“No desprecies las tradiciones que nos llegan de antaño; ocurre a menudo que las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban saber.”
J.R.R. TOLKIEN
Los gobiernos del desarrollismo de los años sesenta, utilizaron el eslogan ¡Spain is different!, con el que el régimen pretendía atraer al turismo internacional, sobre todo el europeo. Así se favorecía la entrada de divisas que, junto con las que proporcionaban las remesas que enviaban entonces nuestros emigrantes, permitirían equilibrar la balanza comercial de nuestro país, cuyas importaciones eran muy superiores a las exportaciones.
Es evidente que desde entonces ha llovido, lo que no impide que en nuestro país haya cosas que sigan siendo genuinamente nuestras, por mucho empeño que pongan algunos de nuestros gobernantes, para cuestionarlas o suprimirlas. Ellos pretenden uniformar o cambiar los hábitos y costumbres que siguen estando muy arraigadas en nuestro modo de vida. Pero su visión, muchas veces sesgada, les impide entender y respetar la libertad de los españoles.
España no tiene por qué ser diferente, pero eso no le impide mantener su propia cultura, usos y costumbres que nuestros políticos están obligados a conocer, respetar y entender. Sus prejuicios ideológicos anacrónicos, la necesidad de hacerse visibles después de sus fracasos electorales, o porque ellos perciben que se han quedado fuera del foco mediático al que son adictos, a veces los llevan a posicionarse de forma extraña.
En estos días hemos tenido la oportunidad de escuchar una de esas dogmáticas aseveraciones a los que nos tiene acostumbrados la Vicepresidenta y Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Ha cuestionado los horarios actuales de los bares y restaurantes en nuestro país, con la añadida moralina totalitaria de que tenemos que cambiar nuestras costumbres. Le deben parecer algo así como tercermundistas o retrógradas, algunas de nuestras costumbres.
Pero la señora Díaz olvida que los horarios de la población son fruto, entre otras muchas cosas, de las circunstancias físicas, orográficas o climáticas que condicionan la vida de las personas en cada país o territorio, que al final son los que van a determinar los horarios que se utilizan habitualmente. Y sobre este tema, en nuestro país, tenemos algunas diferencias horarias, con respecto a los países de nuestro entorno, que ella parece no comprender.
Hace unos años tuve la oportunidad de visitar China, país del que me llamó la atención que utilizara un único huso horario, cuando con una distancia de cinco mil kilómetros desde el este hasta el oeste, le corresponderían cinco. Esa decisión la tomó, Mao Tse-Tung, a mediados del siglo XX, y su imposición supuso cambios importantes en los hábitos y costumbres de la población. El salto horario más largo al traspasar una frontera, se produce entre China y Afganistán, con casi tres horas de diferencia.
En Xinjiang, la región china más occidental, en algunas épocas del año la salida del sol se produce a las diez de la mañana, hora oficial, y su puesta a las doce de la noche. Pero, para sortear esa incongruencia, allí coexisten dos horarios. El oficial, que casi nadie utiliza, y el tradicional horario solar que es el mayoritariamente empleado por su población. Este horario ad hoc, les ha permitido organizar racionalmente su actividad cotidiana.
El clima es otro de los condicionantes que no solo influyen en la mayor o menor confortabilidad de la población, sino que afecta a los horarios laborales de cada actividad y en cada territorio o país. Lo habitual en muchos países de Europa es irse a dormir a las diez de la noche. Mientras que en España, en algunas épocas del año, a esa hora hace un calor insoportable. Y solo por eso, el desplazamiento de los horarios es casi inevitable.
Si a muchos españoles les gusta pasar el mayor tiempo posible en la calle, parece lógico que haya locales y actividades que den servicio a esta población durante esas horas. Pero la señora Díaz debe estar imbuida de una disciplina espartana con la que pretende ahormar a los españoles a unas costumbres que son ajenas hoy a los hábitos de la mayoría de la población española. Y si lo consiguiera, a lo mejor pasaría a la historia por ello.
Pero es posible que no sea una cuestión de horarios, ya que, como su correligionario político y exministro, Alberto Garzón, parece alérgica a la actividad que genera el turismo, a los empresarios de este como de cualquier otro sector, así como a cuantos por vocación o por necesidad se han convertido en emprendedores en nuestro país. Y esto de los horarios es solo una escusa, porque ella luego alardea de mantener reuniones hasta las once de la noche.
El sesgo ideológico de la Vicepresidenta, seguramente tiene mucho que ver con esa forma que tiene de querer imponer costumbres ajenas a nuestra idiosincrasia y a lo más genuinamente español. Su voluntad por deconstruir nuestro patrimonio inmaterial, está impreso en su ADN ideológico y en aquella frase periclitada de Karl Marx, que decía: “la tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.