Pedro Martín.- Nos gustaría engañarnos, pensar que es por el dinero. Nos gustaría que fuera así, quizás para tranquilizar nuestra conciencia. Pero no es verdad, no tenemos hijos porque no queremos tenerlos.
Los políticos, desde los ministros hasta el concejal del pueblo más pequeño, repiten el mantra políticamente correcto, de que los jóvenes de hoy no tienen hijos porque no pueden emanciparse, porque es complicado, tienen trabajos precarios, les faltan de ayudas públicas, no hay suficiente conciliación familiar, hay falta de guarderías, etc.
Evidentemente algo de estas razones serán las causantes, pero la realidad es que no es por esto.
Los jóvenes no tienen hijos, porque haya más o menos ayudas, porque haya más o menos permisos de natalidad, les den más o menos tiempos de permisos, les den “cheques bebe” en los ayuntamientos. No. Es que han decidido no tenerlos.
El PIB de la España de los años 50, era la mitad que el actual y en cambio nacían el doble de hijos que ahora por mujer. En el año 2021 nacieron la mitad de los niños que en 1976.
Los datos son los que son. Si seguimos con estas pautas de fecundidad en los próximos años el 41% de las mujeres de CLM no tendrán ningún hijo. Ni con más guarderías, ni con sueldos más bajos, o más meses para cuidar a los niños, tanto de padres y madres, ningún país desarrollado llega a los 2.1 hijos por mujer, que asegura la tasa de reemplazo. Ni el caso de Holanda, que tiene un poco más que España, uno de los países con mayores ayudas, y más personas con trabajos a tiempo parcial voluntarios.
Esto no es solo un problema español o europeo, por ejemplo en Corea del sur, el número de nacimientos por mujer se redujo al 0,78,( si continua así, a finales de siglo tendrá la mitad de la población actual), España está en el 1,19 por mujer.
Según muchos estudios, puede ser que el ritmo de crecimiento mundial que toque techo en 2040, cuando el número de habitantes sea de 8.500 millones y se prevé que en 2100 se producirá una caída hasta los 6.000 millones.
Lo cierto, y esa es la cuestión principal, es que vivimos en una sociedad en la que los hijos y la familia es presentada más como un estorbo, como algo anacrónico y antiguo, que como lo que es, el sostén y la base de la sociedad. A los jóvenes no se les incentiva a ser padres y madres, y formar una familia. Una sociedad en donde una mujer que decide libremente sólo ser madre es vista como una fracasada, pero , en cambio, una mujer que tiene todo, menos hijos, una pareja estable, cinco gatos, es una admirada influecer, y los más jóvenes quieren imitar y lo ven como una persona que ha alcanzado el éxito y felicidad personal.
En esta sociedad, tener hijos, se ha convertido en una opción, en una alternativa, que tiene que competir contra otras muchas. Viajar, prosperar en los trabajos, “vivir la vida”, etc. En cambio, en los años 60 y 80, tener hijos era un paso natural, cuando llegabas a los 25-30 años, tenía hijos y ya está.
El hecho es que tener hijos, es una alternativa a muchas otras. Por ejemplo, hace poco las estadísticas nacionales mostraban que ya hay más mascotas que niños en todas las comunidades. Es decir, que el desplome de la natalidad viene aparejado con un aumento del número total de animales de compañía.
Los factores positivos de tener hijos, que son muchos, incluso en términos económicos y fundamentalmente afectivos, pierden peso frente a otros, es decir, el coste de oportunidad de tener un hijo es cada día más alto, tenemos que renunciar a cada vez más cosas, por ejemplo, en términos de ocio, viajes, cenas, nuestra “vida”. Aunque no queramos reconocerlo y nos cueste admitirlo porque nos pone delante del espejo la cara de nuestro propio egoísmo.
También el papel del estado, que nos “cuida y protege” desde la cuna a tumba, ha ido cada vez aumentando sus tentáculos de poder, sustituyendo el papel fundamental de las familias.
Todas estas decisiones son libres, y se toman en libertad. No se puede obligar a los jóvenes que tengan más hijos, si no quieren. Y mucho menos, con el argumento tan peregrino, que escuchamos por todos sitios, de “quien va a pagar las pensiones”, como si quisiéramos convertir en esclavos a los jóvenes de hoy.
Pero lo que no se puede obviar son las consecuencias de todo esto. En España, por ejemplo, en 2033, una de cuatro personas tendrá 65 o más años, mientras que los nacimientos estarán en el 1.41 de media por mujer. Con esta cifra, habrá más defunciones que nacimientos.
Invertir la tendencia parece imparable a corto plazo. Pero todo esto marcará la evolución de la economía, y empresas, así como la formación de las sociedad futuras.
Los niños que no nacen ahora son los trabajadores que se necesitaran en 25 o 30 años. La demografía ha sido un impulsor de la economía, hasta ahora.
Lo más alarmante es que el verdadero problema es este. Un descenso de población fundamentalmente joven, en nuestras sociedades ricas, hará cambiar las pautas de consumo, aumentar los de gastos médicos y sanitarios, la riqueza inmobiliaria también tenderá a la baja. Pero sin duda lo más grave, es la merma de la capacidad de emprendimiento e innovación que se producirá con una sociedad en donde faltan jóvenes.
Los problemas de soledad serán mayores, cada vez aumentará el número de personas mayores que vivan solos. Pero también cada vez habrá más niños que crezcan solos. No solo con familias de un hijo, sino porque estarán familiares cercanos, serán los únicos niños de varias familias.
La soledad será el gran reto de las próximas décadas, con millones de personas de 70 a 80 años, con años de vida por delante, sin hijos, sin sobrinos, sin nietos, para apoyarse y con los que compartir los últimos años.
Y lo más grave es que está soledad será consecuencia de sus propias decisiones.
P. Martín
“sapere aude” ( atrévete a pensar)