Denomino APP a Arturo Gómez-Lobo Mora, en abreviatura y en relación con su actividad vital, es decir abogado, periodista y político. En su época hay periodistas con dedicación exclusiva en las ciudades pequeñas, pero no abundan. Son más los que llamo periodistas vocacionales, o sea, personas con una actividad profesional principal remunerada, que después sacian sus afanes políticos, literarios o artísticos en periódicos de ideología diversa y carácter muy diferente. Son abogados, archiveros, arquitectos, artistas, bibliotecarios, comerciantes, empresarios, escritores, farmacéuticos, funcionarios, impresores, ingenieros, maestros, médicos, militares, nobles, obreros, políticos, practicantes, profesores de instituto, propietarios, sacerdotes, sindicalistas, veterinarios…
Gómez-Lobo forma parte de una elite social de la capital manchega, aunque con la primera dictadura radicaliza su discurso político y es mayor su compromiso social. Él se codea, de igual a igual, con los principales personajes de la ciudad. Un ejemplo lo encontramos en la petición realizada en noviembre de 1923 “Por el reconocimiento de La Mancha como región”, cuando parece que el dictador intenta resolver la cuestión regional en España (Vida Manchega, Ciudad Real, 2-11-1923).
Efectivamente, el día 1 de noviembre se reúnen en el Palacio Episcopal las fuerzas vivas de la provincia, las que en ese momento tienen autoridad e influencia: Narciso de Estenaga y Echevarría, obispo; Juan Manuel Treviño y Aranguren (marqués de Casa Treviño), comisario regio de Fomento; Cirilo del Río Rodríguez, presidente de la Diputación; Bernardo Peñuela Fernández, alcalde; Miguel Pérez Molina, director de la Academia General de Enseñanza; Arturo Gómez-Lobo Mora, presidente del Ateneo; Bernardo Mulleras García, presidente del Casino de Ciudad Real; Francisco Herencia Mohíno, director del Banco Español de Crédito; Miguel Ruiz Pérez y Luis Oraá Mathet, gerente y director respectivamente, del diario El Pueblo Manchego; Tomás Martínez Ramírez, director de El Labriego, y José Recio Rodero, presidente de la Asociación de la Prensa y director de Vida Manchega.
Se acuerda por aclamación enviar un telegrama al Gobierno ante los propósitos de reformar el régimen de división administrativa. Se pide, dada la extensión territorial, riqueza y “pureza administrativa de su organismo provincial”, sea respetada como tal la provincia de Ciudad Real. En caso contrario, que se reconozca á la Mancha como Región, dadas las cualidades históricas, tradicionales o agrícolas.
La presencia de Gómez-Lobo en la vida política, social y cultural de la capital, pero también en la provincia de Ciudad Real, es intensa en diversas facetas. Julián Morales Ruiz, al reseñar su libro La Literatura modernista, presenta así a nuestro autor: “Gómez-Lobo es un artista de la palabra, con mucho sentido común y mucho talento, dos cosas muy difíciles de encontrar hoy”. Aunque apunta también que tanto el Modernismo como Gómez-Lobo tienen “furiosos detractores” (La Campana Gorda, Toledo, 24-12-1908, p. 3).
Por ejemplo, en 1910, cuando se encuentra en una punto culminante en su quehacer literario, un autor anónimo, que firma con la letra C., escribe, en una revista de espectáculos editada en Barcelona, que él mismo tiene una época de trovador y compone “versos ripiosos á lo Salvador Rueda y prosas lloronas á lo Arturo Gómez-Lobo” (Foyer, Barcelona, 19-10-1910, p. 6). O sea, lo considera autor de escritos quejicas y sollozantes.
Otra visión da el escritor José Francés y Sánchez-Heredero (1883-1964), que se ocupa en 1911 de la sección de bibliografía de una conocida revista de viajes. Al reseñar la novela Del país de Don Quijote, de Mariano Fernández Conde, recuerda que es manchego y que en esa “región adusta del llano” hay un importante grupo de escritores notables. Cita en primer lugar a Arturo Gómez-Lobo, “autor de varias novelas atormentadas y autoanalíticas, donde sangra un corazón”. También a Julián Morales Ruiz, “cronista y crítico de sagaz visión y cultivado espíritu”, Valentín Fernández Pacheco, Antonio Heras Zamorano, Luis Barreda y Ferrer de la Vega, Isaac Antonino Vicente… (Por Esos Mundos, Madrid, 1-5-1911, p. 647).
En Pero Grullo (Ciudad Real, 28-2-1915, p. 5), cuando Gómez-Lobo escribe su opinión referida a la revista, se incluye una caricatura suya y esta semblanza:
“Diputado provincial
de vestir abigarrado
es a la vez abogado
y fué también concejal.
Ya jocoso ó ya formal
usa de hinchada oratoria;
tiene en política historia.
de gangas anda en acecho
y no hallará otro provecho
que el recuerdo, honor y gloria”
Y, por citar un último ejemplo, en 1923 es presentado de esta manera en el semanario La Tierra Hidalga, Almagro, 21-7-1923, p. 1): “Y cuando el champaña, reía, con su rubia espuma en la concha de cristal de las copas, Arturo Gómez-Lobo, el prosista admirable, el cultivador selecto de toda disciplina intelectual y uno de los valores más sólidos y egregios de la Mancha, con palabra fácil, fluida, luminosa y sugeridora, sin altisonancias ni gorgoriteos de baja oratoria, dijo unas frases cordialísimas y emotivas, ofreciendo el banquete a nuestro director”.
Tras su asesinato en 1939, el silencio. No solo se termina con su vida, también se borra su memoria. Tímidamente, en los amenes de la dictadura, Antón de Villarreal –seudónimo de Francisco Pérez Fernández (1907-1981)– se refiere a él como “abogado de prestigio, buen orador, con profundidad cultural y prestancia física, director de La Tribuna, literato más que periodista”. Concluye su retrato de forma tremenda: “y olvidado ya por circunstancias al alcance de todos” (Lanza, 21-2-1975, p. 16).