Eduardo Muñoz Martínez.- «Fumar reduce la fertilidad», «El humo del tabaco contiene más de 70 sustancias cancerígenas»…, son frases con las que nos torpedean las cajetillas de tabaco, pero son frases, – es lo que dan a entender -, que no preocupan, nada o poco en el mejor de los casos -, lo que se puede traducir cómo que la salud de los españoles, y españolas, en lo que a nuestro país respecta, no preocupa a nuestros gobernantes.
Se prodigan los Decretos, las leyes antitabaco, se persigue -casi-, a los jóvenes, se nos considera, a quienes fumamos, poco menos que como a apestados…, pero no se aplica, porque no le interesa al Gobierno Central, la medida más radical, el cese de la venta de tabaco.
Obviamente, la lógica nos dice que a menos ventas, pensando en las personas, en las familias…, que dependen de los beneficios que reporta una expendeduría de tabaco, un estanco…, se verían seriamente mermados, debiendo éstas optar por nuevas formas para seguir subsistiendo, aunque dada la forma de hacer política, por parte de unos y otros, da la impresión de que ésta no sería la mayor preocupación de los distintos líderes, y es ahora cuando tal vez surja la pregunta. Por qué no se prohíbe la venta de tabaco?
Cuando nuestro porvenir, nuestro bienestar, está en manos de hombres y mujeres de uno u otro bando, capaces de «vender su alma al diablo», con tal de mantener sus intereses particulares por encima de los de la sociedad, no es difícil imaginar que lo que realmente les preocupa es seguir ingresando unos impuestos que rondan el 79 por ciento del importe total de cada cajetilla.
¿Conocían este dato? ¿Les preocupa a los gobernantes nuestra salud? No.