José Agustín Blanco Redondo.- Artículo sobre la exposición Cromático 5.0 de la Agrupación Fotográfica “Albores”. Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas.
“La primavera irrumpe de súbito, con premura, no hay ningún obstáculo, no hay rejas, alfarjes, puertas ni contraventanas. Todo es un solar abierto, diáfano, un territorio fértil para los afanes de la intemperie. El viento se aprieta contra los vanos, se adelgaza entre las jambas con un murmullo de reptil enfurecido y luego se expande entre el vacío y la nostalgia. Es lo que habita aquí, ahora, el vacío y tu recuerdo, tus pasos leves, tu mirada tenue, esa sonrisa siempre lánguida. Es lo que me habita muchas décadas después de que te fueras, de que me dejaras sin una excusa, sin un gesto de despedida, sin una palabra para el adiós. Pero no claudico. Te espero, un día, y otro, y otro más. La primavera irrumpe por entre estos muros devastados mientras contemplo, mientras escucho, mientras acaricio la ausencia que dejaste, quizá, atrapada en esta casa”.
La tarde del 14 de marzo se inauguró, en el Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas, la exposición “Cromático 5.0” organizada por la Agrupación Fotográfica Albores.
Tras disfrutar de la presentación literaria de Aurora Gómez Campos, tomaron la palabra Alfredo Sánchez, presidente de la agrupación, y la teniente de alcalde Vanessa Irla. Al concluir la inauguración, los asistentes pudieron admirar las obras colgadas en la sala.
En esta muestra podemos encontrar instantes de desamparo, ruinas que nos trasladan a épocas no tan lejanas, el marasmo plácido de una taza de café frente al mar, arquitecturas clásicas convertidas en vestigios remotos de la dignidad que ostentaron, perfiles bellísimos de ciudades que buscaron la protección de las alturas, rostros infantiles magistralmente ubicados, estructuras metálicas contemporáneas, viajeros anónimos sobre bicicletas saturadas de publicidad, cangilones de noria casi ocultos en la corteza de árboles sin nombre y antiguos juguetes de madera que aún imponen la respetabilidad de aquel ayer que nos habita. Nos sorprenden algunos destellos cósmicos, pelágicos, insondables, surrealistas, quizá. También un par de zapatos olvidados bajo dos bancos que se ignoran y una escultura que, en esa frontera de la tierra con el mar que llamamos playa, escribe palabras de reconciliación en su lenguaje de crepúsculo, agua y horizonte: “…que se acaben las tormentas, que paren los vientos…”, es el deseo que nos confiesa su autora, Carmen Bautista.
Esa línea de árboles que quiebra un herbazal en blanco y negro, nos sugiere, tal vez, la metáfora del camino de la superación y las convicciones ante la mediocridad que nos rodea. La mujer y la maleta ante una pared descalichada puede insinuarnos la determinación íntima por alcanzar un sueño, un desafío, una promesa. Y la dormición de nieve sobre el sendero de los árboles dormidos, nos revela, quizá, la resiliencia del ser humano ante un invierno que jamás será perpetuo. Vemos playas usurpando el lugar del cielo y azules pálidos tachados de pálidas nubes que ocupan el solar de la arena, de las piedras pulidas y de las algas. Y en el centro de la exposición, minimalistas, exquisitas naturalezas muertas de las que emana toda la esencia del sentimiento, del color y de la vida
Espero que disfruten de esta magnífica exposición. Catorce artistas nos muestran su manera de contemplar la existencia y de retenerla, luminosa, en alguna esquina de nuestro tiempo. Hasta el 12 de abril, no lo olviden.