Jesús Millán Muñoz.- Hoy que tanto se habla de derechos de y sobre la mujer, no sé si se alaba lo suficiente a la mujer, al hombre, al niño, a la niña, al anciano, a la anciana y al ser humano.
Porque son dos realidades diversas y distintas, una, que a una entidad real o humana o en relación a lo humano se le otorguen unos derechos, y, otra es que se estime y se valore dicha realidad, o se valore-estime lo suficiente.
Es obvio y evidente, que el planeta mundo humano, no es solo Occidente, en Occidente se llevan generaciones otorgando derechos legales y jurídicos y prácticos y costumbres a las mujeres. Cada generación que pasa tiene más derechos en teoría y en la práctica que la generación anterior. Pero esto mismo no ocurre en otras partes del mundo. Debemos aceptar la realidad.
En otras zonas del mundo, ni las mujeres tienen los mismos derechos jurídicos que los humanos hombres, ni las mujeres en la práctica tienen los mismos derechos prácticos y habituales y existenciales y costumbres que los humanos varones.
Siempre se ha dicho que el orden jurídico es la antesala del orden social, es decir, se otorga un derecho jurídico y va calando en la sociedad a que ese derecho tiene que ser práctico y practicarse, aquello de la praxis como concepto de generaciones pasadas. Lo teórico influye en la práctica, y, lo práctico influye en lo teórico, diríamos que son dos ruedas que van caminando juntas, o una rueda que va dando vueltas en conjunción, lo teórico y lo práctico.
Quizás, en Occidente no somos conscientes del todo, de los derechos que la mujer, como mujer, la mujer como ser humano tiene y se le ha otorgado, y, los grandes derechos prácticos y en la práctica tienen y está disponiendo. Pero no solo es que tenga derechos teóricos y prácticos, sino que tenemos, que consciente e inconscientemente valorar, elogiar, enaltecer, ensalzar a la mujer. Y, eso, está por encima y por debajo de los derechos teóricos y los derechos prácticos de y sobre la mujer. Que un ser humano en el fondo de su corazón, debe sentir, que la mujer es y tiene valor, sumo valor, igual que tiene todo ser humano varón, todo ser humano en general.
Ese sentir en el fondo de uno mismo, de una persona, eso es de lo que estamos hablando. No solo de que tal derecho se le haya otorgado a la mujer, a nivel jurídico, no solo que tal acto o hábito o costumbre se le haya otorgado a la mujer en la práctica social, más o menos extensa. Sino que la persona sienta en el fondo de su corazón, a nivel afectivo, a nivel racional e irracional que la mujer merece todos los elogios y todos los afectos y todas las igualdades, y, desde ese tronco o pilar o puente se hacen nacer y salir y crecer todos los derechos positivos jurídicos y todos los derechos prácticos positivos…
Hoy, nos hemos encontrado o ayer o antesdeayer con un artículo de Valentín Arteaga, hombre de la cultura, que si no fuese sacerdote, creo que tendría más luz en el panorama sociocultural de nuestro terruño. Hoy y ayer y antesdeayer, nos hemos enfrentado en el espejo, de una columna escrita por este poeta y escritor y predicador que se llama Valentín Arteaga, titulado: Elogio de la mujer, que publicó en El Periódico del Común de la Mancha, no sé ni la fecha, ni el día… en el que a raíz de una conversación de dos jóvenes comparando a la mujer con la Virgen María, al autor le ha proporcionado la herramienta y motivo para crear-criar el artículo que redactó.
Hoy, estamos en una tesitura o dilema enormemente complejo, al menos es mi percepción, en Occidente existen grandes derechos y derechos humanos y derechos jurídicos y derechos en la práctica a/de la mujer, a toda mujer, niña, anciana, y, cada vez, nos acercamos más al hombre, varón. Pero no ocurre lo mismo en otras zonas del mundo. Se está produciendo, en la teoría y en la práctica, debido a docenas de factores, diríamos que la rueda de Occidente en este tema, es muy amplia y grande, pero en otras zonas del mundo no lo es tanto.
¡Ante esto qué hacer y qué pensar…! Porque existe el peligro que los derechos de la mujer alcanzados en occidente, puede que no se mantengan en el futuro, si el resto de mujeres de todos los lugares del mundo no alcanzan al menos, los mismos derechos teóricos y prácticos…
¡Volvemos a plantear la pregunta qué tenemos que hacer ante esto…! ¡Cómo convencer a todo varón, niño o adulto o anciano que su madre, su hermana, su hija, su esposa tiene los mismos derechos que él, que su hermano, que su padre, que su abuelo…!
¡Pero no solo a nivel teórico, no solo a nivel práctico de los mismos derechos, sino también que sienta en su corazón, en sus afectos, en sus emociones, en su voluntad, en su querer, que sienta esencialmente que la mujer, cada mujer y cada niña y cada anciana tiene los mismos derechos que todo, que todo ser humano…!
¡Cómo alcanzar que esa igualdad de derechos, llegue al corazón de todo ser humano, especialmente de los hombres y de las mujeres…!
(Mientras tanto las Cartas Internacionales de Derechos de Niños y Niñas, de Mujeres y de Hombres, de Derecho del Hombre y de la Humanidad, mientras tanto tradúzcanse a todos los idiomas del mundo, a los cuatro mil idiomas del mundo, a y en todos los alfabetos del mundo, y difúndanse por todo el mar de Internet…). ¡Y, también lean a Valentín Arteaga…!