Eduardo Muñoz Martínez.– Hace apenas cuarenta y ocho horas, es domingo por la mañana, los amantes de la canción española, – de la buena canción española -, poníamos el punto final no a una página, sino a todo un «libro», en lo que a la historia de nuestra provincia se refiere; fallecía, a los 89 años, todo un referente, Isidoro Rodríguez – Madridejos Redondo, o lo que es lo mismo, «porque tanto monta, monta tanto», «Carlos Redondo», la «Voz de Daimiel», esa voz que, como se advertía en «off», al comenzar sus actuaciones, tenía la guitarra por fondo y era España su país.
A quien firma estos párrafos, que le conoció en los primeros años de la década de los pasados setenta, en unas fiestas de mi pueblo, Miguelturra, – cuando llevaba él en su espectáculo a personas, artistas, como Pepe Blanco, o Mari Fe de Triana -, le asaltan ahora muchos y bonitos recuerdos y es que como servidor, con mis padres y mi hermana, vivíamos justo enfrente del «Huerto de Bernardino», el alcalde por entonces, donde actuaron, también conocido como «Huerto de Jaleo», nuestra casa sirvió para poner la taquilla, para utilizarla como camerinos…, y además nos «colocó», a mi primo Paco, a mi padre y a mí como portero, acomodador, vigilante…, fue el comienzo de una larga y firme amistad. Luego le vimos en el famoso «Teatro Globo», que era móvil, o en la sala de fiestas «Nikol»…, por poner algunos ejemplos.
Cómo lo que hoy nos importa, más que mis memorias es hacer una semblanza de su vida, cuyo eco resonará para siempre al más de un centenar de temas que nos ha dejado como legado, entre los que podemos citar, aparte de su clásico «Somos de Daimiel», «Mi herencia», «El obrero aventurero», «Torerito como tú», «Desde el barco», «Plegaria a Consolación», «Cancela de amores», «Paleto y caballero», «La luna y el toro», «Soy castellano», «Cara bonita «, «Tablas de Daimiel», «El tribunal del amor», «Caminos de Castilla», «Imagen de amor», «Cogidos de la mano», «La luna y el toro», «Quien te ha dicho», «Todo es María», «Sale el sol, sale la luna», «No llores tú, madre mía»…, entre tantas y tantas con las que como él mismo decía en alguna de sus entrevistas, ha dejado huella, una huella, – diría yo -, que no se borrará fácilmente.
Cuando recorremos un camino largo tenemos la ocasión de disfrutar al mirar tantos puntos del paisaje. Al recorrer la vida tan amplia de Carlos Redondo nos tenemos que fijar en muchos momentos y es que casi 90 años, ochenta y nueve exactamente, dan para mucho. Empecemos por el principio.
Nace en 1934, en su «Daimiel del alma», y en 1957, con 23 años, bajo el epígrafe «La voz de Daimiel», se presenta profesionalmente con la Compañía «Los chavalillos de España, aunque ya había comenzado su trayectoria con 17 años.
En 1963 gana el Primer Premio del «Festival de la Costa del Sol», en Almería. Siete años después, en 1970, gana el «Festival de la Voz», en Ibagué, Colombia, donde representa a España compitiendo con 26 representantes de 14 países. Con el paso del tiempo, se convirtió en el «Festival de la OTI».
Hay que destacar, también, que durante medio siglo largo de singladura ha recorrido varios países escandinavos, así como del Norte de Europa, de América…, y prácticamente toda España. En estas latitudes se le reconoció siempre su voz y su capacidad artística.
Y, hablando de su voz, Carlos, – Isidoro -, gozó de una tonalidad de tenor en su timbre, que gracias a la agilidad, ligereza y versatilidad con que fue dotado en este «campo», ha podido interpretar flamenco, canción ligera, copla, boleros, tangos… cualidad, a buen seguro, que también influiría a la hora de concederle, en 2011, la Medalla de Honor, «Ciudad de Daimiel».
Esta es la reseña, a grandes rasgos, de Carlos Redondo, – de Isidoro Rodríguez – Madridejos Redondo -, un hombre que encajó perfectamente en la definición que él hacía tantas veces de los daimieleños, – hombres y mujeres -, «somos ricos, decía, en honradez, aunque pobres en picardía, y tenemos un talante distinto».
Lo dicho, Carlos, ! hasta siempre!