Un murmullo alborotado trepa por las escaleras que llegan al cielo, ansioso por reconciliar ese espacio de tiempo que los tuvo separados. Atrás, en casa, quedó una habitación llena de juguetes sin desgastar, unas vidas que esperaban ser consumidas con pasión e inocencia por dos corazones novatos y, encima del escritorio, un cuaderno con dibujos de mamá y papá.
En ese nuevo lugar, abrazados a su abuela, encontrarán el calor que les robaron los delirios de la tristeza; acunados por lágrimas que sanan y adormecen el dolor de una madre. Juntos, unidos, sellarán los besos a enviar a la tierra.
Julián García Gallego —Sin palabras mudas— 21-05-2024
Dedicado a esos terribles sucesos que no logramos comprender y que dejan a la impotencia revoloteando a nuestro alrededor; unas muertes incomprensibles.
Hace tiempo que aprendí que con los microrrelatos se pueden contar historias perfectas; concisas, pero a la vez repletas de sentimientos.
En este caso para extraer una espina que se clavó ayer en mi pecho y que hurga en la herida sin descanso. Solo 100 palabras, pero suficientes para aliviar el alma.