Ramón Castro Pérez.- Cuando el cadáver ha hablado, ya estaba muerto y si yo estuviera, ahora, hablando con un cadáver, este aún seguiría vivo. Las dos situaciones son irreversibles, aunque de una mayor angustia la segunda pues, en ese momento, se es consciente de lo que va a ocurrir, perder la vida misma. En el primer caso no tiene por qué suceder así. Lo que parece claro es que, si estoy hablando con un cadáver, este pronto hablará por sí solo.
Le ocurrió a James. El pasado lunes hizo trampas en una timba de póker. En la misma estaban involucrados los hermanos Brooks. Uno de ellos, el más alto, dijo en voz alta, al tiempo que señalaba a James:
—¡Estoy hablando con un cadáver!
Todos rieron a carcajadas menos James, quien empalidecía y deseaba salir de allí cuanto antes. Sus nervios lo traicionaron, provocando que las piernas no le respondiesen. Quería huir, pero cayó al suelo. Allí mismo, el más alto de los Brooks le asestó un golpe mortal con una barra de acero. Lo tiraron al vertedero, horas más tarde. Al cabo de un mes, un niño, que buscaba comida en mitad de aquel muladar, encontró a James. En la morgue, el forense Tony Health exclamó al finalizar la autopsia:
—¡El cadáver ha hablado!
El detective Guess, con años de experiencia en las calles, tomó nota de las conclusiones de su buen amigo Tony. Tocaba hacer el trabajo sucio. Como en el resto de ocasiones en las que se enfrentaba a un homicidio, Guess pensó que ayudaría mucho poder hablar con el cadáver. A decir verdad, ese imposible resolvería casi todos los casos, convirtiendo las investigaciones en simples procesos de comprobación. Claro que aún seguirían existiendo crímenes. Aquellos en los que ni el propio cadáver se atrevería a pronunciar palabra alguna, en el supuesto de poder hacerlo.
Guess abandonó sus absurdas fantasías y se puso manos a la obra. Por las indicaciones del facultativo, sabía que debía buscar en los bajos fondos y que, probablemente, dos hermanos, famosos por su carácter violento, sabrían algo más. Así que arrancó el coche y condujo hasta los muelles.
—Vengo a hablar del cadáver que se ha encontrado en el vertedero de la ciudad. Quiero que sepáis que el cadáver ha hablado y que, por esa misma razón, estoy aquí —dijo con seguridad el detective, mientras los Brooks extendían una lona de plástico en el suelo.
—¿Para qué es esa lona? —inquirió Guess.
—Para el cadáver —respondió el más alto de los Brooks.
—¿Qué cadáver? ¡Yo no veo aquí ningún cadáver! —comenzaba a enojarse Guess.
—Estoy hablando con él en estos momentos —sentenció el más alto de los Brooks.