Patrocinio Carrero Sánchez estuvo durante décadas, prácticamente media vida, al frente de la cocina de uno de los establecimientos más populosos de Almodóvar del Campo, el Bar Soriano de la calle Corredera y este sábado ella celebraba sus cien años de edad.
Lo hizo donde reside, en la casa que otrora fuera de la familia de sus padres y en cuya planta superior reside la familia de su único hijo, siempre pendientes de lo que ella necesite en la tranquilidad de sentirse acompañada a lo largo del día.
En la celebración de su centenario Patrocinio estuvo acompañada por ellos, así como por su hermano Sebastián, Bastián como es más conocido en su generación, otros familiares y parientes, así como amistades que se han hecho muy estrechas con el paso de los años.
También fueron bien recibidas las concejalas Yolanda Molina y Carmen Santos, quienes le entregaron en nombre del Ayuntamiento un ramo de flores y una tarta, así como la felicitación escrita del alcalde, José Lozano, felicitándola y deseándole lo mejor.
Patro, que así se dirigen a ella en términos afectuosos quienes la quieran, decía que hoy día no le duele nada y se mueve con cierta soltura con un particular bastón. Eso sí, no se le va de la cabeza “el reuma que cogí cuando me caí” y se aferra a sus creencias cuando refiere que “hay vida después de la muerte”.
Bien de memoria, no tanto de oído, guarda el recuerdo imborrable de sus progenitores y rememora orgullosa el oficio de albañil que ejerció su padre, músico por añadidura. Él se llamaba Basilio y su madre Ramona.
Patrocinio era la única hermana entre cuatro varones, de los cuales solo Sebastián vive y el sábado también estuvo en la sencilla celebración y hace 19 años enviudó al fallecer su esposo Rodrigo Soriano de Gregorio. Pepe es su hijo, su nuera se llama Encarni y tiene dos nietos, Rodrigo y Andrea.
Su centenaria vida ha tenido de todo. “Cuando era una niña muy chiquitita, me puso mi madre a coser”, decía y también explicaba que no fue ajena a tareas del campo como escardar, vendimiar, recoger aceitunas o abrir cepas, entre otras labores.
Se casó a los 30 años y desde entonces fue la cocinera del también conocido como bar ‘de Polpi’, que atendían cara al público su marido y el hermano de éste, Vicente, el último en jubilarse y, con ello, Patro también dejó de ejercer al cerrarse este buen negocio familiar.
Echando la vista atrás, recuerda que el principal sacrificio de aquella labor radicaba en que “tenía que estar siempre en la cocina”, echando horas y horas tal y como exige un localde estas características, con tanto público al que satisfacer tapas, raciones y demás.
Se daba la circunstancia añadida de que la vivienda estaba justo encima del bar, que linda con la Plaza de San Benito y que desde hace años alberga la Peña del Atlético de Madrid, por lo que era habitual escuchar desde abajo, «Patro, baja» para encender los fogones.
En su vida ha tenido de todo, momentos de felicidad y otros de amargura, estos últimos más relacionados con la Guerra Civil, tan “maldita”, como ella así la recuerda, que cualquier labor era necesaria para sacar el sustento.