Por José Belló Aliaga
El Museo del Prado expone en la sala 10 A, hasta el 30 de junio, Bodegón con cidras, naranjas y rosa, la única naturaleza muerta firmada y fechada de Zurbarán, procedente del Norton Simon Museum. Se trata una de las obras capitales en la historia de este género en Europa y su descubrimiento en la década de 1920 permitió avanzar en el proceso de reconstrucción del catálogo del pintor.
‘La obra invitada’
El préstamo de esta obra se inscribe en el programa ‘La obra invitada’, una actividad patrocinada por la Fundación Amigos del Museo del Prado desde 2010 para enriquecer la visita al Museo y establecer un término de comparación que permita reflexionar sobre las propias pinturas del Prado.
El Museo del Prado recibe el préstamo de Bodegón con cidras, naranjas y rosa, una extraordinaria pintura de Zurbarán, admirada como obra maestra del género y la única firmada y fechada del autor. Esta excepcional pieza permanecerá hasta el 30 de junio en la sala 10 A del edificio Villanueva, en compañía de otras obras de Zurbarán pertenecientes a varios géneros diferentes, y fechadas en épocas variadas de su carrera, lo que permitirá entender lo que significa este bodegón en el contexto de la trayectoria artística de su autor.
La obra
Bodegón con cidras, naranjas y rosa Francisco de Zurbarán (1598-1664) Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en 1633 Pasadena, Ca., The Norton Simon Foundation, F.1972.06.P
Sobre una mesa, y ante un fondo oscuro, se disponen un plato de metal con varias cidras, una cesta con naranjas, con sus hojas y sus flores de azahar, y otro plato metálico sobre el que descansan una taza y una rosa. Fechada en 1633, es la única naturaleza muerta firmada por Zurbarán, y una de las obras maestras en la historia de este género en Europa. Algunos de sus elementos, como la taza con la rosa, aparecen en otras obras del pintor, que a lo largo de su carrera prodigó los detalles de naturaleza muerta en sus composiciones religiosas. Sin embargo, son muy escasos sus bodegones independientes.
La extraordinaria fama que ha adquirido esta obra desde que se dio a conocer en la década de 1920 se debe al uso maestro de la escala por parte de Zurbarán, a su extraordinaria precisión descriptiva y a sus valores compositivos. Los objetos invaden buena parte de la superficie pictórica, se disponen en tres planos ligeramente diferenciados y una luz lateral muy selectiva los arranca de las sombras y contribuye a definir nítidamente sus volúmenes y a transmitir sus texturas. El riguroso orden que impera, la presencia tan individualizada de todos los objetos, el uso tan dirigido de la iluminación y la oscuridad del fondo dan lugar a una obra a la vez silenciosa, delicada y solemne, que explica por qué durante muchas décadas apenas haya habido autores que no hayan sugerido la posibilidad de que encierre un contenido sagrado.
José Belló Aliaga