71 libros de Michaux y A. Crespo

Jesús Millán Muñoz.- Considera A. Crespo que Michaux, al menos había publicado setenta y un libros de poemas y dibujos, dibujos con poemas y poemas con dibujos. Uno de los más prolíficos.

Toda biografía y vitagrafía y memoriagrafía, todo ser humano tiene sus claridades y colores y blancuras y tiene sus obscuridades y negruras. Es cierto, que no todas las blancuras son iguales, ni todas las negruras. Pero como he indicado muchas veces, solo me fijo en algún detalle de las vidas y memorias y recuerdos de otros seres humanos, que han intentado crear o criar algo, sea un negocio familiar, sea un trabajo laborioso durante décadas de poner cafés, sea un ejecutivo que ahora se denominan CEO de alta dirección, sea un cátedro en sus teorías de su especificidad, sea un poeta, filósofo, pintor, diseñador o quién sea…

En ochocientas palabras, no caben tantas matizaciones, y, desde luego, cada uno tendrá que enfrentarse a su conciencia alguna vez, o antes del propio fallecer, o, en el momento del tránsito, tanto si no se cree que no existe Nada después, o si se crea que existe el Ser Personal Infinito después de esa barrera de esta vida, de este último dintel, que hasta ahora todos hemos pasado –aunque algunos indican, que dentro de unos siglos se alcanzará una especie de inmortalidad a través de los sistemas informáticos, evidentemente, cien o mil veces, más desarrollados que los actuales…-.

En un artículo titulado: Un poeta y todos los librosA. Crespo reflexiona sobre Michaux, alguien que mezcló y combinó el dibujo y la palabra, el dibujo y la poesía, la poesía de la línea y la poesía de la palabras, que intentó abrir nuevos caminos al conocimiento interior, que posiblemente, en algunos se perdió, e, intento algunos nuevos caminos nuevos al arte. Debo confesar que debo decirlo alto y claro y profundo, ninguna substancia artificial o natural adictiva es buena, en ningún sentido, ni para la salud del cuerpo, ni de la mente-psique-cerebro, ni para el alma. Por tanto, niego el uso de cualquier substancia adictiva, sea de un tipo o sea de otro, para ser la llave para la creación de nuevos contenidos culturales. Es una red que ha dejado muchos muertos del cuerpo, muertos de la mente, muertos del alma. Ni tampoco por y para evasión, ni tampoco para probar nuevas experiencias, ni tampoco para superar traumas o heridas o sufrimientos o angustias o depresiones, ni…

Reitero, nadie entre en la/el mar que parece claro y caliente, pero que es negro y llena de lodazales de sufrimientos, angustias y penas. La prueba acérquense por los pueblos, y verán personas que son muertos andantes, acérquense por los hospitales y salas de hospitalización de adicciones a substancias, y, verán la realidad del sufrimiento personal, de vidas truncadas, de familias rotas, de matrimonios destrozados, de hijos sin padre o sin madre o a un tercio de ser padres. De lloros en núcleos familiares que perdurar durante lustros y lustros y lustros…. Vayan a los cementerios y encontrarán, a cientos de personas que han terminado en ese viaje, antes de tiempo, después de sufrir muchas calamidades. No crean a Escohotado en esto, que descanse en paz, no lo crean, miren la realidad, no besen esas substancias adictivas, aléjense de ellas. No prediquen a su favor…

No nos fijaremos en esos caminos de las adicciones con substancias que llevan al mar del sufrimiento y la pena y la angustia. Es mejor, no intentar ser creativo, es mejor no ser original, no ser creativo, o serlo en la medida que se pueda con una mente clara y un cerebro claro y un alma clara, es mejor no avanzar en el arte o artes de forma natural. Porque al final, se llega más lejos, solo se tiene un cerebro y hay que cuidárselo, indicaba en un decálogo, hace años que lo leí, de un escritor. Y, esa era una de las primeras reglas que postulaba y defendía.

Solo se tiene un cerebro y hay que cuidarlo, nada de substancias de ningún tipo que cambien el cerebro, que busque cambios de conciencia en el cerebro, que evada de dolores de la vida, que busque nuevas experiencias… Lamentablemente en las artes, desde hace, dos siglos aproximadamente, muchos autores, han probado estos caminos, y, en casi todos los casos han terminado en diques de hierros y espadas y dolores y angustias y sufrimientos sin medida… No sean ignorantes, no sean tontos, es mejor no ser un gran creador de ideas o de obras, sea en el género que sea, que entrar en estos mundos. Es más, sin esas substancias se puede llegar más lejos, a la larga y a la corta y a la media distancia. Porque la mente está mejor y el alma también y la carne acompaña de forma correcta. Encontrarán personas que han creado miles de páginas escritas o de miles de pinturas y dibujos y de miles de otras actividades culturales, que no han caído en ese pozo de substancias adictivas… No crean a esos profetas que pregonan que hay que probar esas experiencias. No lo hagan… Vayan a los hospitales y observen, vayan a las calles de sus pueblos y observen determinadas personas, determinados barrios y determinadas barriadas, observen…

Valoremos la vida normal y rutinaria, de millones de personas, que se levantan y van a sus trabajos, y vuelven a sus casas, cuidan a sus hijos o si no los tienen, miran sus libros y sus silencios. Y, llevan una vida normal y rutinaria. Valoremos a esos millones de personas, del pueblo, y, todos somos pueblo, que llevan una vida normal y rutinaria… valoremos la felicidad de las cosas pequeñas, de la vida normal y rutinaria, valoremos esa paz del corazón de la rutina y la normalidad, cada uno en su oficio y su profesión y su estado de vida…

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