Jesús Millán Muñoz.- Pon un nombre a una realidad, ya lo indicaba El Génesis, y esa realidad en cierto modo se transforma, el nombre es rabas, la esencia es trozos de calamares fritos en diversas formas.
Siempre me ha sorprendido esa originalidad y esencialidad de lo humano, hace todo de forma diferente, hace lo diferente de forma semejante. Aquí, disponemos de un ejemplo, los calamares que están dispersos por toda la geografía, se modelan y esculturizan y pintan de distintos modos, especialmente en la variedad de fritura. Y, aquí vienen las diferencias, algunos se remojan en leche varias horas antes, después se fríen con aceite, otros antes de freírlos en el calor de los grados, los rebozan de harina y huevo o algún otro sabor.
Las rabas.
Dicho plato-comida puede ser como aperitivo o como plato entrante o saliente. Al ser la gastronomía un elemento diferenciador para atraer economía, en definitiva, turismo, pues se producen las invenciones y las modificaciones. Son variedades de calamares a la romana, calamares a la malagueña, calamares a la madrileña…
A veces, yo me digo podrían existir “tortilla de calamares”, sea en la doble variedad típica española: la tortilla francesa, en este caso, huevos batidos y fritos y se le añadiría calamares, o a la variedad española, que muchos ponen el origen en Extremadura, que es la misma tortilla de patatas y huevos y además añadirle trozos de calamares en el corazón –no hay que indicar la receta porque es fácil-.
En la variedad cantabra de las rabas, original primero el nombre, pues los ingredientes son evidentemente el calamar, leche un vaso –porque se sumerge unas horas antes en dicho líquido-, harina de garbanzos –que creo es típico y singular en esta zona, en otros gastrogeografías se modulan y rebozan con harina normal-, sal. Y, siempre añadimos como imagen de marca de este columnismo, permítanme una pequeña vanidad: pues fuego, aire, recipientes para realizar y construir el plato, estética de la cerámica para exponerlo delante de los ojos y olfato del receptor comensal. Y, siempre hay que tener en cuenta el lugar o espacio la gastrogeografía del consumo, no es lo mismo, en un lugar pequeño o mediano, frente al mar, dentro de varias montañas.
Elucubraciones.
A veces, me digo, los prehistóricos, aquellos que pintaron Altamira y otras grutas y cuevas, consumirían ya pescados y calamares y otros seres vivientes que nadan. Se han encontrado en muchos lugares, al lado del mar, muchas conchas, se les denomina concheros. Me digo a mi mismo, cómo serían las recetas prehistóricas de los seres vivientes del mar, entre otros los calamares, pulpos o semejantes, que es el tema de este artículo.
Una columna periodística de opinión, no es lo mismo que un artículo de análisis de opinión de un medio de comunicación. Se lo expreso, porque el artículo de opinión literario, permite ir hacia delante y hacia detrás, es más, puede exigir dosis de reflexión y de temáticas diversas con preguntas y cuestiones diversas. Queda bien, que yo me plantee aquí, cómo degustarían hace diez mil años o más, sean los solutrenses o aurinacienses del cantábrico, los calamares, las comidas. Porque le estoy abriendo la mente y la conciencia de que se pregunte usted esa cuestión. Y, eso es lo importante, supongo habrán estudios académicos sobre este tema, bien haríamos un día en introducirnos en la variante comida de esta cuestión…
Comer y alimentarse con suficiente y decoro y moralidad y dignidad, podría ser una de las tantas definiciones de gastrosofía, la filosofía-moral unida al acto de la alimentación. Estas tres combinaciones que estamos haciendo, por un lado la gastronomía en sí, por otro la gastrocultura o aspectos culturales de este tema, por otro, la gastrosofía cuestiones filosóficas y éticas del acto de la alimentación, con algunos adornos de otros saberes, entre otros la literatura, algunos conceptos de ciencias sociales, historía, etc.
Comida y esperanza.
Desde que Eugen von Vaerst, en la primera mitad del siglo veinte, inventó y diseñó la palabra y el concepto de gastrosofía estamos, poco a poco, entrando en ello. Ya, ya he indicado en otro artículo, que los departamentos universitarios de Filosofía y Literatura y Bellas Artes recojan el guante, y, empiecen con tesis doctorales y congresos y conferencias con esta temática… En unos tiempos difíciles, y, todos lo son, la comida correcta en cantidad y calidad, es necesaria para los seres humanos.
Comida para los ocho mil millones de personas, diez mil, serán al final de este siglo. Comida correcta en todo y moral en todo. Pero además la comida como un motivo de alegría y de esperanza al corazón humano. No podemos obviar que muchas personas, demasiadas, viven en situaciones de tristeza, depresión, melancolía grave, y, algunas terminan en un mal puerto.
La comida podría ser una alegría para una esperanza, para vivir y existir. Unas buenas rabas, degustadas, con sosiego, mirando a la mar o al viento, puede ser una esperanza para continuar viviendo, darse una tregua a sí mismo, y, decirse, merece seguir mirando y bailando con las aguas del mar, con las aguas de los aires, con las aguas del sol, y, con las aguas de los sabores-colores-olores de los alimentos y de las rabas…