Por José Belló Aliaga
El Premio Internacional de Literatura “Virginia Woolf” se crea en 2017 por el Grupo Editorial Sial Pigmalión, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la fundación del grupo, para premiar a autoras que hayan destacado como poetas, narradoras o ensayistas.
Un jurado prestigioso propondrá cada año a autoras de todo el mundo que se hayan distinguido en diferentes géneros literarios, y otorgará este galardón, que reivindica la figura de la novelista, ensayista, cuentista, editora y feminista británica. Sin duda alguna, una excelente novelista lírica y una de las más destacadas autoras del modernismo literario del siglo XX. Las ganadoras hasta ahora de este galardón han sido María Antonia García de León, Luisa Ballesteros Rosas, Pilar Pedraza Pérez del Castillo y Ana Martín Ramos.
En la convocatoria de 2024, un jurado internacional formado por Luisa Ballesteros Rosas (Colombia), Justo Bolekia Boleká (Guinea Ecuatorial), Cecilia Castro Lee (Estados Unidos), María Antonia García de León (España), Francisco Gutiérrez Carbajo (España), José Manuel Lucía Megías (España), Fabio Martínez (Colombia), Pilar Pedraza Pérez del Castillo (Bolivia), Basilio Rodríguez Cañada (España), Nery Santos Gómez (Venezuela) y Asma Soussi (Túnez), concede por unanimidad este galardón a D.ª Carmiña Navia Velasco, por su libro Parajes de los días y el conjunto de su obra.
Carmiña Navia Velasco
Escritora caleña, líder feminista. Profesora emérita de literatura en la Universidad del Valle. Directora de la Casa Cultural Tejiendo Sororidades. Graduada en Letras, Lingüística y Teología. Especialista en Literatura Hispanoamericana y escritura de mujeres. Ensayista y poeta. Ha publicado numerosos artículos en revistas académicas y varios libros. Ha recibido algunos reconocimientos, entre ellos Premio especial de estudios de la mujer, Casa de las Américas, Cuba; finalista en el premio mundial de poesía mística Fernando Rielo por su poema: Oráculo 2000 América Latina. Entre sus muchas publicaciones mencionamos: Rondando la pluma y la palabra (Univalle). Narradoras colombianas (Univalle – Sial Pigmalión). Entrelazar miradas y palabras (Fe Adulta, Madrid). Amanecer de las alondras (ediciones Apidama, Bogotá). Corredores Urbanos y Atardecer en la ciudad (poesía, Sial Pigmalión).
Parajes en la luz de los días
¿Por qué se escribe poesía? ¿Por qué escribo poesía? Es una pregunta siempre latente que tal vez no encuentre una respuesta exacta. Dice Octavio Paz en su Corriente Alterna: “La poesía moderna exige como la mística y el amor, una entrega total… Se trata de una experiencia que implica una negación -así sea provisional- del mundo exterior”. Cuando se es poeta se vive más interior que exteriormente, eso es claro, las miradas hacia adentro siempre empiezan de nuevo.
La poesía se inicia en la mirada. Se mira de manera específica: interrogando, sintiendo, cuestionando… casi siempre padeciendo. Y ese mirar te cuestiona el sentido de los hechos y las cosas, por ello hay que re-nombrarlas, volverlas a decir una vez y otra vez. Preguntarse si ese decir es adecuado o existe otro posible más certero. Ese mirar ante todo te lleva a dudar de lo que aparece, de las primeras impresiones o visiones… La poesía entonces se convierte en un camino de conocimiento, de indagación, en un buceo que espera salir al otro lado por las profundidades.
Por eso el alma de poeta es un alma inquieta, insatisfecha que siempre aspira a más: a mayor comprensión, a mayor armonía, a mayor movimiento en unos casos y en otros a una calma infinita en donde las inquietudes puedan apaciguarse. Es un alma que siempre quiere una mayor hondura.
Y todo esto a través del lenguaje, en juegos de palabras, en ensayos de ritmos y de rimas. La palabra en el centro del sentido, la palabra herramienta, la palabra caricia, la palabra buscándose a sí misma. Conocimiento y búsquedas, lenguaje y búsquedas eso es la poesía. Y por eso se escribe, para eso se escribe. La palabra impotente, la palabra mostrando un poder infinito, una capacidad prodigiosa de transmitir sentimientos, sentidos, padeceres.
Y en los tiempos oscuros que vivimos, para ¿quién se escribe? ¿Quién lee o quiere poesía? En tiempos en los que el mundo se desacralizó y reinan por doquier inteligencias de laboratorio: ¿qué podemos hacer con la palabra que brota desde el fondo del sentir y pensar? Palabra que sale desde honduras atravesando valles y colinas. Para mí es claro que el poeta o la poeta escriben en primer lugar para sí mismos, necesitan decirse, necesitan indagar sus sentimientos y la palabra es el instrumento que tienen a la mano, que se les atraviesa en los pulmones.
Pero la poesía se grita para otros, se pregona en la plaza, se dice a la luz de la vela o al fuego del incendio. La poesía no se puede callar. También la poesía es voz profética que redime desastres y anuncia nuevas lunas. Otra vez Paz nos dice: “Abierto o cerrado el poema exige la abolición de quien lo escribe y el nacimiento de los poetas que lo leen. La poesía es lucha perpetua contra la significación.”
La poesía continuará existiendo, pésele a quien le pese… No hay tecnología, ni “app” o plataforma tan poderosas que logren acallarla. La poesía dirá, en el mundo del hoy y del mañana. Siempre será un albergue para los descontentos, para los melancólicos, para el mirar inquieto… para aquellos y aquellas cuyas lágrimas asoman en medio de las balas, en medio de las bombas… más allá y más acá de toda inteligencia artificial, de todo ensayo de laboratorio. La poesía como los pájaros, las flores, las begonias, los trinos… encontrará permanentemente su ruta y su palabra.
Se escribe poesía porque sí, porque se necesita y se respira en ella. Porque será un albergue para tanto dolor, igual será una fiesta para vidas que brotan.
Carmiña Navia Velasco