Memoria de la represión franquista (2) – Un relicario en Ciudad Real

Un lápiz clandestino, menguado hasta el tamaño de una uña; un dibujo infantil de un avión bombardero; una vieja foto de mujer, más gastada del tacto que de la luz; un papel con las últimas voluntades escritas por alguien a poco de morir… Hay veces en que uno no ve un objeto, sino algo parecido a un holograma, la imagen invisible de aquellas personas que portaban esos objetos. Es la emoción que sucede cuando se sabe algo más de la historia de sus protagonistas, cuando esos objetos cotidianos se convierten en algo mágico, en reliquias. Seguramente, muchos de nosotros hayamos experimentado una sensación parecida al contemplar en casa algún objeto de familiares muertos o antepasados (una porcelana, una alhaja, un cuadro en la pared, una herramienta…) que nos retrotraiga a momentos de encuentro con ellos. Bueno, algo así fue lo que yo he vivido cuando asistí en una visita guiada a la exposición temporal “El cuerpo ausente [tantas maneras de despedirse, tantas formas de pervivir] “, que ha desarrollado el proyecto MAPAS DE MEMORIA, del Centro Internacional de Memoria y Derechos Humanos de la UNED (CIEMEDH) y que se encuentra abierta al público en el Museo de la Merced de Ciudad Real desde el 15 de febrero, prorrogada hasta el 7 de mayo para ilustrar cómo fue la represión franquista sobre la población, ocurrida después de la Guerra Civil, y conocer el alcance de dicha represión en la provincia de Ciudad Real: del ostracismo a la musealizacion.

La historiografía sobre la Guerra Civil y la represión posterior en la provincia de Ciudad Real no es precisamente escasa. Tan necesario es que se siga investigando, como dar a conocer el resultado de estas investigaciones del ámbito académico a la población española, y humanizar las cifras y los datos de la represión franquista en la postguerra (ya de por sí escandalosos) haciendo visibles los objetos que las familias han conservado durante décadas de silencio y duelo inconcluso y que han cedido para esta exposición. El título de la exposición precisamente incide en eso: no es política, es el intenso dolor humano que provoca la ausencia y sus circunstancias.

La exposición ilustra el padecimiento durante ese tiempo de miles de familias de gente corriente, el encarcelamiento en lugares recónditos de las hijas y esposas de muchos de los represaliados (por el mero hecho de ser familiares directos), las peripecias para comunicarse clandestinamente con las familias en el exterior, las condiciones de vida en la cárcel… Hasta fueron obligados por la Guardia Civil a hacer desaparecer de sus viviendas los retratos de sus familiares represaliados muertos. En esta ocasión no cuantifica ni se detiene en profundidad en los exiliados, los reos trasladados a otras provincias, o los que murieron en Francia a causa de la II Guerra Mundial o fueron llevados a campos de concentración nazis. Tampoco los hijos pequeños de las presas se libraron del drama familiar en las instituciones religiosas que se hicieron cargo de ellas. Y luego, el adoctrinamiento diario en la escuela, con la amenaza permanente de caer en el pecado y en la llama eterna. Los/las que aquí quedaron vivos para contarlo, enmudecieron sepulcralmente después en su mayoría. Así, semana tras semana, mes, tras mes, año tras año, sin esperanza alguna por que acabase alguna vez el ensañamiento. Cada individuo es un mundo; pero cuando un infinito de mundos se rige por el mismo patrón, las anécdotas ya no son individuales, sino que se convierten en sistema.

Entre otros objetos personales, como los ya citados, se muestra en la exposición un documento del año 1946 con los nombres de 45 procesados en prisión preventiva; a su lado, una carta donde se informa de la localización de un enterramiento, donde fusilaron, entre otros, a un menor de 15 años en 1941. Los juicios sumarísimos del Estado de Guerra se prolongaron durante más de diez años después de acabada la guerra.

En sus diez años de trabajo, el grupo de trabajo Mapas de Memoria ha podido registrar en la provincia de Ciudad Real, hasta ahora, la muerte de 3.938 personas (sin contar con los represaliados que sobrevivieron al presidio) por causas que van desde asesinatos, fusilamientos o aplicación del garrote vil, a la muerte en prisión o emboscadas, en una provincia cuya población en 1940 era de 530.308 habitantes. Solo en la capital, con 31.307 habitantes, el número de víctimas en la fosa localizada junto al cementerio es de 1.220 personas; la identificación personal de los restos ya es imposible de realizar. En la exposición se puede consultar un fichero con las fichas de todos ellos, ordenados por población. La página web del grupo también aporta otras informaciones de interés, como información o localización de las fosas de la provincia.

Hasta cierto punto, parecería lógico que, recién terminada una contienda civil, persista el horror y la venganza. En el siglo XIX ya hubo otras guerras civiles (hasta tres guerras carlistas por el trono: 1833-40, 1846-49, 1872-76) y pronunciamientos, y ninguno de ellos se saldó con la misma brutalidad hacia el bando perdedor. Sin embargo, no hay calificativos suficientes para definir la brutal represión del Movimiento Nacional sobre el bando perdedor, prolongada durante cuatro décadas, negando la más mínima misericordia humana hacia esas personas, que en la mayoría de los casos no cometió más delito que ser contrario al fascismo, o ser familiar de alguien que lo hubiera declarado.

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