ruiz en 1985, cuando se emitió en directo la muerte de la niña Omaira Sánchez. Además, es una zona muy sísmica. En la cercana población de Armenia se produjo un fuerte terremoto que dejó casi destruida la ciudad, causando más de mil muertos, numerosos heridos y muchos desplazados.

                Nuestro hotel era de cuatro estrellas, pero parecía de calidad inferior. En él, nos recibió una recepcionista muy agradable y su director. Había un policía de servicio que poco después desapareció. Luego paseamos por algunas calles donde había numerosos puestos ambulantes y locales para la venta de oro y esmeraldas, donde nos ofrecían piezas de artesanía precolombinas. Al final llegamos hasta un gran supermercado.

                Esa noche cenamos con un personaje pintoresco, representante de la administración colombiana, que era natural y residente de aquella región. Nos hizo un recorrido por la zona de copas de un barrio acomodado. Allí se veían muchas mujeres jóvenes y atractivas. Decía de ellas que eran lo mejor de la ciudad. Bonitas, simpáticas y querendonas —según su propia expresión—. Y nos presentó a su mujer, que era veinticinco años menor que él.

                En esta ciudad, debido a la pobreza y por la falta de formación, muchas mujeres vivían en una situación de grave vulnerabilidad. Algunas eran madres muy jóvenes, tenían parejas inestables o relacionadas con la droga, incluso eran violentas con ellas. Debido a estas circunstancias, muchas acababan siendo víctimas de las organizaciones de la trata de blancas, haciendo de su vida un verdadero infierno, del que muy pocas salían con dignidad.

                La flor nacional de Colombia es la delicada y apreciada orquídea, que encuentra en estos valles el mejor lugar para su desarrollo. Este país es el que mayor número de especies cultiva de esta flor en todo el mundo. En el departamento de Risaralda, —de la que es capital Pereira—, se obtienen numerosas plantas tropicales que se producen, a veces de forma natural, y otras muchas, cultivadas en sus fértiles tierras y con su excepcional clima.

                Esta zona forma parte del eje cafetero colombiano, —que incluye los departamentos de Valle del Cauca, Caldas, Risaralda y Quindío—, donde se produce uno de los mejores cafés del mundo de la variedad arábiga. Allí vimos el fruto extendido en una especie de eras para su secado natural antes de someterlo al proceso de tostado. Este parece ser uno de los secretos de la óptima calidad del producto obtenido.

Cuando entramos en una zona de selva en Santa Rosa de Cabal, donde fuimos a almorzar, nos hablaron de la presencia de pumas, que habían avistado en la torera Manizales, próxima a esta ciudad. En aquella selva, el calor y la humedad resultaban agobiantes. Llovía frecuente e intermitentemente. Nos sorprendió la abundancia de aves tropicales y la espesura de la vegetación, que dificultaba, cuando no impedía, el paso de la luz solar.

En esta localidad había unas termas frecuentadas por turistas extranjeros, algunos de ellos españoles. Y, en ese mismo municipio, se encuentra la laguna natural más grande del país: la del Otún, que está a 4000 metros de altura, cuyas aguas proceden del Nevado de Santa Isabel, donde nace el río homónimo que transcurre por el valle.

Pereira es una ciudad singular conocida como La perla del Otún, y también, como La ciudad de la eterna primavera.

Kevin, nuestro acompañante, era un gran conocedor de la naturaleza de esta tierra. Le gustaba la pesca, la caza y hacer montañismo. Ese año hizo los tres nevados, y había estado 15 días haciendo supervivencia en las montañas. Nos identificaba las aves por sus sonidos, como el martín pescador, el colibrí o el tucán.

Nos habló del estatuto propio por el que se rigen los indígenas, reconocido por la República. Son estos aborígenes quienes aplican sus normas cuando celebran matrimonios o cuando se infringen sus leyes. Tienen jueces propios que juzgan y establecen sanciones. Para cumplirlas utilizan sus dependencias y no las de las instituciones públicas. Aunque, en ocasiones, piden auxilio al Estado. 

Después de este sorprendente viaje, nos volvimos a Bogotá.

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