Natividad Cepeda.- Por las calles de Campo de Criptana pasa una mujer conocedora de vientos de molinos y de muchas moliendas exentas de fronteras, más gigante, si cabe, que todos los amaneceres que lleva en su mirada. Es una mujer enamorada hasta el tuétano de un pueblo enclavado en una sierra mágica. Tan libre y decidida como la golondrina que recorre miles de kilómetros para llegar a España en primavera, y tan frágil, como esas golondrinas de apenas veinte gramos de peso, que pueden con tormentas y vientos; así es esta Señora de la sierra a sus noventa años, nacida para vivir la pasión de amar a su molinos por encima del tiempo y sus derivas.
Porque Lola Madrid es espiga de ensueño y permanencia lanzada desde años a la defensa de los bellos molinos de su tierra. De ese amor ha ido dejándose jirones de vivencias en la sinfonía de abril de cada primavera, envejeciendo su cuerpo, que no su alma, mirando los gigantes de su sierra.
Su nombre, abundante en las agendas de muchos personajes, la sublima por ese afán constante de traer hasta su Campo de Criptana a Dulcineas, Molineros e Hidalgos de toda índole, sin otra dádiva que dar a conocer el dialogo eterno de los molinos con las estrellas de la noche.
La edad ha dejado en ella la fatiga y adversidad de esas vivencias tristes que supone despedir a los que se aman, ella, en éxtasis de silencio, los siente entre las cavidades de sus huesos.
Dicen, y dice bien la historia de los pueblos, que nadie es profeta en su tierra si se permanece sujeta a su terruño transitando por plazas y recovecos día a día; pero ¿qué sería de la Mancha sin las gentes que dejan su semilla y legado en nuestros pueblos? Sin ese amor de Lola Madrid, casi locura, de pasión por los molinos, La Semana Cervantina de Campo de Criptana, no hubiera llegado a ser lo que es hoy. Quijotesca aventura es su labor de darla a conocer más allá de las fronteras de la Mancha. Hincada en la Sierra de la Paz afronta su ancianidad resistiendo los envites de la vida con la resolución y arrestos del caballero creado por Miguel de Cervantes, don Quijote, con la esencia de ser mujer manchega, erguida ante los vientos de los ventanucos del molino que ella tan bien conoce.
A tu llamada, Lola Madrid, Señora de temblor y congoja cuando en las moliendas giran las aspas del molino, tú, molinera fraternal de amistades, acudimos a tu Semana Cervantina, desde los cuatro puntos cardinales de España para honrarte, y honrarnos en este lugar manchego que es tu legado y también el nuestro.
Por tu hoja de ruta te hemos conocido y admirado, arcilla envejecida en los postigos de la vida, tú, que aúnas a Aldonza y Dulcinea en tu bagaje de corazón amante e inacabable, Dolores Martínez de Madrid, por Campo de Criptana: Ojalá que tu pueblo no olvide y te pague tanto amor derramado a manos llenas.